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Gallina que pone huevos…
Agenor González Valencia
agenor15@hotmail.com

Traigo a la mente el recuerdo de la gallina más cacareadora que habitó en mi gallinero: su plumaje era hermoso, origado, siempre brillante en sus alas. Todos los días al despuntar el alba, su cacaraqueo me hacía despertar. Me llenaba de alegría el saber que anunciaba con orgullo los huevos que ponía y que al alcance de mis manos los recogía del nido. Ese producto que favorecía mis apetitos, era envidiado por quienes sabían, al escucharla, que era excelente ponedora.

Una de tantas mañanas me despertó el silencio. No escuché cacaraqueo alguno, confieso que me asusté. De inmediato me levanté de mi petate y salí disparado hacía el nido de mi adorable gallina. ¡Oh!, sorpresa, mi gallina había desaparecido. Pensé que tal vez habría volado a otro patio o que alguien al compás de mis ronquidos saltó la barda de mi jardín y se apropió de esa inolvidable ave. 

Jamás he vuelto a probar yemas milagrosas como los huevos de esa gallina, de la que tanto alababa sus dones frente a mis amigos.

Ha pasado el tiempo y esa remembranza me hace pensar:“gallina que pones huevos suculentos no hay que cacarear éstos”.

Los huevos son para quien lleva al corral, los granos de maíz suficientes y que atiende a su gallinero sin distinción de plumas.

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