El lenguaje como constructor de las sociedades: |
Resumen La
siguiente reseña es un análisis con relación al libro “El
alma obscena del mexicano” que sirvió como objeto de
conocimiento para respaldar la tesis del trabajo de investigación “Poiesis
y otredad, la utopía donde nos recreamos”, estudio que nos permite
visualizar las distintas formas de ver y sentir de cada individuo
dependiendo su contexto geográfico y cultural. La manera de
interpretar significados aunque los símbolos ocupen un lugar en el
espacio. La fuerza que conllevan los lenguajes dentro de las
sociedades e individuos. En este caso el lenguaje hablado como
detonante de la conducta en ciertas zonas de la sociedad mexicana. Palabras
clave: Análisis, sociedad,
lenguajes, significados, individuo Abstract The following review is an analysis in relation to the book “the obscene soul of the Mexican” that served like object of knowledge to endorse the thesis of the work of investigation “Poiesis and otredad, the utopia where we recreated”, study that allows us to visualize the different forms to see and to feel of each individual being depended its geographic and cultural context. The way to interpret meaning although the symbols occupy a place in the space. The force that entails the languages within the societies and individuals. In this case the language spoken like detonating of the conduct in certain zones of the Mexican society. Key words: Analysis, society, languages, meaning, individual |
Introducción El
vocablo náhuatl “nantli” quiere decir madre, que para la
mayoría de las culturas mesoamericanas tiene también una fuerza de
construcción como origen de cada una de estas. La madre como
representación de la tierra en las culturas primitivas crea un
microcosmos que es parte de un macrocosmos dentro del pensamiento de
estos primeros humanos. En México es la vida pero también la muerte
como lo representa Coatlicue la de falda de serpientes que a su vez
también fue conocida como Tonanzin Teteoinan que es la madre de los
dioses. La posición que encarna la madre en México es de una gran
carga simbólica y se representa hasta en conductas sociológicas
dentro de su entorno. Marco histórico Ante la invasión de los españoles en 1521, en México Tenochtitlan la imposición por parte de los invasores fue de una manera violenta y trágica, en un principio la invasión llevó consigo enfrentamientos pero al sometimiento de los nativos del lugar llega la verdadera conquista, que la palabra conquista tiene que ver con una acepción de enamoramiento, de fascinación, de seducción y que esto se logró a través de misioneros y gente que de una forma más humana y espiritual alcanzaron a transformar la fe de las personas originarias de estas tierras. Como todo proceso, la evangelización en principio asumió su etapa de devastación, cualquier tipo de transformación lleva como principio la destrucción y en la Nueva España no fue la excepción. El
prefijo “des” significa negación, entonces negar a la
madre etimológicamente sería o es “desmadre”, que también
se traduciría en no tener progenitora. En México al desterrar a
Tonanzin la madre de los mexicas e imponer en un principio a otra
provoca un desmadre hablando etimológicamente y como las palabras
definen todas las cosas también provocan transformaciones en las
ideas y conductas de las sociedades. Desarrollo El lenguaje concreta y define culturas y a través de este se conocen e identifican los individuos para desarrollar una comunicación y por lo mismo una forma de coexistir. El significado de las palabras contiene códigos que se enraízan en lo más profundo de los individuos y en ocasiones hasta en sociedades completas, éstas se crean a través de una idea porque estos códigos a su vez causan sentimientos y emociones que culminan en un ideal. Las palabras contienen tanta fuerza que nos permiten imaginar y crear realidades dentro de una realidad. En el libro “El alma obscena del mexicano” de Víctor Estupiñán Munguía la semiótica y la sociología son la base para describir la conducta del mexicano a través de sus palabras. A
través de una reflexión e investigación por parte del autor nos
presenta la parte obscena –que una de sus acepciones significa hacia
la suciedad- del sentir del mexicano con una aparente sana intención
en las palabras la cual usa en su vida diaria y que es parte de esa
doble moral que es lo paradójico del ser mexicano. Munguía a través
de los dichos y frases del vocabulario y folclor nacional nos muestra
esa forma de comprender el entorno de quien puebla este terreno. Esa
otredad que se acentúa cada vez más al intentar encontrar su
identidad, entre más busca su origen el mexicano más se aleja de
ella. Esa paradoja que convive dentro de quien nació en este país y
que siempre se cubre con máscaras de bravura, música y juego donde
la vida no vale nada pero siempre se le llora. Antecedentes literarios Tanto Samuel Ramos, Santiago Ramírez y Octavio Paz en México y Roger Bartra y Alan Riding desde el extranjero han escrito libros con relación al estudio del mexicano llegando a la conclusión de que este vive ensimismado en su propia verdad cual sea esta la que sea. Octavio Paz en el Laberinto de la soledad comenta que de niño escuchó un ruido y al preguntar quién era, una sirvienta recién llegada le contestó: “No es nadie señor; soy yo”. Y agrega: No sólo nos disimulamos a nosotros mismos y nos hacemos transparentes y fantasmales; también disimulamos la existencia de nuestros semejantes. Como si el mexicano se negará así mismo. Análisis semiótico/discursivo En su obra Estupiñán nos contrapone con algo similar pero que es esta dicotomía tan peculiar de nuestro pueblo, lo podemos confirmar cuando decimos “Tú no eres nadie para criticarme”. Y claro, porque soy alguien para hacerlo, pero sin darnos cuenta decimos todo lo contrario para significar totalmente lo opuesto, el inconsciente colectivo nos permite ser incongruentes con nosotros mismos y al descalificar al otro nos descalificamos todos. Nos desgarramos por dentro para no ser de nosotros y de nadie a la vez. Víctor nos manifiesta en el texto que las condiciones socioculturales y la dialéctica contienen una alta densidad identidataria y que son capaces de influir en las características del ser social o si se prefiere mejor decir del “alma” de un pueblo y que esta alma o esencia filosófica en nuestro país es lo que determina lo mexicano. El mexicano vive en el mito y es preso de su misma imaginería, la convivencia constante con lo otro en ocasiones no le permite involucrarse con los otros, el mexicano es una reproducción imitativa de su imaginación, de lo que cree que es, más no de lo que se confirma que es. Esta creencia de ser paradójicamente con su individualidad de creer se basa en la opinión de otros que para él no forman parte de su historia: “No me importa lo que digan de mí, yo no como de la gente”, el mexicano no come de la gente pero se deglute él solo dentro de sus bocas. Esto lo señala con agudeza el autor al indicar las diferentes acepciones que tiene la madre en las distintas frases y dichos de nuestra cultura que son totalmente contrarias en significación como decir “¡A toda madre!” para apuntar que está bien y su antítesis “¡Qué poca madre!” para señalar lo contrario. La contraposición que es latente en las oraciones costumbristas de nuestro pueblo habla de la incongruencia de este México que son muchos Méxicos en cuestión cultural, política y religiosa. Esto lo podemos confirmar con la multiplicidad de sociedades donde cada cultura indígena del país desde afuera representa una etnia pero desde dentro una nación. Como apunté párrafos atrás se crean realidades dentro de una realidad. Los injertos excéntricos causan convulsiones dentro de nuestro pueblo como apuntó alguna vez el poeta Rubén Bonifaz Nuño en una entrevista: “Ha usted injertado una rama de árbol en otro, se hacen uno, pero todo injerto causa una herida”. Esto sucede en México, se toman costumbres de otros pueblos, pero estas costumbres al tomarlas causan una herida porque hacen dudar al mexicano de su mexicanismo. El autor también reflexiona con relación a un código que parece ser distintivo y único en el ser social, el miedo, ese universo reflejado en la pluralidad de significados que implícito llevan un pequeño o un mucho de violencia que es sinónimo de negación. El miedo en la cultura mexicana sólo es la rígida y tosca máscara que encubre a la violencia y al pánico. Munguía discurre sobre la violencia del mexicano pero realmente habla del miedo de saber quién es, de saber que se puede encontrar. El mexicano desesperado se arroja a romper la cerca de la historia sólo para cubrirse con ella tomando una actitud de cautividad a consecuencia de las circunstancias, víctima del destino. Estupiñán Munguía para respaldar esta tesis retoma cintas cinematográficas como “La choca”, “La malquerida” y “María Candelaria”, entre otras y que son un testimonio de actos y costumbres del pueblo, donde los lenguajes y los actos de los personajes y el entorno mantienen una apariencia folclorista pero que el significado verdadero de estos elementos es más profundo. Existe una cinta realizada por Rubén Gámez en 1964 que por nombre original llevó “Con Coca-cola en la sangre” pero que terminó por llamarse “La fórmula secreta” y que ganó el Concurso Nacional de Cine Experimental en 1965. El filme habla de esta búsqueda de identidad y del sincretismo que existe en la cultura mexicana, la cinta contiene muy poco texto y también muy pocos diálogos para mostrarnos como el mexicano está inmerso en el silencio, ese que lastima y ulcera, ese que es el causante de que los pueblos vivan corroídos por la ignorancia y avasallados por la miseria. Porque en ocasiones e incontables y extensos discursos existe la nada y en el silencio se expresa todo lo no nombrado pero que siempre está presente. En cierta parte de la cinta nos muestra la relación romántica, ese amor que si no tiene sangre no es amor, esa forma de amar del mexicano donde la violencia tiene un significado tan profundo que designa al mismo amor. El desollarse cuando se ama a la mexicana. Donde los actos y personas de esa experiencia los llevamos cargando sobre la espalda para darle un sentido a la vida. Como lo connota el autor a quien estamos reseñando: “El rito sexual de dominio y de violencia se encuentran repunteados o continuados en el lenguaje obsceno del mexicano…”. A manera de conclusión El
desmadre mexicano es la misma negación de sí mismo, si lo viéramos
psicoanalíticamente podríamos observar que esta manera de amar a la
madre es esa dicotomía amor/odio, fracaso/éxito, esperanza/desilusión,
vida/muerte. Esa visión extremista del todo o nada que no permite un
proceso evolutivo en el pensamiento del individuo porque es muy
ensimismado y por lo tanto carece de visión prospectiva. Aunque lento
está cambiando esta visión pero todavía se mantienen muchos vicios
que gramaticales se convierten en conductuales. El tema es muy extenso
para en sólo una reseña intentar explicarlo aunque estemos
conscientes de que el propio humano está en construcción constante,
por lo mismo sólo me resta concluir con unas líneas del autor que
tal vez sean una de las tantas síntesis sobre el mexicano: “Lo
irracional se vuelve racional y amoroso, y éste, irracional. El
modelo se ha encarnado, pero volteado. La sangre gotea hacia arriba”. El alma obscena del mexicano. Víctor Estupiñán Munguía. Ediciones Promesa. México. 2002. Miembro
de SIPEA SONORA (Sociedad Internacional de Poetas Escritores y
Artistas). Obed González Moreno, México, D.F. 1969 Profesional electrónico en comunicación aeronáutica, becado y egresado de la escuela de escritores de SOGEM y actualizado en pedagogía por la SEP de México. Obtuvo el primer lugar en la disciplina de ensayo en Chile con el libro “La nota roja y policiaca en el cine mexicano, premonición de una sociedad en crisis” y el primer lugar de ensayo en el “Concurso Internacional de Creación Literaria Areté 2010” con el trabajo “La educación en México, un silencio que hace eco en América” en España. Ha escrito en revistas de universidades como la Complutense de Madrid, la de Murcia, la de Zaragoza y la Universidad Nacional Autónoma de México, entre otras. |
Obed González
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