La noche avanza, puntual.
Cuarenta y ocho horas después, sale el sol.
Sol poniente, prejuicio de una tarde mística.
Crepúsculo con música.
Deseo, cansancio.
Los sentidos se alzan, se inclinan, se encierran en sí.
Sueño de una mujer que se angustia.
Efecto nocturno, canción de otoño.
Nueva aurora boreal.
Dicho es todo, tutela invisible:
Todo es ficción al reexaminarse.
Los pasos al contacto, perpetuos desde el reflejo.
O del ayer.
Fin intranquilo, en abril de mi infancia.
Ensueños claros como claveles, fábulas de fuentes que no entienden de dolor.
Música y tristeza, dos sediciones. Sólo hasta ahí puedo llegar.
Infieles pechos dormidos, de pronto, los pasos.
La súplica. Imagen impecable.
Se desliza la memoria, de noche.
De lejos, con ternura.
Voluptuosa llora.
Enlutada sin tregua, detrás de un amor infantil.
Ya es tarde para primicias.
Se enciende, luego se aleja.
Sus ojos le hablan a la luna de luto.
Esto, escrito en pasado.
Mi orgullo rústico, errante, incomprendido.
Red del día, indócil.
Más brillante que libre, sostuvo:
La vaguedad es clave para la precisión. El olvido es una creencia, que ignoro.
Pienso en la verdad y otras mentiras. Ya nada merece el recuerdo (quiero
decir, antes sí).
La noche avanza conforme. No por nada se irá en silencio.
Bronce y sueño. Resignación, desencuentro. Cansancio, sueño
Correspondiente.
Perdida en su actitud bastante vista. Descontenta, temerosa, deleite.
A una mujer le angustian mis poemas. |