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A propósito: ¿lealtad en la política?
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La lealtad como la fidelidad no pretende premios o recompensas. Es
compromiso con uno mismo. Es convicción. Es juramento inefable. Identidad
con una creencia, con una ideología. Como expresa Maurice Nédoncelle (De
la fidelité) es la fidelidad, esencialmente fidelidad a una fe, o
fidelidad a un valor, o fidelidad a los seres o “valores vivientes”. Adolfo Gilly[1]
en su exaltado elogio a la lealtad del general Felipe Angeles a Madero,
nos relata en primer término que el 19 de febrero de 1913 un golpe
militar intentó derribar al presidente legal y legítimo Francisco I.
Madero. Los cadetes del
Colegio Militar apoyaron al presidente Madero en su marcha desde el
Castillo de Chapultepec hasta palacio nacional. Los sublevados al mando de Félix Díaz se atrincheraron en la
plaza fuerte de la Ciudadela. Bernardo Reyes había muerto en los primeros
enfrentamientos. Madero nombró jefe de las fuerzas leales a su gobierno
al general Victoriano Huerta, jefe militar que conspiraba contra aquél,
en sórdida guerra de intrigas interiores en que vivía el Ejército
Federal y de las que era participante activo el embajador de Estados
Unidos, Henry Lane Wilson. La historia nos recuerda, la entrada, el 10 de febrero, a la ciudad
de México, de Madero acompañado del general Felipe Ángeles. Madero
ordenó al general Ángel García Peña, ministro de Guerra, tomar el
mando de las tropas leales y designar a Felipe Ángeles, hombre de toda su
confianza, jefe de su Estado Mayor a cargo de las operaciones. Esta orden
no fue cumplida por García Peña. El mando quedó a cargo de Victoriano
Huerta, con los resultados que ya todos sabemos: los asesinatos de Madero
y de Pino Suárez, victimas de la traición de Huerta. El general Ángeles
fue enviado al exilio en Francia; regresa para sumarse al Ejército
Constitucionalista y al núcleo maderista dentro de la revolución. Unos años y muchas batallas después –comenta Adolfo Gilly-, en
noviembre de 1919 el general Gabriel Gavira presidió el Consejo de Guerra
carrancista que condenó a muerte al general Felipe Ángeles por haberse
sumado éste, a finales de 1918, a las fuerzas de Pancho Villa. En
su defensa ante el tribunal, Ángeles persistió en declararse partidario
y amigo de Francisco I Madero. Años más tarde el mismo general Gavira
anotaba en sus memorias que, cuando el golpe de febrero de 1913, mientras
todos los altos mandos federales conspiraban contra el presidente Madero,
el general Ángeles se había mantenido leal a éste. Adolfo Gilly reflexiona: “Si el 9 de febrero ha sido declarado Día
de la Lealtad por la marcha de los cadetes del Colegio Militar en apoyo al
presidente Madero, con mayor razón debe recordarse ese día al general
Felipe Ángeles, a quien el presidente acudió en la hora en que sus
generales lo abandonaban y con quien compartió en la prisión de Palacio
Nacional las últimas horas de su vida antes de ser asesinado”. Horacio en el exilio, lejos de su patria, agobiado por la ausencia
de sus seres queridos clama: “Mientras estés bien, tendrás muchos
amigos / cuando los tiempos
te sean adversos estarás sólo”. César, en los estertores de la
muerte, increpa a Bruto: ¿Tú también hijo mío? Al pie del árbol del
que de una de sus ramas, pende el cadáver de Judas, mecido por el viento,
los centuriones encuentran regadas en el césped las treinta monedas de la
traición. ¿Lealtad en la política?...... ¿………?
Referencias:
[1] Adolfo Gilly, “La lealtad del general solitario”, La Jornada, Política, Lunes, Febrero, 2007, p. 16
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Dr.
Agenor González Valencia
agenor15@hotmail.com
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