Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Néstor Tirri |
La
realidad que el hombre va descubriendo poco a poco rompe los moldes y las
teorías que la contuvieron durante un largo tiempo; los viejos barriles
son reemplazos por otros, pero ni Einstein es tan distinto de Newton, ni
Marx de Cristo, ni Sartre de Sócrates, para poner unos ejemplos. La
realidad tiende a volverse teórica cuando está tranquila, pero cuando
está intranquila produce revoluciones sociales como la francesa, o
reducciones del pensamiento como la antropológica de Feuerbach, o la
fenomenológica de Husserl o la sociológica de Marx. A la desconfianza que Gombrowicz le tenía a las ideologías se le podría agregar además la poca que le tenía a la cultura política y científica de los habitantes de nuestros pueblos del interior. En una de sus vacaciones en Tandil estaba tomando un café y conversando con un hombre experimentado, director de una empresa importante: –¿Qué le parece?, ¿cuántos muertos hubo en Córdoba durante la revolución contra Perón del 16 de septiembre?; –Veinte mil; –¡Pero qué bah, esa batalla duró dos días y no hubo más de trescientos muertos. |
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Néstor Tirri |
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Karl Marx y Jenny von Westphalen, |
Y
cuando fue a Goya, también en una mesa de café: –¿Cuántos muertos
hubo en el bombardeo a la Casa Rosada del 16 de junio?; –Más o menos
quince mil; –¡Pero ni siquiera trescientos! En Santiago del Estero un
estudiante le decía que Sigmund Freud no le servía a los argentinos
porque el psicoanálisis es una ciencia europea y nosotros somos
americanos. Sea
como fuere, los integrantes del cuarteto Gombrowicz considerábamos al
Mariposón como a un partiquino, un advenedizo que con astucia había
metido la nariz en "Gombrowicz o la seducción", la película de
Alberto Fischerman. El
comunismo del Mariposón tiene un cierto parentesco con el de Stefan, uno
de los protagonistas de los primeros cuentos de Gombrowicz. Un
programa en el que su madre debía ser cortada en pequeños trozos y
repartida en partes iguales entre quienes no fueran suficientemente
devotos en sus oraciones para aumentar su devoción; que lo mismo debería
hacerse con su padre entre aquellos cuya raza fuera poco satisfactoria
para aumentar su dignidad.
Stefan elegía el término comunismo porque constituía para los intelectuales que le eran adversos un enigma tan incomprensible como lo eran para él las sonrisas sarcásticas y los rostros brutales de esos intelectuales. Es
posible que Stefan no fuera comunista sino tan solo un pacifista
militante. Navegaba por el mundo en medio de opiniones incomprensibles y
cada vez que tropezaba con un sentimiento misterioso, fuera la virtud o la
familia, la fe o la patria, sentía la necesidad de cometer una villanía. |
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Juan Carlos Gómez
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