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El Miedo |
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El miedo está ahí, presente, eternamente presente, vistiendo sus harapos de tiempo, de soledad, baldío de ternura, de esperanzas y ensueños. Todo lo conmueve y desespera, lo asombra, inmoviliza o desmorona. Es el imperio de lo trágico, fantasmal y agónico. Es la fecha que nunca llega; la ilegible letra de lo desconocido; el ansia de ser, de estar, de vivir, de amar, de poseer, de realización. Irrumpe con su antigua, primitiva máscara y se planta frente a nosotros empuñando flores marchitas o deshojando mariposas nocturnas. Es
la pesadilla de lo cotidiano arrastrando escandalosos eslabones de una
herrumbrada cadena de frustraciones. Es la amarga realidad del misterioso
porvenir; la agenda en blanco del moribundo; la sentencia de muerte
suspendida sobre la frágil, pendiente existencia del dudoso culpable.
Columna vertebral helada de pasiones. |
El
miedo es real e imaginario, incesante, ubicuo, sin edades, geografías
fijas o seguro destinatario. Es el primer llanto del recién nacido y el
último aliento del crucificado. En
vano los conjuros, las prácticas de hechicerías, los estragos de la
droga, del alcohol, la blasfemia o la súplica, quien esté poseído del
miedo transita bajo su impulso sin escapatoria alguna. Expulsarlo, hacerlo
ajeno, rechazarlo, es la gloria de los héroes. Es la hazaña de la
redención. Porque
el hombre es fabricante de olvidos, en sus recuerdos ignora que es el
inventor de sus propios miedos. Otro hace la oscuridad, la noche, la
lluvia, los truenos, los relámpagos; otros son los verdugos, los
creadores del cadalso, de la guillotina o la horca; otros los que
aprovecharon la rueda, la máquina de vapor, las computadoras, el reloj
checador; otros, quienes se erigieron en dioses; y, otros los solitarios
prometeos con su antorcha encendida, iluminando hacia el futuro o
al alba. De
lo divino a lo profano, retumban los cascos de lumbre del miedo agitando
banderas de espanto. Es la arruga del tiempo que, imprevista, amanece en
el rostro del espejo; el primer anuncio en el cabello, del cambio de
estaciones; la vanidad con medias retorcidas; el desmedido afán de
permanente juventud. Entre
el ser y el no ser, el miedo es péndulo marcando el destino del hombre.
Nervios de acero, tranquila indiferencia, inalterable faz, provocan en el
miedo cambio de rumbo y de víctimas. Excluir el miedo de nosotros mismos,
es crecer, madurar, trascender la noche y prever el futuro. Lo
profano crea lo divino, mas lo divino alimenta lo profano. Desdoblamiento
del mundo. Carne y espíritu. Azul e infinito. El
miedo es el temor a lo desconocido, al castigo, a la soledad, al vacío, a
la cumbre o al precipicio. El
miedo es el impulso que previene ante indicios, amenazas o rumor. Es el
contenido de una norma hecha realidad en la conducta del infractor. Es la
verdad real encajando perfectamente en el marco de la verdad jurídica. Es
continente y contenido. Odio y amor. Amorodio de ángeles que han perdido
en el vuelo sus alas. El
miedo es un demonio familiar que el hombre lleva siempre consigo. ¿Quién
domina a quién? Vencedores del miedo ha hecho la historia. Seguro es el camino desbrozado por ellos. Quien valientemente sostenga no haber sentido miedo jamás, es un cobarde.
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Dr.
Agenor González Valencia
agenor15@hotmail.com
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