Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Mihály Dés |
El Porcus Hungaricus era el editor responsable, ésta es una manera de decir, de la revista "Lateral", una publicación de la misma "terra mítica" del Orate Blaguer. Cuando el Aceitoso nos puso en contacto el Porcus Hungaricus sufrió una transformación notoria y, aunque magiar, las cosas entre nosotros tampoco terminaron bien, como no lo habían terminado con el catalán, no podía ser de otra manera. Este sombrío profesor de Literaturas Eslavas de la Universidad de Barcelona le pidió al Aceitoso que se pusiera en contacto conmigo después de la aparición de "Cartas a un amigo argentino" pues tenía interés en publicar parte del epistolario en su revista, cosa que hizo en mayo del año 2000. |
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Mihály Dés |
El Porcus Hungaricus era el editor responsable, ésta es una manera de decir, de la revista "Lateral", una publicación de la misma "terra mítica" del Orate Blaguer. Cuando el Aceitoso nos puso en contacto el Porcus Hungaricus sufrió una transformación notoria y, aunque magiar, las cosas entre nosotros tampoco terminaron bien, como no lo habían terminado con el catalán, no podía ser de otra manera. Este
sombrío profesor de Literaturas Eslavas de la Universidad de Barcelona le
pidió al Aceitoso que se pusiera en contacto conmigo después de la
aparición de "Cartas a un amigo argentino" pues tenía interés
en publicar parte del epistolario en su revista, cosa que hizo en mayo del
año 2000. "Tu
último fax me fascinó. Me sentí partícipe impostor de una vieja pieza
teatral que no cesa: tú haciendo el perenne papel del Goma brillante y
susceptible (...) he actuado como un porcus hungaricus pero he cumplido
con los grandes objetivos esenciales: 1) Crear un maravilloso material con
y sobre tu correspondencia con Gombrowicz 2) Iniciar una amistad que va más
allá de una mera y vulgar correspondencia y, en su falta, puede
convertirse en un metacarteo 3) Lograr que las chicas laterales se
enamoraran de ti" Las razones que la llevaron a la bancarrota no son bien conocidas, pero no son pocos los que piensan que algo que ver tuvo con su destino malogrado el aspecto un tanto dudoso del elenco editorial que aparece en la fotografía en la que el Porcus Hungaricus se distingue por su cabellera blanca. La
feliz circunstancia de que haya coincidido la reedición de "Gombrowicz
en Argentina" con el renacimiento de "Lateral" nos obliga
con el Porcus Hungaricus, por lo que lo estamos haciendo miembro otra vez
del club de gombrowiczidas. La repetición de este fenómeno se ha convertido para mí en un objeto decisivo, del mismo modo que le había ocurrido a Gombrowicz con un cenicero. "Yo
miro esta mesa y me fijo en el cenicero. Si me fijo sólo una vez no pasa
nada. Pero si vuelvo al cenicero y lo miro otra vez, entonces me voy a
preguntar por qué el cenicero se ha convertido en un objeto más
interesante que los demás (,,,)" Las transformaciones que sufren mis relaciones con algunos gombrowiczidas tienen un cierto parecido con las mutaciones que observa Gombrowicz sobre la mano de un mozo del café Querandí, una mano que pasa de una inocencia absoluta a una posesión diabólica. A
las diez de la mañana estaba tomando un café en el Querandí. El mozo se
le acerca y Gombrowicz empieza a ponerle atención a su mano que cuelga
silenciosa, secreta y desocupada pero, de pronto, sin saber por qué, sus
pensamientos vuelan hacia un árbol que había visto una vez desde la
ventanilla del tren. Su
propia mano descansaba tranquila en el bolsillo, también descansaban
tranquilas las manos sobre las rodillas de los automovilistas que corrían
en sus coches. Más
tarde, en el restaurante Sorrento, se le acercó el mozo, también con una
mano desocupada igual que en el Querandí, una mano que sólo era
importante porque no era aquélla. Está adorando un objeto que él mismo
enaltece. Se arrodilla frente a un objeto que no tiene derecho a exigir
que se postren ante él, de modo que el ponerse de rodillas sólo depende
de Gombrowicz. Escogió esa mano del Querandí para agarrarse de algo,
para tener un punto de referencia. |
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Juan Carlos Gómez
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