Obediencia, y desobediencia militar legitimada |
1.1
Mando militar
El
mando militar es esencialmente espiritual, sin dejar por ello de ser
racional. Según Gazzoli[1]
abreva sus bases en la humanística, sin que para ello sea necesario que
los militares aprendan o no las ciencias humanísticas para comprenderlo
en su sentido intrínseco o que quienes lo ejerzan sean o no humanitarios,
dada la naturaleza de cada uno en su individualidad, pero tomado esto con
el sentido de que el superior sea considerado con su subalterno y se
sienta identificado con sus padecimientos. La
experiencia profesional en el mando es de suma importancia, al igual que
el de las condiciones propias de la conducción de personas. Quien manda
en una organización militar debe fomentar en sus subalternos ideales
patrióticos, desprendimiento personal y, sobre todo, valor para afrontar
los peligros y sacrificar la propia vida si es necesario, en aras de la
finalidad suprema para la que el militar es preparado en el rigor de la
disciplina. El
mando militar tiene por su influjo, matices carismáticos, emocionales.
Quien está investido de esa facultad y posee las cualidades personales
que impactan a sus subalternos, se le llama conductor, ya que posee el don
aceptado colectivamente de transmitir sus impulsos más íntimos
convertidos en orden a quienes se encuentran a él subordinados. La
tendencia del mando militar es autocrática ya que se basa en la jerarquía
más que en la inclinación a la obediencia. El
mismo Gazzoli[2]
señala que el mando autocrático no obstante su carácter traslativo,
dada su naturaleza impositivo-invasiva, generalmente no llega a penetrar
los fueros íntimos del subalterno ya que genera resistencia en éste para
admitirlo. Por ello se asienta que tiende,
que apenas se le aproxima. Sin embargo, con frecuencia logra resultados
satisfactorios toda vez que normalmente coincide no sólo con una
personalidad temperamentalmente dominante, sino que concuerda con un
reconocido conocimiento del oficio y una destacada habilidad para captar
la magnitud de los problemas y actuar de acuerdo a la urgencia de las
circunstancias, con prontitud, decisión y eficiencia, dando las órdenes
pertinentes a una solución concreta. "Estas
últimas características —expresa Gazzoli—[3]
son justamente las que en el orden castrense crean tendencia al mando
traslativo pues normalmente el militar, tomado cada uno en su grado, tiene
un conocimiento profundo de su profesión como consecuencia del
escalamiento jerárquico vertical que le permite forzosamente, dominar
todos los conocimientos correspondientes a los grados anteriores, y además,
el ejercicio permanente de la responsabilidad de mando le desarrolla el
carácter, al mismo tiempo que la capacidad de resolución. “Con
frecuencia escuchamos hablar de "el espíritu militar". Este
concepto proveniente de la milicia —que lo define explícitamente- se
hace extensivo a la conducta de muchos civiles y a profesiones diversas.
En la milicia se vigila su cumplimiento en el comportamiento del soldado y
se le distingue como "penetración de la profesión en el espíritu". “El
militar o exmilitar que dirige organizaciones civiles tiende a inculcar a
sus componentes el espíritu militar. O sea —explica Gazzoli[4]—
que trata de crear las bases para que cunda el "espíritu
profesional", lo que significa hacer penetrar la profesión en
quienes la ejercen para que llegue a formar parte de su propia naturaleza,
para que la amen más y la sientan más intensamente o, en última
instancia, que se sientan obligados con ella como consigo mismo. “En
las filas castrenses el espíritu militar se entiende como:
"Cumplimiento del deber militar; escrupulosidad y celo en el desempeño
del cargo, empeño en satisfacer; entusiasmo profesional; puntualidad;
subordinación; respeto; espíritu de sacrificio; resistencia a las
fatigas en tareas de guarnición y campaña; estrictez; exigencia y
consideración para con los inferiores; modo de ser con los camaradas y
superiores; presencia, entonación, firmeza, claridad y precisión en el
mando, en ordenar, en instruir y en mantener la atención de los
subalternos y conducta en el servicio. “En
las filas castrenses se entiende como falta de espíritu militar: "Los
pedidos infundados de cambio de destino, los frecuentes partes de enfermo
y solicitud de licencias, las excusas al servicio; el tratar de aparentar
ante los superiores valores y condiciones profesionales que no se poseen;
el no apoyar a los subalternos con el calor que corresponde a sus justas
solicitudes, aspiraciones o reclamos; el cumplir sólo lo indispensable
con las exigencias del servicio tomando la profesión militar tan sólo
como un medio de vida; el demostrar no poseer un elevado espíritu de
cuerpo y amor a la profesión y todo lo que con ella se relaciona y,
finalmente, no prodigar todas las energías en el cuidado y conservación
de las armas y elementos y en la preparación para la guerra de los
hombres que el Estado le ha confiado. “El
mando para el soldado encuentra sus fuentes en la ley y en la costumbre
militar; lo practica como principio no sólo en la milicia sino también
en cualquier actividad civil en la que le toque participar con funciones
directivas. Su sentido del mando lo impele a imponer su voluntad sobre
otra y otras características de su carácter prevalente. “La
concepción más clara, amplia y universal de la expresión del mando
militar es la investidura de general. El
coronel argentino Luis Gazzoli afirma:[5] "El
general es un militar que ha adquirido capacidad incondicionada para
mandar. Puede haber malos generales, pero esto no invalida la proposición
enunciada. La persona que ostenta ese grado puede mandar bien o mal, esto
depende de ella, pero la facultad de mandar en cualquier circunstancia y
sin condiciones va implícita en el grado y esto, fundamentalmente, se
debe a que, como ya lo hemos expresado: el militar se perfecciona en el
mando a lo largo de toda su carrera. “Hemos señalado la tendencia a la inclinación autocrática en el mando militar, sin embargo, es de advertir que la puesta en práctica, indiscriminadamente de la autocracia como expresión de mando, vicia el ejercicio de éste. No obstante, la aproximación a la autocracia en la actitud del conductor, es la evidencia más acabada de mando y el objetivo ideal de cada jerarquía. El soldado que ha hecho del espíritu militar su propia carne y espíritu, al practicar la conducción con sentido ético, demuestra con su conducta la diferencia sustancial entre el mando militar y el desbordado mando autocrático”.
Referencias: |
Dr. Agenor González Valencia
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