Carlos Szwarcer: “un camino difícil de transitar” |
Carlos Szwarcer es historiador y periodista. Nació en Buenos Aires, Argentina, ciudad en la que cursó la carrera de Historia en la Facultad de Historia y Letras de la Universidad del Salvador y el Ciclo Pedagógico en la misma Facultad. Fue conductor y productor del programa "Esta es otra Historia" en FM.88.V. López, entre 1992 y 1994; columnista invitado del bloque de Historia en el programa "El Refugio de la Cultura", AM. Radio América, en 1994 y 1995. Realizó la cobertura periodística de eventos culturales, políticos y educativos; Investigó para guiones de espectáculos y documentales, y desarrolló y seleccionó Efemérides para la producción de programas radiales. Es investigador histórico de Barrios e Instituciones de Buenos Aires, autor de artículos, ensayos, narrativa, etc. publicados en su país y el exterior, integrante del Grupo APH (Área de Protección Histórica) de Villa Crespo durante 2003y 2004. Colabora en Todo es Historia (Bs. As. Argentina) Revista Cuadernos del Tortoni (Bs. As. Argentina), Buenos Aires Cultural (Bs. As. Argentina), Revista del CECAO (Centro de Estudios Culturales: Pcia. de Córdoba (Argentina), Letras-Uruguay (Montevideo. Uruguay), Raíces (Madrid, España) y Los Muestros (Bruselas, Bélgica/ B.Hills, USA), entre otros medios. |
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Carlos Szwarcer |
Dictó
conferencias
en entidades privadas e Instituciones dependientes del Gobierno de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Instituto Histórico de la Ciudad de
Buenos Aires, Comisión de Preservación y Promoción de Cafés Notables
de la Ciudad de Buenos Aires) sobre historia de Buenos Aires; la temática
de dichas conferencias está relacionada con la inmigración, costumbres,
tradiciones y diversidad cultural. Participó en el emprendimiento
"Patrimonio de los Barrios", de la Dirección General de
Patrimonio (Secretaría de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires)
con textos e imágenes para la definición de los Hitos Históricos
Barriales incorporados como material didáctico para entidades educativas
y de divulgación general. Auspiciado por la OEI (Organización de Estados
Iberoamericanos). 2003-2005. Desde 2003, coordina diversas visitas a hitos
históricos barriales en el marco del emprendimiento "Los Barrios
Porteños… Abren sus Puertas", organizado por Dirección General de
Patrimonio Secretaría de Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
(actual Ministerio de Cultura). Para
conversar sobre la inmigración y otros temas, lo entrevistamos en Buenos
Aires. -Como muchos investigadores
argentinos te interesás por la inmigración a partir de una circunstancia
personal, el hecho de que tu abuelo materno y tu padre hayan sido
propietarios del Café Izmir ¿Cómo viviste esa situación en tu
infancia? -En mi caso, aunque mis padres nacieron en la Argentina, mis cuatro abuelos llegaron de países muy lejanos, Ucrania y Turquía, sin duda esto debe haber marcado en mí cierta inclinación por los temas sobre inmigración. Mi abuelo fue el dueño del Café Izmir desde fines de los años ´30 hasta 1965, cuando falleció, y mi padre y un tío quedaron a cargo cuatro años, hasta 1969, momento en el que venden el fondo de comercio a una familia asturiana. Si bien el Café es todo un ícono de Villa Crespo y del Buenos Aires cosmopolita, un sitio renombrado a tal punto que fue designado Café Notable de la Ciudad de Buenos Aires, en mi infancia no tuvo el impacto que puede suponerse: mis recuerdos dentro del Izmir, de hecho muy agradables, son simplemente los de un pequeño que iba a visitar a su abuelo al lugar de trabajo; él me convidaba un yogurt o una gaseosa y yo me la pasaba jugando al fútbol entre las mesas y sillas con las chapitas de cerveza o gaseosas que estaban en el piso. Cosas de pibe que me hacían muy feliz. Pero las imágenes y vivencias del Café influyeron muchos años después cuando comencé a dedicarme a la investigación histórica y tomé conciencia de que ese sitio había sido mucho más importante de lo que suponía. |
-¿En qué momento te diste
cuenta de esa importancia? -En
la Facultad nos dieron para leer fragmentos de la novela Adán
Buenosayres, de Leopoldo Marechal y quedé perplejo cuando me
encontré, inesperadamente, con varios pasajes dedicados al Café,
tomado como escenario de sorprendentes situaciones. Darme cuenta de que
fue observado atentamente por este escritor que describió hechos y
personajes tan particulares, me dio vuelta la cabeza, es decir, en
ese momento sí comencé a tomar conciencia de que el Café Izmir, más
allá de mis recuerdos de infancia, había sido algo más que el Café de
mi abuelo, al que yo de tanto en tanto iba a visitar por las tardes.
Vislumbré que en la gente, que en el barrio, había tenido más
importancia de la que yo le había dado. A partir de ese momento comencé
a indagar más detenidamente en la historia de mi familia y fue el motor
para la búsqueda imperiosa de la verdadera historia de ese lugar, más
allá de la ficción del Adán. -¿Es cierto que conservás
muchos elementos del Café? -Sí,
tal vez por ser el nieto mayor y dedicarme con pasión a la historia, mi
madre me fue dando las fotos y elementos que pertenecieron al Café,
vajilla, instrumentos musicales, los discos de pasta que allí se pasaban,
montones de cosas. Además, antes
de que lo demolieran, no sólo intenté evitar su desaparición sino que
ante las topadoras, con gran esfuerzo, hice lo posible porque no se
perdieran para siempre algunos restos materiales que hoy forman parte, con
todo lo demás, de una colección que, seguramente, servirá para mostrar
el material tangible de ese lugar tan particular y vinculado, muy
especialmente, con la inmigración y la convivencia pacífica de la
diversidad cultural. -¿Estudiaste historia para
ahondar en el tema de la inmigración? -No,
inicialmente en absoluto. Había estudiado un año de Medicina en La Plata
y rápidamente percibí que aquello no era lo mío. Encontrar mi vocación
me llevó a buscar información sobre arqueología, antropología.
Al poco tiempo iniciaba la carrera de Historia, me orientaron a ella con
el argumento de que en Argentina, con esta disciplina, tendría más
perspectivas, y la encontré afín a mi tendencia humanística. Ya en las
primeras clases comprendí que era lo mío. Mi impulso inicial fue
entender el complejo presente y sabía que para éso tenía que conocer el
pasado. Quería tener respuestas sobre los comienzos de la humanidad.
Luego me encontré con las herramientas para indagar sobre
los vericuetos de mis orígenes, es decir, sentí que estaba en el
camino correcto para hallar el hilo conductor entre mis ancestros y el
contexto en el que llegaron a la Argentina. Además, el haber vivido mi
infancia en un inquilinato de la calle Padilla, en Villa Crespo, el
contacto con tanos, gallegos, “rusos”, “turcos”…, la verdad que
parecía un sainete, esas cosas te marcan. Recuerdo las fiestas de cada
colectividad, nos reuníamos todos en el gran patio sin importar demasiado
qué se festejaba, compartíamos. Era otra época, ni mejor ni peor,
distinta. Aunque no podemos decir que no se armara alguna batalla, algún
desaguisado entre tanta gente junta, claro, la perfección no existe ni
existirá, pero siento un dejo de nostalgia por esa convivencia, por la
solidaridad que existía… era un valor muy importante. -Entonces
buscaste darle sustento científico a tus vivencias -Ciertamente,
aquello inicial estaba presente embrionariamente, y después latente en
los estudios en la Universidad, pero lo que me condujo a los temas
relacionados con la inmigración, a ahondar en ellos, verdaderamente,
fueron situaciones de
comienzos de los años 90 cuando falleció mi padre y al poco tiempo una
hermana de mi abuelo. Tal vez ésto me llevó a la puerta del Café Izmir.
Hacía muchísimos años que no pasaba por allí. Vaya a saber qué fui a
buscar, pero comencé a recopilar desesperadamente testimonios de vecinos,
de habitués, de hijos de habitués. Seguramente quise, en parte,
encontrarme otra vez con el Café Izmir de mi infancia y la realidad es
que en cada informante encontré un mundo. La gente mayor que me abría
sus puertas para contarme sobre el barrio y el Izmir me llevaba,
inevitablemente, a la inmigración, eran relatos de inmigrantes. Fueron años
de mucha investigación en fuentes y de dedicación a la historia oral.
Fue el comienzo de mi pasión por esta temática. Las decenas de
testimonios me dieron un material riquísimo en vivencias y anécdotas que
suelen formar parte de mis artículos, ensayos y sobre todo de mi
narrativa. -En
las visitas que guiás para el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,
difundís estos temas. ¿Cuándo comenzaste con esta actividad? -En
el año 2003 me convocó a dar una charla el Instituto Histórico de la
Ciudad de Buenos Aires y la Dirección de Patrimonio de la entonces
Secretaría de Cultura para participar del asesoramiento sobre Hitos Históricos
para los Desplegables Didácticos Barriales, primeramente sobre Villa
Crespo y más tarde otros barrios. Luego, me invitaron como coordinador de
algunas visitas en el Emprendimiento “Los Barrios Porteños Abren sus
Puertas”, así participé desde entonces en Villa Crespo, Balvanera,
Colegiales, San Nicolás. Ya van cuatro años. Generalmente las visitas se
relacionan con lugares que de una u otra manera están vinculados a la
inmigración: el Café Izmir, el recorrido por la Calle Gurruchaga, El
Conventillo de la Paloma, el tango, teatros, templos, comunidades… -¿Qué
significa para vos poder escribir sobre la inmigración argentina en
medios del exterior? -Desde
luego que mucho porque, como vos sabés, el investigador termina su
prolongado y arduo trabajo recién cuando da a conocer el resultado del
mismo. Pero que escribiendo sobre Argentina, particularmente sobre Buenos
Aires, se interesen en mi material publicaciones importantes de España, Bélgica,
Estados Unidos, etc., que divulguen estas historias tan nuestras en medios
tan lejanos, indudablemente, me
pone muy contento, aunque te diré que, a veces, uno se sorprende que le
den más trascendencia afuera. -Otros
de tus puntos de interés son el Café Tortoni y el Museo del Tango, también
relacionados con la inmigración. ¿Desde qué punto de vista te aproximás
a estos temas? -La
revista “Todo es Historia”, en el 2002, publica mi artículo “El Café
Izmir”. Menciono allí que Alejandro Rafael Alboger, mi abuelo materno,
fue lustrabotas y luego mozo y mêtre del Café Tortoni hasta hacerse
cargo del Izmir, dejándole el lugar a mi tío abuelo Yaco, el que con el
tiempo termina siendo accionista del Café de Avda de Mayo. En el 2003
Roberto Fanego, uno de los dueños del Tortoni, leyó aquel artículo y
decidió dedicar la Revista “Cuaderno del Tortoni” Nº 9 a los dos Cafés,
solicitándome que la escribiera. Así surge “El Tortoni y el Izmir –
un nexo para la historia”. Obviamente, además de Marechal, esos dos
hermanos Alboger, judeo-sefaradíes, provenientes de Turquía, tienen que
ver y mucho con la inmigración y con los dos Cafés. El material se
presentó en Abril de 2003 en la Bodega del Café, la Sala Quinquela Martín,
con el auspicio de la Secretaría de Cultura y la Comisión de Bares
Notables de la Ciudad. En cuanto al Museo Mundial del Tango… cubrí su
inauguración para un medio del interior y además ese día tan especial
se entregaba al público presente un tríptico con fragmentos de mi artículo
“Gardel y el Tortoni”, basado en mi investigación sobre la presentación
en el Café del Morocho del Abasto en una recepción a Luigi Pirandello…
-También
Gardel en tus investigaciones… -¿Sabés
qué pasa? el tango es parte de Buenos Aires y aunque soy de la época del
rock el tango también me llega, lo escuchaban y bailaban mis viejos. Soy
porteño hasta la médula y además me pusieron de nombre Carlos por
Gardel, mi vieja era fanática de él. En el 2004, el 11 de diciembre, Día
del Tango, se hizo una exposición en el Museo de la Casa de Carlos Gardel
y allí un sector fue dedicado a la muestra Carlos Gardel y el Café
Tortoni, con elementos del Café de principios del siglo XX y textos míos.
Fue un momento muy emocionante. -¿Y
el interés por el Teatro Maipo? Parece un tema muy distinto de los
anteriormente mencionados. -En
cierta forma, la inmigración también tuvo mucho que ver con el
desarrollo del teatro en Buenos Aires. Pero lo del Maipo fue inesperado,
un trabajo de investigación encargado. En Agosto de 1994 se produjo la
reapertura del teatro por
parte de Lino Patalano y Julio Boca. Un tiempo antes recibí el llamado
telefónico de la productora de cine y televisión Clara Zappettini para
ofrecerme la investigación sobre la historia de los inicios de esa sala
de espectáculos. Dado el escaso tiempo formé un pequeño grupo y nos
pusimos a trabajar a full. Fue una experiencia muy interesante porque gran
parte de lo relevado no se conocía y sirvió para realizar un documental
llamado “Raconto del Teatro Maipo” y para la base de los textos del
guión del espectáculo en el que, el 22 de Agosto de ese año,
participaron Sandro, Gasalla, Tania y otros. A partir de ese trabajo me
interesé en el Scala y el Esmeralda, los dos teatros que estuvieron en el
mismo predio que el Maipo, y profundicé aquellos primeros enfoques. En el
año 2004 “Todo es Historia” publica “Prehistoria del Teatro
Maipo”, donde recorro el camino desde la zarzuela en España, los orígenes
del teatro de Revista, la actividad del Scala, del Esmeralda y llego a
1922, cuando comienza a funcionar el teatro, efectivamente, con el nombre
actual. -¿En qué trabajás
actualmente? -Soy
bastante obsesivo y perfeccionista pero al mismo tiempo anárquico, mejor
no mires mi escritorio, pero normalmente tengo un trabajo adelantado,
digamos central, sobre el que me dedico a full mientras mantengo abiertas
investigaciones laterales y escritos que sigo puliendo hasta terminarlos.
Actualmente estoy redondeando relatos sobre los sefaradíes en Buenos
Aires para publicar en próximos meses; una investigación sobre Milagros
de la Vega y también comencé a tomar testimonios para relevar datos y
dar a conocer historias y anécdotas sobre un par de cafés de Buenos
Aires. En fin… quizás el tema que hace un par de años me desvela es la
realización de una exposición sobre inmigración a partir de los
materiales del Café Izmir. Me perturba
mirar hacia atrás y ver que en los últimos diez años fallecieron
más de la mitad de las personas de edad, de nuestros mayores, aquellos
que me brindaron oportunamente su testimonio de vida, y que sus vivencias
sirvieron para rescatar de un olvido seguro parte de sus tradiciones, de
nuestros orígenes, de nuestra forma de ser. -Se
te ve muy comprometido con la preservación… -Es que hay tanto para hacer, para sacar a la luz, historias todavía desconocidas que son parte de nuestra identidad y que se perderán si no tomamos testimonios, si no escuchamos esas voces, si no recuperamos esos recuerdos. Estos hechos de la realidad me movilizan para buscar una salida, una respuesta al problema de la preservación de nuestro patrimonio cultural, no es suficiente lo que se hace. Últimamente, algunos escollos me motivaron a poner en marcha la organización de una estructura que sea espacio de encuentro de interesados en proteger, contar, divulgar estos temas, alentar las iniciativas, tal vez por medio de una Fundación u otro mecanismo acorde a estas necesidades. Es importante lograr recursos que financien proyectos de investigación y publicación sobre inmigración y diversidad cultural. Es un camino difícil de transitar pero creo que vale la pena intentarlo. |
Entrevista de Lic. María González Rouco
Buenos Aires, octubre de 2006
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