Blues de los baldíos

poema de Raúl González Tunón

 

Sólo allí los chiquillos recogíamos la influencia telúrica.
A la orilla
pasaba la ciudad como un circo.
Canto el fervor oculto de los baldíos,

su clima universal, su geográfica síntesis,

el hilo de agua, los montículos, el musgo

y los gatos flacos y los papeles inútiles

y los ruidos y los ruidos.
A la orilla
pasaba mi padre con anteojos y “La Prensa
La marca Vitagraph, el organito, el Parque Lezama y Julio Verne eran sus límites.
Oh refugio de las banderas rojas de los mítines.
Baldíos hondos o altos, que es lo mismo. Certeza de supra-realidades.

Desde donde se veían las ropas ahorcadas y puestas a secar y los viajeros pájaros.

Tan cosmopolitas.
Baldíos orinados por perros sin dueño,

socavados por los curas de al lado y el asesino de 1908.
En el riñón de las inmensas ciudades.
Baldíos. Tan de tierra.
Qué éxito tuvieron en su tiempo las martirizadoras de niños y el hombre del Kalisay. Ay.
Por qué todo tiene éxito en su tiempo.
La Junta de Historia y Numismática no sabe nada de los baldíos.
Sin embargo Robinson y Torphipe, Buffallo Bill y el Torito del Abasto...
Ah, yo podría dar noticias de todos ellos a los miembros de la Junta de Historia y Numismática.
A la orilla
pasaba Perla White en una camilla.
Volaban las tapas de las ollas.

Daba la hora el sol en el muro.

Y no había ningún apuro.

Y morirse no era seguro.
Después se descubre el altillo, la chimenea, la claraboya, el consultorio.
A la orilla
pasaba un entierro de tercera.
Y después se descubre el odio.
Baldíos. Y tan poblados.
En el riñón de las inmensas ciudades, el viento, el agua, el campo,

golpeaban abajo. en la superficie de rampas y cavidades.
La vida quería brotar, reventar,

traer el aliento del mundo a los niños que crecen a la sombra fría de los altos muros.
Encajonados en los inquilinatos.
Viviendo una muerte, y no la vida.
Lejos del viento, el agua, el horizonte.
Qué amables baldíos.
Qué amigos, qué amados baldíos.
Ellos nos acercaban a la tierra, a los bosques, a los valles, a los ríos.
No me impresionó más la confluencia del Neuquén y del Limay.
Y todos teníamos a Dios en los ojos.

Y todos teníamos los tobillos heridos.

Y en todos nosotros despertaba el poeta, el hortera, el obrero, el leader y el bandido.
Baldíos generosos. Ellos no saben.
A la orilla
pasaba mi destino patético. Importante.

 

poema de Raúl González Tuñón

 

Originalmente en Diario de Poesía Año II Nº 6 / Setiembre de 1987

Link: https://ahira.com.ar/ejemplares/diario-de-poesia-n-6/

Gentileza de Archivo Histórico de Revistas Argentinas

Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas es un proyecto que agrupa a investigadores de letras, historia y ciencias de la comunicación,

que estudia la historia de las revistas argentinas en el siglo veinte

 

Ver, además:

 

              Raúl González Tuñón en Letras Uruguay             

 

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