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Tratado Secreto de la Triple Alianza
o Pacto de exterminio al Paraguay |
Introducción Con
este breve trabajo de investigación, me gustaría desentrañar la
verdadera autenticidad y el notable alcance que tuvo hace exactamente
ciento cuarenta años, el tratado genocida firmado por los ministros
plenipotenciarios de la triple alianza, conformada por nuestros
“vecinos”; el Imperio del Brasil, la República Argentina y la República
Oriental del Uruguay, y todas las repercusiones a las que dio lugar dicho
pacto hasta nuestros días. En
realidad, gran parte de lo que pudiéramos investigar sobre este tema ya
fue abarcado por una diversidad notable de autores de distintas
nacionalidades, con obras muy fructíferas. En la Argentina tenemos el
caso de Juan Bautista Alberdi, notable jurisconsulto, quien fuera acérrimo
defensor del derecho a la vida, del respeto mutuo de las naciones, enemigo
de toda violencia y gran propulsor de la defensa de la “causa
paraguaya”. También
podemos citar a otros autores como el poeta argentino Carlos Guido Spano
manifestando su pesar por la contienda contra el Paraguay en su triste
cuarteto[1],
y entre nuestros contemporáneos me parecen sobrios y útiles los apuntes
del escritor brasileño Julio José Chiavenato. A
lo que quiero llegar es que existe una cantidad fastuosa de obras y
autores sobre la Guerra contra la Triple Alianza o Guerra del Paraguay, y
así como existen varios autores de distintas nacionalidades y de
distintas épocas, por ende existen diversas corrientes o tendencias con
respecto a las causas del conflicto. En
el Paraguay tenemos historiadores lopiztas y anti-lopiztas; en la
Argentina, por un lado la corriente revisionista, y por el otro la de
tendencia liberal. También pasa lo mismo en el Brasil, con simpatizantes
del imperio y no simpatizantes. Todo esto crea una difícil tarea al
investigador de encontrar las verdaderas causas del conflicto, o por lo
menos algo coherente sin entrar en fanatismos. Considero
apasionante todo tema relacionado a la contienda que entablara nuestro país
contra los países de la mencionada alianza, entre los años de 1864 a
1870. Y merecedor de un profundo estudio, por la forma en la que se
desarrollaron las hostilidades, ya sean éstas en el ámbito diplomático,
físico o armamentista. Realmente el Paraguay vivió una epopeya patria,
quedando al final de la contienda en ruinas, devastado, invadido, a
colonizar. Por eso es menester decir que el Paraguay de hoy es el que
tuviera su nacimiento en el año 1870. El
tema de la Guerra Grande es un tema muy amplio e imposible de abarcar en
su totalidad en una breve monografía. Por lo tanto, me ceñiré en un
punto que fue, es y será muy polémico desde cualquier punto de vista,
tanto en los países firmantes, como en la fecha en que fue suscripto y en
sus verdaderas intenciones. Este punto es el Tratado Secreto de la Triple
Alianza o Pacto de exterminio del Paraguay. Con dicho documento se sella
la suerte de nuestra patria, como país, como nación, como estado libre y
soberano. Y por tal motivo, considero al tratado de la triple alianza como
la crónica de una muerte anunciada para con el país más desarrollado de
la América de antaño. La
Guerra de la triple alianza se desarrolla, como veremos, en un marco
internacional de movimientos comerciales, fruto de la Revolución
Industrial, y el cambio en las modalidades del colonialismo. Tal cambio se
refiere a que los nativos de un país se ocupen de los gastos e Inglaterra
de las ganancias. Del colonialismo militar, nos deslizamos hacia el
colonialismo económico, mucho más sutil pero igual de perverso. Esta
guerra concluye con una de las naciones más avanzadas desde el punto de
vista económico e industrial de toda América. A continuación, trataré de determinar cuáles fueron los verdaderos motivos que llevaron a los países signatarios del pacto de exterminio, a suscribirlo. Sus contradicciones, la verdadera fecha en que fue suscripto, la participación de la corona británica, la esencia “secreta” del pacto, su hallazgo, las repercusiones que tuvo en toda América y en el Paraguay. La opinión de los más calificados autores de la época, la reacción de los aliados al darse a luz el tratado, y sus catastróficas consecuencias para nuestra patria, de sueño truncado por el colonialismo de turno. Es
bien sabido que la guerra que el Paraguay padeció contra la triple
alianza era inevitable por los propios intereses que se encontraban en
juego: cuestión de límites, un problema de antaño de nuestro país para
con sus vecinos, que ni en vastos tratados llegara a finiquitar. El rol bélico
que pregonaban los ministros de Su Majestad la reina, en su afán de
seguir generando ganancias para propio bien y el de sus entidades
bancarias como la Banca Rotschild, la Casa Baring y el Banco de Londres. Desde
mi punto de vista se valora erróneamente la participación de Gran Bretaña
en este conflicto. ¿Que significaba para un coloso, como una de las
madres de la civilización de occidente, el rápido desarrollo de un pequeño
país mediterráneo en el corazón de América?. La
participación de Gran Bretaña en el conflicto, a mi entender fue nula.
Pero ésta como estado; los que tuvieron intereses dolosos fueron los
ministros plenipotenciarios que representaban a la corona en América, que
hacían de nexos entre las grandes bancas inglesas y los países del
Plata, otorgando numerosos empréstitos. Estos
ministros como el caso de Thornton, llegaron a convertirse en verdaderos
agentes bancarios cobrando importantes intereses en las transacciones que
realizaban, y es a estos mismos comisionistas a los que no les agradaba
mucho la idea del “país solvente por sí mismo”, como el nuestro. Si
analizamos un poco la situación de los países del Plata en aquel
entonces, nos daremos cuenta que nuestros vecinos colaboraban anualmente
cifras exorbitantes a las entidades bancarias de Londres. Así, nos dice
Chiavenato: “El
imperio del Brasil dedicaba casi 70% del saldo favorable de su comercio
exterior para pagar los intereses contraído con los empréstitos
ingleses”.[2] La
situación del otro grande, la Argentina, tampoco era menos desastrosa,
debiendo en reiteradas ocasiones recurrir al capital inglés, por ejemplo
al derrumbarse los precios de los cueros, la lana y el ganado. El
presidente Mitre fue muy claro para con sus conciudadanos al decir: “¿Cuál
es la fuerza que impulsa a este progreso? Señores... es el capital inglés”.
El Ministro de Hacienda argentino, Lucas González, daba su opinión
acerca de la guerra y entre otras cosas mencionaba que
uno de los tantos objetivos de la guerra era "obtener
beneficios muy grandes para el comercio del mundo, muy especialmente del
comercio inglés que encontrará en el Paraguay libre y civilizado un gran
mercado que explotar". Al
hablar de crisis económica, la Banda Oriental no pasaba desapercibida. Al
asumir Flores, tuvo la desdicha de convertir la deuda interna uruguaya en
deuda externa, un país que asomaba a la banca rota. Por su parte, nuestro
país tenía deuda externa cero, la inversión
de capitales extranjeros era prácticamente nula, todo se pagaba al
contado. Se podría decir que en ese sentido la época de los López fue
brillante. Ahora
la pregunta es: ¿Por qué el Paraguay, país mediterráneo, no necesita
de los capitales foráneos? Primeramente por la utilización de
industrias, productos y mano de obra nacional que el país viene
desarrollando de manera espléndida desde la época del Supremo. Resume el
historiador argentino León Pomer diciendo: “La
materia prima vernácula es cada vez más explotada. Con algodón y
Caraguata[3]
se fabrica papel, también con Caraguatá fabrican tejidos para camisas y
ropa interior. Raspando los cueros los paraguayos obtienen el pergamino
tan bueno como el europeo; la tinta la fabrican a partir del haba negra y
la sal y el jabón mediante sustitutos que proporcionan los árboles
silvestres y las cenizas vegetales (...). La introducción de maquinas están
exentas de gravámenes (...). Los individuos que
inventan algo útil o introducen procedimientos novedosos en la
agricultura y la industria gozan de especiales privilegios”[4] El
Paraguay va pujando con esfuerzo propio y ayuda mutua, forjando así un
crecimiento autónomo. Todo esto se va haciendo intolerable para los
propietarios del capital extranjero, siendo inaudito para estos
mencionados personajes que un país en el Plata pudiera subsistir sin
recurrir a empréstitos ingleses. Su misión en síntesis era la de
eliminar una política en ascenso que contrariaba sus intereses económicos. Pero
entre las causas del conflicto podríamos citar demasiadas, muchas de
ellas muy subjetivas o que tienden hacia ciertos intereses. Por eso creí
factible hacer un breve resumen de las más importantes, según su orden
de importancia, de la manera más neutral posible. a)
La ausencia de definición de límites territoriales. En el año
1862 caducaban los plazos de
los tratados Berges-Paranhos con el Brasil y Vásquez-Guido con la
Argentina. Se cumplieron los 6 años de tregua sin llegar a acuerdo
alguno, no se podía encontrar una fórmula diplomática que pudiera
subsanar dicha cuestión, problema que ya acarreábamos de la época de la
Colonia, legado de los imperios hispano y lusitano respectivamente.
b)
Paraguay era un país altamente influenciado por el Imperio francés
(Napoleón III), en una región dominada por el mercantilismo inglés.
Mientras que nuestro país sostenía el estado empresario, Inglaterra
adoctrinaba tanto a argentinos como a brasileños en el libre mercado y en
el capitalismo liberal del siglo XIX. También la inexperiencia de la
diplomacia paraguaya sumó un poco.
c)
Cuestiones comerciales de particulares ingleses, referentes a la
venta de armas y el otorgamiento de empréstitos para la financiación de
la guerra. Los agentes de Su Majestad lucraron de manera desmedida en
aquellas épocas de libre comercio con la venta de armamento en general y
con la cesión de créditos. d)
Deseos de influenciar políticamente en la región por parte del
Mariscal López, imitando la política de equilibrio, que por coincidencia
es una doctrina de origen francés (Cardenal Richeliu, mantener el status
quo, ningún país debe más poderoso que otro, equilibrio político). Decía
Richeliu: "El éxito de una política de "raison d'état",
depende, ante todo, de la capacidad de evaluar las relaciones de
poder...en teoría, el equilibrio de poder debe ser perfectamente
calculable...aunque en la práctica, suele ser difícil..." De
repente nuestro Mariscal-Presidente caía en rol de árbitro en cuestiones
de poca competencia para nuestro país, autodenominándose ferviente
defensor de la doctrina del “equilibrio del Plata”. e)
El afán imperialista del Brasil, que desde tiempos de la colonia
sostiene una política de expansión territorial, hasta incluso nuestros días
(Como es el claro ejemplo del Estado de Acre, territorios usurpados a la
República de Bolivia). El Brasil tuvo siempre, desde tiempos
inmemorables, el afán “bandeirante” de anexar territorios ajenos a
sus dominios, y es por eso justamente que nunca se llegaría a un acuerdo
con respecto a la cuestión de límites con el Paraguay, hasta que la
guerra acabe. f)
Gran inestabilidad política de la Argentina, que hace que la nación
por primera vez se una en una causa común. Este país sufría un momento
muy crítico de su historia, en la eterna confrontación de federales
contra unitarios. Mitre y los suyos, en su afán de mantenerse en el
poder, comenzaron la cacería de opositores, como es el claro ejemplo de
los injustos asesinatos de un apóstol del derecho como fuera el Gral.
“Chacho” Peñaloza y del Gral. Benavides. Todos estos muy festejados
por Sarmiento. En síntesis, la guerra en la Argentina nunca fue popular,
sólo en sus principios hubo una unión de pueblo, pero con la publicación
del tratado, el repudio popular llegó a su clímax. g)
La influencia política en los círculos de Buenos Aires de la
comunidad de exiliados paraguayos, fervientes anti-lopiztas, quienes luego
conformarían la Legión Paraguaya. Estos paraguayos exiliados en la
capital federal argentina no eran consientes de los grandes sacrificios
humanos que indefectiblemente traería la guerra, éstos pensaban únicamente
en sus pretensiones por acceder al poder. h) Y otras causas bien sabidas, que ya solamente fueron detonantes de todas las citadas anteriormente; la participación activa del Brasil en las cuestiones políticas internas del Uruguay, el interés del Gral. Venancio Flores por tomar las riendas de la Banda Oriental de la manera que sea, el estado de guerra declarado por el Paraguay al Brasil y la negativa del gobierno argentino al paso de las tropas paraguayas por Corrientes, basada en una neutralidad inexistente. No
se llegó a ningún acuerdo de límites y existe un antagonismo en el
liderazgo regional de dos potencias presentes (Argentina- Brasil) y una
potencia en ascenso (Paraguay), una situación muy análoga a la Europa de
comienzos del siglo XX, donde Inglaterra y Francia eran ya potencias
colonialistas establecidas y el Imperio Astro-Húngaro y el Alemán eran
potencias que surgían y ya no poseían un mundo por conquistar. López,
era un modelo antiguo de hacer política; no correspondía a una república
liberal constitucionalista del siglo XIX como lo era Argentina, ni a un
imperio aristocrático como lo era el Brasil. Paraguay era una república
de corte romano (inspirado en el derecho romano). Era un caso sui-generis
que no encajaba en ningún esquema antes conocido, un país políticamente
centralizado sin instituciones liberales, agro-exportador, en proceso de
industrialización, y que no importaba productos manufacturados por las
industrias extranjeras (por lo menos no en las cantidades que importó
incluso terminada ya la guerra). Un
país donde el 90 % de la propiedad inmueble pertenecía al Estado, en una
región donde la propiedad privada era el común denominador. Entre
tantos motivos del por qué del acuerdo encontramos varios: eliminar una
potencia en ascenso, las oportunidades tanto económicas como
territoriales que ofrecería la conquista de un nuevo país, el Brasil se
despojaba de un eventual rival que aliado con la Argentina podría
presenciar una seria amenaza en su ambición hegemonista regional. También
es importante mencionar la condición de países amortiguadores de
Paraguay y Uruguay, frente a dos potencias vecinas. Como es en Europa el
caso de Bélgica y Holanda entre dos potencias como Francia y Alemania. El
Paraguay era un país cuyo gobierno tenía grandes ambiciones, y el cual
estaba muy inspirado en el romanticismo nacionalista del corte europeo,
tipo Garibaldi o Bismarck. Brasil tenía territorios como el Matto Grosso
que solamente podía acceder para colonizarlos a través del Río
Paraguay. Y si a todo esto sumamos la participación nula del capital inglés en una potencia en ascenso, como habíamos mencionado, y las aspiraciones de Venancio Flores de llegar al poder de la Banda Oriental con la ayuda del mitrismo, nos cuadra a la perfección la alianza sostenida por el Imperio, la Confederación, la Banda Oriental y el capital inglés representado por los ministros de Su Majestad. Existen
muchas discrepancias sobre la fecha en la que fue ideado este tratado. Por
un lado, la corriente que personalmente comparto, sostiene que la idea de
aliarse ofensiva y defensivamente contra el Paraguay por parte del Brasil
y la Argentina ya viene de tiempos del viejo López. La otra corriente, es
la sostenida por los aliados, afirmando que el tratado fue ideado y promovido en un corto
lapso de aproximadamente doce días, desde el 20 de abril de 1865, hasta
su firma final el 1 de mayo de 1865. ¿Qué
importancia puede llegar a tener la fecha exacta en que fue ideado este
documento?. Pues tiene importancia a la hora de probar las discrepancias
en las que caen los mismos firmantes y cuando se afirma que el tratado fue
una obra premeditada y con grandes intereses en juego. A continuación,
veremos unos documentos que hablan por sí solos. Las
bases de ese tratado son discutidas un año antes en las Puntas del
Rosario, en el interior del Uruguay, donde se encuentran para discutir la
situación oriental; Saraiva, Elizalde, Venancio Flores y el propio
representante diplomático de Inglaterra, Edward Thornton. El propio
Mitre, presidente de la Argentina, el 3 de febrero de 1865, alude
claramente al tratado de la triple alianza que será firmado tres meses
después:
“En
la república Argentina está el imprescindible deber de formar alianza
con el Brasil a fin de derribar esa abominable dictadura de López y abrir
al comercio del mundo esa espléndida y magnífica región que posee, tal
vez, los más variados y preciosos productos de los trópicos y de los ríos
navegables para explotarlo”.[5]
Ya
el 28 de octubre de 1864 - seis meses antes del tratado- Mitre ya deja
bien claro en La Nación Argentina: “Las
Alianzas en el Río de la Plata quedan así definidas: Alianzas de la
civilización y de las reformas regulares de gobierno: La República
Argentina, el Brasil y el Gral. Flores, representante del partido liberal
en la Banda Oriental, significan indudablemente el orden, la paz, las
formas regulares de gobierno, las libertades y garantías para los
nacionales y extranjeros que se coloquen debajo de su amparo”. [6] Y
para confirmar plenamente que este tratado ya estaba listo, el 24 de marzo
de 1865, afirmaba La Nación Argentina:
“Hoy se vuelven todas las miradas de todos los pueblos del Plata hasta
aquella República esclavizada tantos años por el bárbaro poder de los López.
Los acontecimientos que se van a desenvolver marcarán una época en la
historia de este continente”.[7] Por
otra parte, Saraiva mencionaba en una carta al historiador brasileño
Joaquín Nabuco, “(…) dichas
alianzas se realizaron el día que el ministro argentino y el brasileño
conferenciaron con Flores en las Puntas del Rosario (el 18 de junio de
1864) y no el día en que Octaviano y yo, como ministros de Estado
firmamos el pacto”, como nos comenta Acevedo. El
general Venancio Flores, agregando su granito de arena, escribía a Ramírez:
“a
caballo, pues, con vuestros bravos correntinos que con los pueblos
argentino y oriental, unidos al ejercito imperial, son hoy destinados a
marcar en las páginas de la historia la gran cruzada, la triple alianza
que tiene por objeto libertar al pueblo paraguayo”. Todos
los documentos anteriormente expuestos dejan constancia de que el tratado
fue acordado en las Puntas del Rosario, Uruguay, el 18 de junio de 1864,
diez meses antes de la firma del tratado. Esto puede ser real, pero opino
que el tratado fue gestado mucho antes, a través de bocetos que con el
tiempo fueron consolidándose. Al
entrar al Palacio de Itamaraty, Río de Janeiro, ex sede del Ministerio de
Relaciones Exteriores del Brasil, hoy día convertido en un vistoso museo
con llamativos colores y decorados, llamaría la atención de cualquier
persona un pequeño mural que entre otras cosas alberga una frase muy
peculiar : “Tratado de la Triple Alianza,
fruto en gran parte de la diplomacia de José María Da Silva Paranhos”.
Este mural contiene nada más y nada menos que el documento original[8],
que motivó la realización
de esta monografía. Es
importante aclarar que ningún historiador menciona acerca de la
participación, ni siquiera indirecta, del canciller Paranhos en el
tratado de la triple alianza, pero sí en el posterior tratado de paz y límites. Nos
queda una pregunta: ¿Por qué el Palacio de Itamaraty, o la misma
diplomacia brasileña considera a Paranhos como un artífice del
mencionado tratado?, ¿O fue solamente un error de imprenta de los
encargados de hacer el mural?. A mi entender, Paranhos fue un pionero en
la idea de que gran parte de la tierra guaraní correspondía al Imperio.
No llegando a un acuerdo con Berges en el tratado de 1856, llega al país
dos años más tarde. En esta ocasión obtiene un acuerdo con el
plenipotenciario “ad hoc” Francisco Solano López, al suscribir una
convención en materia de navegación, no así solucionado el problema
“límites”. Recabando
un poco entre los autores, encontré un documento poco citado por la mayoría,
el cual me llamó la atención por las personas que lo contrajeron y por
la similitud que tiene con el pacto del 1 de mayo. He aquí el
“Protocolo Secreto de Guerra contra el Paraguay de 1857”, contraído
entre Brasil y la Argentina ocho años antes del tratado secreto y un año
después del tratado de amistad, comercio y navegación, que firmara
Paranhos con el canciller paraguayo José Berges: “En
el Ministerio de Relaciones Exteriores de la Argentina, en el legajo,
Guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, año 1865, caja 1, folio
3/12, los historiadores Rodolfo Ortega Peña y E. L. Duhalde[9]
encontraron el protocolo secreto contra el Paraguay firmado el 14 de
diciembre de 1857 por Paranhos y Santiago Derqui y financiado por el Barón
de Mauá (...)”[10] Este
pacto se podría considerar como la primera pincelada del que se firmara
el 1 de mayo de 1865, o sea que sólo había que renegociar algo ya
pactado ocho años antes. Entre otras cosas el documento sostenía lo
siguiente: La
Argentina debía emplear todos los medios para que otros estados ribereños,
y especialmente la República del Paraguay, se adhieran a los mismos
principios de libre navegación; abrir el río a todas las banderas del
mundo, así como los medios de hacerlos efectivamente útiles. Que
todo esto se cumpla con el mayor empeño posible, y si hubiese resistencia
de los paraguayos a abrir su río, el gobierno imperial se comprometía a
tomar medidas coercitivas y aún recurrir a la guerra. Paranhos
admitía que con la guerra todo se solucionaría. Pero también sostenía
que una alianza de los dos estados para trazar sus fronteras con el
Paraguay, estado más débil, sería odiosa, y podrían comprometer
seriamente los resultados que ambos se prometían obtener. El canciller
Paranhos era un diplomático de pura cepa y un genio en lo que hacía, por
eso bien sabía que una alianza con la Argentina solucionaría todos los
problemas presentes, pero produciría un tremendo descontento de las
naciones en general, por lo tanto valía la pena esperar un poco más. De
este modo, esperaban el momento oportuno para llevar a cabo su plan y
siempre en el más minucioso de los silencios. El pacto también versaba
sobre la guerra en sí; la Confederación pondría el ejercito, seis mil
hombres de las tres armas cuanto menos, y el Brasil la escuadra. El
presidente de la Confederación sería el comandante en jefe de las
fuerzas aliadas, salvo que los brasileños participasen con más fuerzas
terrestres que los argentinos. Las bases para las operaciones se
establecerían en Corrientes, y por el momento no se mencionaban auxilios
pecuniarios. Si este acuerdo no llegaba a concretarse, la Confederación
prestaría al Brasil todos sus “buenos oficios” para la causa. Con
este protocolo, el cual considero padre del tratado de la triple alianza,
queda muy claro el papel de José María Da Silva Paranhos, “gran
pensador” de los intereses del Imperio. Forjó indirectamente una
importante alianza con una inminente amenaza, haciendo así un negocio
factible para el futuro, que no tardaría en dar grandes beneficios al
imperio. Con todas las manifestaciones expuestas, dejamos en claro que es casi imposible que el tratado haya tenido un breve periodo de gestación como sostienen los aliados, es más, existen numerosos documentos que prueban que éste fue el producto de un proyecto de varios años. El Cuerpo del Tratado. Protocolo adicional. Los
tratados son acuerdos de voluntad entre dos o más derechos internacionales,
celebrados por escrito entre Estados y regidos por el derecho
internacional; éste sería un concepto muy moderno de la
palabra “tratado”. Es preciso que nos remontemos al siglo XIX, donde
el término “derecho internacional” era poco y nada respetado. Así,
las potencias aliadas sellaban el destino de nuestro país en la confección
de un tratado. El
reputado historiador argentino Ramón J. Cárcano nos comenta: “El texto del Tratado Secreto de la Triple Alianza contra el Paraguay:
documento firmado en la residencia particular del Presidente de la República
Argentina, Bartolomé Mitre, al caer la tarde el 1ro de Mayo de 1865. La
concurrencia al acto es reducida: los ministros del gabinete de Mitre, los
generales Urquiza y Flores, el almirante Tamandaré, el general Osorio, el
gobernador de Buenos Aires y algunos miembros del congreso. Al suscribirse
el pacto, el presidente Mitre exclama: “Decretamos la victoria”.[11] Al
terminar dicho acto, el tratado quedaba redactado de la siguiente manera:
el documento constaba de diecinueve artículos y a éste se anexaba un
protocolo con cuatro disposiciones finales. Redactado y suscripto por los
ministros plenipotenciarios Dr. Octaviano de Almeira Rosa en representación
de Su Majestad, el emperador de Brasil; el Dr. Rufino de Elizalde en
representación de la Confederación Argentina y el Dr. Carlos de Castro
en representación del gobierno provisorio de la República Oriental del
Uruguay. A
continuación, tratare de desmenuzar los artículos más debatibles y
controvertidos del redactado documento: Las
hostilidades comenzaron en el territorio de la Rca. Argentina o en la
parte colindante del territorio paraguayo, el mando en jefe y la dirección
de los ejércitos aliados quedan a cargo del Pdte. de la Rca. Argentina y
general en jefe de su ejército, brigadier don Bartolomé Mitre. Las
fuerzas navales de los aliados estarán a las inmediatas órdenes del Vice
Almirante Visconde de Tamandaré, comandante en jefe de la escuadra de S.M.
el Emperador del Brasil. Las fuerzas terrestres de S.M. el Emperador del
Brasil formarán un ejército a las órdenes de su general en jefe, el
brigadier don Manuel Luís Osorio. A pesar de que las altas partes
contratantes están conformes en no cambiar el teatro de las operaciones
de guerra, con todo, a fin de conservar los derechos soberanos de las tres
naciones, ellas convienen desde ahora en observar el principio de la
reciprocidad respecto al mando en jefe, para el caso de que esas
operaciones tuviesen que pasar al territorio oriental o brasileño. (Art.
3) En
este artículo observamos claramente como con este tratado sólo se
renegocia el pacto de 1857, y también se puede observar la victoria
diplomática del Brasil al subordinar a los argentinos en sus propias
aguas, teniendo en cuenta la disputa de intereses entre estos eternos
enemigos, haciendo causa común en esta ocasión. El
orden interior y la economía de las tropas quedan a cargo exclusivamente
de sus jefes respectivos. El sueldo, provisiones, municiones de guerra,
armas, vestuarios, equipo y medios de transporte de las tropas aliadas serán
por cuenta de los respectivos Estados. (Art. 4) Las
altas partes contratantes se facilitarán mutuamente los auxilios que
tengan y los que necesiten, en la forma que se acuerde. (Art. 5) El
Brasil conocía más que cualquier otro estado la situación económica en
la que se encontraba su aliado, la Argentina. Si la situación económica
del Brasil era mala, la de Argentina era calamitosa. Con estos dos artículos
el Brasil tiene asegurado en su compañero de causa, una serie de jugosos
empréstitos para hacer frente a los gastos, que una guerra de tal
envergadura pudiera llegar a acarrear. Los
aliados se obligan solemnemente a no deponer las armas sino de común
acuerdo, y mientras no hayan derrocado al actual gobierno del Paraguay, así
como a no tratar separadamente, ni firmar ningún tratado de paz, tregua,
armisticio, cualquiera que ponga fin o suspenda la guerra, sino por
perfecta conformidad de todos. (Art. 6) Con
esto, Don Pedro II da por hecho que la guerra llegaría hasta el fin del
Paraguay, sin arreglo de paz hasta que éste sea destruido por completo.
Sostengo que este artículo hace de la entrevista en Yataity Corá un
acto, donde la esperanza por llegar a una paz honrosa para todos los
beligerantes, fuese sólo un sueño. No
siendo la guerra contra el pueblo paraguayo sino contra su gobierno, los
aliados podrán admitir en una legión paraguaya a todos los ciudadanos de
esa nación que quisieran concurrir al derrocamiento de dicho gobierno, y
les proporcionarán los elementos que necesiten, en la forma y condiciones
que se convenga. (Art. 7) Es
este artículo el más repugnante de todos; la guerra es contra el
gobierno paraguayo y no contra el pueblo. Sin embargo, saquean su capital
violando mujeres, niños y ancianos. Dice, podrán admitir una legión
paraguaya, pero obligan a prisioneros a matar a sus propios hermanos.
Alberdi se pregunta: ¿Será que el gobierno paraguayo pagará la deuda
que deje esta guerra?, ¿O será el pueblo devastado el que corra con los
gastos?. Los
Aliados se obligan a respetar la independencia, soberanía e integridad
territorial de la Rca. del Paraguay. En consecuencia el pueblo paraguayo
podrá elegir el gobierno y las instituciones que le convengan, no
incorporándose ni pidiendo el protectorado de ninguno de los aliados,
como resultado de la guerra. (Art. 8) Se
obligan a respetar su independencia imponiéndole un gobierno títere, al
mando de un ejército de ocupación; respetan nuestra soberanía imponiéndonos
los límites que a ellos les convenga, y usurpando tierras que por derecho
nos corresponden. La
independencia, soberanía e integridad territorial de la República, serán
garantizadas colectivamente, de conformidad con el artículo precedente,
por las altas partes contratantes, por el término de cinco años. (Art.
9) Extienden
el periodo de fijación de límites por conflictos internos entre los
aliados, constantes pujas para ver quién nos usurpa más tierra, la
Argentina o el Brasil. Ésta primera pretende toda nuestra actual Región
Occidental, al Brasil no le conviene tener tan cerca a la Argentina, por
lo tanto no cede a tales pretensiones, por ende extiende el tema “límites”. Derrocado
que sea el gobierno del Paraguay, los aliados procederán a hacer los
arreglos necesarios con las autoridades constituidas, para asegurar la
libre navegación de los ríos Paraná y Paraguay, de manera que los
reglamentos o leyes de aquella República no obsten, impidan o graven el
tránsito y navegación directa de los buques mercantes o de guerra de los
Estados Aliados, que se dirijan a sus respectivos territorios o dominios
que no pertenezcan al Paraguay, y tomarán las garantías convenientes
para la efectividad de dichos arreglos, bajo la base de que esos
reglamentos de política fluvial, bien sean para los dichos dos ríos o
también para el Uruguay, se dictarán de común acuerdo entre los aliados
y cualesquiera otros estados ribereños que, dentro del término que se
convenga por los aliados, acepten la invitación que se les haga. (Art.
11) De
esta manera, nos imponen una política fluvial a su antojo, reglamentan la
navegación de nuestros propios ríos, del río que lleva el nombre de
nuestra patria. Así, los aliados tienen un máximo “respeto” hacia
nuestra soberanía. Los
aliados exigirán de aquel gobierno el pago de los gastos de la guerra que
se han visto obligados a aceptar, así como la reparación e indemnización
de los daños y perjuicios causados a sus propiedades públicas y
particulares y a las personas de sus ciudadanos, sin expresa declaración
de guerra, y por los daños y perjuicios causados subsiguientemente en
violación de los principios que gobiernan las leyes de la guerra. La Rca.
Oriental del Uruguay exigirá
también una indemnización proporcionada a los daños y perjuicios que le
ha causado el gobierno del Paraguay por la guerra a que la ha forzado a
entrar, en defensa de su seguridad amenazada por aquel gobierno. (Art. 14) Considero
a este artículo como el histórico; la República Argentina nos libera de
los gastos de esta guerra el 12 de agosto de 1942 bajo la presidencia de
Ramón Castillo, 72 años después de la guerra. El Brasil, el 4 de mayo
de 1943, bajo la presidencia de Getulio Vargas, 73 años después de la
guerra. Probamos así, que desde un principio los aliados quisieron
devastar la economía paraguaya y la de sus generaciones venideras. Este
tratado quedará secreto hasta que el objeto principal de la alianza se
haya obtenido. (Art. 18) Esto
es más que obvio, a sabiendas, los mismos aliados de que el pacto es
injusto y abominable por donde se lo mire, se mantendría oculto evitando
de esta manera ningún tipo de reacción, ya sea de los países
contratantes como del mundo entero. A
este documento, los firmantes anexaron un protocolo que entre otras cosas
mencionaba lo siguiente: Que
en cumplimiento del Tratado de Alianza de esta fecha, las fortificaciones
de Humaitá serán demolidas, y no será permitido erigir otras de igual
naturaleza, que puedan impedir la fiel ejecución de dicho tratado. (1º) Que
siendo una de las medidas necesarias para garantir la paz con el gobierno
que se establecerá en el Paraguay, el no dejar allí armas o elementos de
guerra, los que se encuentran serán divididos en partes iguales entre los
aliados. (2º) Que
los trofeos y botín que se tomen al enemigo serán divididos entre los
aliados que hagan la captura. (3º) Esto
fue simplemente para coronar las falacias expuestas un poco más arriba.
Es muy fácil entender las pretensiones aliadas; nos condenan a no tener
fortificaciones que en algún momento puedan llegar a comprometer sus
monopolios, restringiendo de esta manera nuestra soberanía. Por otra parte, nos manifiestan expresamente en dicho documento el saqueo del cual seremos víctimas, y todos, absolutamente todos los bienes de la república, ellos lo resumen en “trofeos y botín”. El Uruguay, cuya participación en la guerra fue exigua, devolvió los trofeos el 31 de mayo de 1885. Por su parte la Argentina lo hizo bajo la presidencia de Juan Domingo Perón el 19 de agosto de 1954, a ochenta y cuatro años de la finalización de la guerra. Sin embargo, el Brasil nunca devolvió los trofeos ni los cincuenta mil documentos robados del archivo nacional de Asunción. En
el mes de mayo de 1866, un año después de su firma, el tratado es
descubierto, causando notable revuelta en los países latinoamericanos y
en todo el mundo, principal motivo del carácter secreto del pacto. Carlos
de Castro, ministro encargado de las relaciones exteriores del gobierno
oriental y signatario del tratado del 1 de mayo, enseña una copia del
mencionado documento al ministro de Gran Bretaña, Mr. H. Lettson, con la
promesa de que lo mantenga con absoluta confidencia. Éste, por su parte,
hace exactamente lo mismo, traspasando el documento de manera íntegra a
su superior jerárquico Mr. John Russel, quien pusiera a disposición de
la Cámara de los Comunes de su gobierno, para su posterior publicación
por la prensa de Londres y el conocimiento del mundo entero. Los
aliados no consienten la metida de pata del compañero de causa uruguayo,
así en un breve borrador el general Mitre, comentaba la revelación con
su ministro Elizalde: “parece que
Castro le dio la copia… esto será un escándalo inaudito” [12] El
mismo De Castro, con una impotencia única, escribe a Lord Russel
diciendo: “(…) si una de las más
espléndidas conquistas para la diplomacia de los tiempos modernos, ha
sido la lealtad y la buena fe, acabáis, Lord Russell, de darle un rudo
golpe, deteniendo a su marcha progresiva, y haciendo estragos a la
verdadera civilización.[13] Muchos
países se manifestaron en contra del pacto, entre ellos podemos citar a
Bolivia, Ecuador, Colombia, Perú, Chile y hasta los Estado Unidos, con
arduas protestas en contra de la alianza, apoyando la causa paraguaya.
Todo documento de protesta fue en vano; el emperador del Brasil no cedería,
previo alejamiento de López del gobierno paraguayo, cosa que los demás
estados no acataban. Un
hecho digno de destacar fue el ofrecimiento del presidente boliviano Gral.
Mariano Melgarejo en acudir al escenario del conflicto con doce mil
hombres, en defensa de nuestra patria. También en Colombia causó conmoción
la revelación del tratado, el ministro de relaciones exteriores, José
Rojas Garrido, expresa el absoluto descontento de su gobierno en sendas
notas enviadas a los países firmantes. En
nuestro país, el pacto fue blanco de serias y enérgicas protestas por
parte de toda la población, de todas las edades y todas las clases
sociales. Nos comenta el historiador Efraín Cardozo: “La
publicación del tratado de la triple alianza tuvo en Asunción vastas
repercusiones populares. Los ejemplares de “El Semanario” eran
arrebatados de las manos. Hubo que tirar en hojas sueltas el texto y el
comentario que le acompañaban. Espontáneamente, sin que hubiera
preparativos, todas las clases sociales se congregaron en el Club Nacional
(…)”.[14] También
las bellas, pero a la vez valientes mujeres paraguayas, lanzaron su
protesta, tomando la palabra las señoras Eleida Peña de Molinas y Escolástica
Barrios de Gill: “La
mujer paraguaya, tiene ya hecha su resolución indeclinable al pie de los
altares de la patria: morir con ella antes de que sea vilipendiada por el
desnaturalizado enemigo que pretende despojarnos de nuestras virtudes, de
nuestro honor y de nuestra patria”.[15] Inclusive
los niños se manifestaron de la mano del maestro español Isidro Codina,
que en un excelente castellano expusiera lo siguiente: “(…)
Como preceptor de estos niños, cuyos padres son todos ciudadanos
paraguayos, y creyendo interpretar sus sentimientos, vengo a protestar en
sus nombres contra las pretensiones del enemigo de su patria, que intenta
arrebatar su sagrada independencia y sumirlos en la dominación extranjera
(…)”.[16] Entre
todos los miembros del espantoso pacto, uno de sus pocos defensores es el
Brigadier Bartolomé Mitre, uno de los principales protagonistas de la
firma. Este señor en su afán de querer defender lo indefendible nos
dice: “Los
soldados aliados y, muy particularmente, los argentinos, no fueron al
Paraguay a derribar una tiranía, en buena hora por accidente, ese sería
uno de los fecundos resultados de su victoria”. “Fueron
a vengar una ofensa gratuita, a asegurar su paz interna y externa, así en
el presente como en el futuro, reivindicar la libre navegación de los ríos
y reconquistar las fronteras de derecho, fuimos como argentinos sirviendo
a los intereses argentinos, y de la misma forma hubiésemos ido si en vez
de un gobierno monstruoso y tiránico como el de López, hubiésemos sido
insultados por un gobierno más liberal y civilizado”
[17] También
el mismo Brigadier deja bien en claro que los ejércitos aliados van en
busca de la destrucción del Paraguay. “(...)
no se va a matar a tiros a un pueblo, no se va a incendiar sus casas, no
se va a regar de sangre su territorio, dando por razón de tal guerra que
se va a derribar una tiranía a despecho de sus propios hijos que la
sostienen o soportan (...)”[18] “La
filosofía, la humanidad, y la moral desertarían de sus filas si hubiésemos
ido a matar paraguayos y destruir al Paraguay para redimir un montón de
ruinas y un grupo de viudas y huérfanos, cubriendo con la bandera de la
libertad el último cadáver del último sustentador de su tiranía.”
[19] Otro hecho resaltante, después de la publicación del tratado ocurre en la Argentina; el mismo Mitre, quien se hacía llamar defensor de la libertad de prensa, siendo titular de uno de los diarios de más tirada en la República Argentina, el 26 de julio ordena el cierre del suplemento de publicación periódica “La América” y la detención de todos sus directores. Las
consecuencias del tratado son trágicas para el país, podemos acoplar
también las consecuencias de la guerra misma. Por un lado tenemos el
legado limítrofe para con los países de la alianza; las consecuencias
sociales propias de un país devastado y las consecuencias económicas y
políticas, que son claramente manifiestas en la imposición de moneda
corriente brasileña y en la implantación del ejército de ocupación. La
población, que superaba los un millón trescientos mil habitantes antes
de la conflagración, quedó reducida a apenas doscientos mil habitantes,
de los cuales aproximadamente el 10% eran hombres, en su mayoría niños,
ancianos y extranjeros. Las iglesias y casas particulares fueron saqueadas
cargándose las mercancías en
los barcos brasileños y argentinos anclados en el puerto de Asunción.
También desaparecen todo tipo de tarifas aduaneras.
El
Paraguay pierde ciento cuarenta mil kilómetros cuadrados de territorio.
El Brasil se apodera de un suelo muy extenso y apto para la agricultura;
la Argentina del chaco austral y casi del boreal también, conflicto que
será subsanado más adelante. En síntesis, el Paraguay pierde una
extensión de tierra “casi igualable a los territorios de Cuba y Bélgica
juntos”, como comenta Chiavenato.
Sintetizando,
se lograron varios objetivos estipulados en el tratado; quitarle al
Paraguay la soberanía de sus ríos (Art. 11), responsabilizar al Paraguay
de la deuda de la guerra creando así una obligación imposible de cumplir
(Art. 14), repartir el territorio paraguayo o parte de él entre la
Argentina y el Brasil (Art. 16).
Entre
otros objetivos cumplidos por el tratado, tenemos que: derrocaron a
nuestro tirano, también sometieron a nuestro pueblo, arrasaron nuestras
fortalezas, nos despojaron de nuestras armas, arsenales y astilleros, nos
impusieron nuestros límites demarcatorios mediante un tratado unilateral.
Reglamentaron nuestra navegación, otorgándonos la “libertad” de
nuestros propios ríos, nos impusieron su moneda y nos permitieron tener
un gobierno no hostil a los intereses de la alianza.
“Más
de un autorizado historiador ha afirmado que la espinosa cuestión que
debió ser salvada, se refería a la soberanía paraguaya, con cuya garantía
no quiso comprometerse el canciller argentino Elizalde, sin lograr empero
la adhesión de sus colegas. Era el viejo sueño porteño de la
reconstrucción del virreinato reverdecido en la intención de Elizalde. A
propósito es conocida la referencia del ministro británico Thornton,
quien en una ocasión menciona haberle dicho al canciller argentino que
“esperaba vivir lo bastante para ver la incorporación de las repúblicas
orientales, paraguaya y boliviana a la confederación argentina”[20] Gracias a que el Brasil, por intereses propios, no cedía a las pretensiones de Argentina de quedarse con nuestro Chaco Boreal, y al laudo favorable para el Paraguay, pudimos conservarlo, pero el Chaco Austral no corrió la misma suerte. Crímenes de Guerra. Saqueo al país Ya
decía Alberdi, que “el derecho a
la guerra en sí es el derecho del homicidio, del robo, del incendio, de
la devastación. Estos actos son crímenes por las leyes de todas las
naciones del mundo. La guerra los sanciona y los convierte en hechos
honestos y legítimos, viniendo a ser en realidad la guerra el derecho del
crimen (...)”. [21] Lo
que nos queda por acotar, es que la guerra de por sí ya es un crimen, un
homicidio generalizado que no respeta a nada ni a nadie, exterminando todo
a su paso. ¿Que tipo de naturaleza jurídica puede tener un acto así?,
¿Defender la Soberanía?. Tal vez sea el único hecho válido para llegar
a una guerra en una nación civilizada escatimando hasta el último de los
recursos válidos. Pero
aquí el punto en cuestión es el crimen dentro del crimen, un acto
vergonzoso y repudiable desde cualquier punto de vista. Es muy sencillo,
en todas las guerras se cometen los llamados “crímenes de guerra”,
desde la antigüedad hasta nuestros días; desde los pueblos celtas que
usaban los cráneos de sus enemigos para tomar vino, hasta las humillantes
torturas proporcionadas por soldados norteamericanos a los prisioneros
iraquíes. Este crimen del crimen llegó a alcanzar grados de espanto, y
en nuestra epopeya estuvo al orden del día. El
tratado de por sí ya fue un crimen político, y a éste se le sumaron
todos los crímenes contra la humanidad de la que fueron partícipes los
aliados; ya sea en el campo de batalla, donde Gastón de Orleans, Conde De
Eu, entra en escena o en los vandálicos saqueos registrados en Asunción. Haciendo
gala al exterminio, los ejércitos aliados de la mano de Bartolomé Mitre,
cometieron crímenes con ensañamiento y alevosía. Así, podemos citar la
contaminación de las aguas de los ríos con cadáveres coléricos,
expandiendo así la mortal enfermedad hacia los militares y civiles que
bebían de esas aguas, siendo antecedente éste del principio de una
guerra bacteriológica. El
ejército aliado obligó a los paraguayos a luchar contra su propio ejército,
como nos comenta Ulrich Lopacher en una de sus anotaciones: “Durante
la rendición de Humaita aconteció algo notable: uno de los que se rendían,
abandonó, de pronto, a sus compañeros, se precipitó como loco, sobre
uno de los nuestros y lo abrazó, lo besó y no quiso desprenderse de él
(…) resultó ser una sargenta en uniforme de artillero y que había
participado del sitio en la fortaleza de Humaita. Nuestro compañero,
resultó ser su marido y luchaba como prisionero (…). En realidad debió
haber todo un batallón de prisioneros (…)”.
[22] También
fueron puestos a la venta un centenar de prisioneros paraguayos, vendidos
como esclavos al mejor postor, y teniendo como destino final el imperio
brasileño. Éste, ya en aquella época, albergaba la tímida suma de
cuatro millones de esclavos. Pero
aún mas desgarradores, son los hechos como la quema de hospitales y
degollamiento de personas en total estado de indefensión. Así, lo
tomaron como ocio, el Conde de Eu, cerrando y quemando el hospital de
Piribebuy, donde se encontraban ancianos y niños en estado calamitoso. Y
por otra parte, el uruguayo Venancio Flores, que al concluir las batallas
disfrutaba degollando prisioneros. Asunción
fue saqueada en su totalidad el 1 de mayo de 1869. Fue ocupada por las
tropas brasileñas causando desmanes en la desolada ciudad, así estos
nefastos personajes continuaron violando mujeres, niños y cualquier
ciudadano paraguayo. Y no nos olvidemos que la guerra era contra el
gobierno paraguayo. La ciudad fue saqueada en todo sentido, no hubo
respeto hacia nada, ni hacia nadie. Tampoco se salvaron las embajadas de
los gobiernos extranjeros. Así
escribe el cónsul francés a Caxias: “Vi
saquear el consulado de Portugal y la Legación norteamericana, mi propio
consulado fue por dos veces robado”. De esta misma forma también el
cónsul italiano alude que los consulados de su país fueron saqueados por
la caballería del coronel Vasco Álvarez. También alega el argentino
Garmendia “los vencedores entraron
a saco”. Un
caso muy curioso nos comenta Agüero Wagner:
“Los solados brasileños también se dedicarían a cobrar dinero para
devolver a sus familias niños extraviados, como el caso de Manuel Domeq
García, por quien su familia debió pagar ocho libras esterlinas en
rescate”.[23] Vemos que el país se encontraba totalmente en ruinas. Reinaba la anarquía total por las calles y ni los propios aliados podían sostener la situación[24]. Las casas fueron saqueadas en su totalidad, las puertas rotas a hachazos, la paz pública exterminada y una población que entre sus últimos suspiros clamaba por una justicia muy lejana para aquellos tiempos. La
alianza ha reducido a los pueblos del Plata a un papel secundario. Queda
bien claro que la guerra tuvo premisas colonizadoras, donde se impuso la
explotación del hombre por el hombre. De guerra a un tirano la
convirtieron en guerra a un pueblo. El Brasil y la Argentina llevaban el
estandarte de la civilización a un pueblo civilizado como el Paraguay. El
primero pregonaba el rol civilizador con sus cuatro millones de esclavos y
el segundo con la exterminación de gauchos en los fortines de la
frontera. Es
importante mencionar la participación del capital inglés en la
contienda, de la mano de sus agentes plenipotenciarios, grandes
comisionistas, y no de Gran Bretaña como se interpreta erróneamente. A
esto le sumamos la antigua, torpe y poco eficaz diplomacia de López. Así
tenemos la serie de factores que, como un todo, dieron arranque a la
guerra más sangrienta de Latinoamérica. Si
miramos un poco nuestro tema en sí, nos queda una serie de conclusiones.
Así, podemos afirmar que el tratado, tema central de esta monografía,
fue un pacto premeditado y no algo prematuro como sostuviesen los aliados.
Existe una serie de documentos y escritos que afirman contundentemente que
este tratado, ha pasado por un largo proceso de gestación, algo muy bien
pensado y hasta inclusive sus consecuencias fueron proyectadas a largo
plazo, como el caso de la deuda que dejaría la guerra. Finalizando,
es menester aclarar que es muy difícil hallar a los verdaderos
responsables de esta contienda. Considero que todos pusieron un grano de
arena para que esto se volviera algo insostenible, obviamente unos más
que otros, y que el tratado fue el documento que selló y condenó la
suerte de nuestro pueblo. Quisiera concluir con una ultima frase de Juan Carlos Gómez, digno defensor de la causa guaraní: “En el Paraguay anterior a la alianza, bastaba suprimir un tirano. En el Paraguay de la alianza hay que rehacer un pueblo”. -
Agüero Wagner, Luis: “Las
Banderas de Mitre”, Augusto Gallegos Producciones Gráficas y
Audiovisuales. -
Alberdi, Juan Bautista: “La Guerra
del Paraguay”, Edición Hyspamerica. -
Alberdi, Juan Bautista: “El Crimen de la Guerra”, Librería Histórica.
-
Benítez, Luis G.: “Historia Diplomática del Paraguay” -
Cardozo, Efraín: “Hace 100 años: Crónicas de la Guerra de
1864-1870”, Ediciones EMASA. -
Chiavenato, Julio José: “Genocidio Americano: La Guerra del
Paraguay”, Carlos Schauman Editor. -
García Mellid, Atilio; “Proceso a los falsificadores de la historia del
Paraguay, Tomo II” Ediciones Teoría. -
Niño, José M.: “Mitre. Polémica de la Triple Alianza”. Imprenta y
Casa Editora de Ad. Grau. -
Pomer, León: “La Guerra del Paraguay”, Centro Editor de América
Latina. -
Rosa, José María: “La Guerra del Paraguay y las montoneras
argentinas”, Peña Lillo Editor. -
Tobler, Lopacher: “Un suizo en la Guerra del Paraguay”, Editorial del
Centenario. - Trías, Vivian: “El Paraguay de Francia el Supremo a la Guerra de la Triple Alianza”. Cuaderno de Crisis 19. Referencias: [1] “Llora, llora urutaú, en la ramas del Yatay, ya no existe el Paraguay, donde nací como tú” [2] Chiavenato, Julio José, Genocidio Americano, Pág. 87 [3] Piña silvestre [4] Pomer, León, La Guerra del Paraguay, Pág. 20 [5] Artículo del Diario “La Nación Argentina” (propiedad de Mitre), citado por Chiavenato, op. cit Pág. 118. [6]
Chiaventao, J.J, op. Cit. 119 [7]
Chiavenato, J.J, op. Cit. 119 [8] Es una de las tres copias originales que fueron redactadas. [9] Estos historiadores expusieron el polémico protocolo en el libro “Felipe Varela contra el Imperio Británico” [10] Agüero Wagner, Luis. “Las Banderas de Mitre” Pág. 156 [11]
Cárcano, R.J “Guerra del Paraguay, Acción y Reacción de la Triple
Alianza, Pág. 182 [12] García Mellid, A. “Proceso a los falsificadores de la historia del paraguay, tomo II, Pág. 240 [13]
García Mellid A. “op.
Cit., Pág. 240.
[14] Efraín Cardozo, Hace 100 años, Crónicas de la Guerra de 1864-1870, Tomo IV, Pág. 153 [15] Efraín Cardozo, op. Cit , Pág. 157 [16] Efraín Cardozo, op. Cit , Pág. 159 [17]
Niño, José, Mitre, Pág. 234-235 [18]
Niño, José, op. Cit, Pág. 235 [19]
Niño, José, op. Cit, Pág. 236
[20] Benítez, Luis G., “Historia Diplomática del Paraguay” Pág. 217 [21] Alberdi, J.B, “El crimen de la guerra” Pág. 23 [22] Lopacher, Ulrich; Tobler, “Un suizo en la Guerra del Paraguay” Pág. 29 [23] Agüero Wagner, Luis, op. Cit , Pág. 165 [24] Decía el Gral. Emilio Mitre a Caxias “No quiero autorizar con la presencia de la bandera argentina en la ciudad de Asunción, los escándalos inauditos y vergonzosos que perpetrados por los soldados de vuestra excelencia han tenido lugar” |
Juan Marcos González García
Publicación autorizada, para Letras-Uruguay, por parte del autor, el día 7 de febrero 2008
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