Por cada ciudad se expande
la lengua sin descanso de la manteca
su mano toca y se prolonga
en cada poro de cada ciudad con sobrepeso
su rutina se expande
desde la madrugada hasta el estrés del celaje
y todavía más allá
incluso entre los clubes de sueño amordazado
y los sobrevivientes que gotean madrugadas
a modo de síntesis
por la ciudad se consume un litro de manteca por segundo
dos barriles de manteca cada hora
ocho barriles se destilan en cada restaurante y en cada mañana
veinte barriles se gastan durante el día y su ajetreo
inundando la capital de resbalosas reflexiones y respiros pegajosos
por las calles se enmantecan las ventanas y los edificios
y los transeúntes se ven envueltos en ráfagas de adiposa espesura
imposible acabar con este imperio resbaloso
la suerte de la humanidad es una fritura que se cocina en un comal. |