Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Michel Mohrt |
Sin saber a qué santo encomendarse con ese Gombrowicz tan difícil Jeremi Stempowski decide presentarle a algunos polacos de la colectividad y también a algunos escritores argentinos como Manuel Gálvez y Arturo Capdevila. Estos dos distinguidos escritores le brindaron a Gombrowicz una exquisita hospitalidad, pero la sordera de Gálvez, las ocupaciones de Capdevila y su propia falta de seriedad lo pusieron finalmente en las manos de unas jóvenes estudiantes que lo iniciaron en el mundo de la galantería argentina. En esta prehistoria de sus aventuras en la Argentina el grupo de Victoria Ocampo brillaba como una estrella. |
La
actividad de escribir le proporciona a los hombres de letras una mayor
facilidad de la que tienen los hombres que no escriben para darle
distintos aspectos a lo que son y a lo que les ocurre, siendo Gombrowicz
un buen ejemplo de todo esto. En
ese año fatídico Roger Pla le había presentado a Antonio Berni y en
la casa del pintor dio una charla sobre el por qué y el cómo Europa
había sentido el deseo del salvajismo, y cómo esta inclinación
enfermiza del espíritu europeo podía aprovecharse para la revisión de
la cultura demasiado alejada de sus propias bases. La
razón por la que Gombrowicz haya sido tan mal recibido por el
Asiriobabilónico no es demasiado comprensible. Si bien es cierto que
era algo arrogante e histrión se encontraba en una situación
marcadamente inferior, era un extranjero sin prestigio ni fortuna. A
pesar del derrumbe social e intelectual que padecía Gombrowicz en sus
primero años de vida en la Argentina se empecinaba en seguir dando
clases de aristocracia. Antonio Berni observaba en la Fragata cómo
Gombrowicz hacía muecas delante de un espejo mientras tomaba actitudes
de emperador, de obispo o de militar. A
pesar de la incertidumbre y de la angustia, cuando Gombrowicz se va de
la Argentina se divertía estimulando a algún periodista amigo para que
publicara alguna nota destacando su situación estrafalaria y situándolo
en algún balneario brasileño de moda, seduciendo a famosas estrellas
de cine como Zsa Zsa Gabor. Estas maniobras quedaron en muy poco y prácticamente nadie se enteró de nada, Gombrowicz tuvo que esperar todavía un tiempo más para que se le abrieran las puertas de esa formidable diversión. Pero el momento finalmente le llegó. Cuatro años más tarde, en 1967, recibe el Premio Internacional de Literatura por el que se le había despertado un apetito feroz al enterarse, leyendo una nota de "Le Monde", que el galardón había pasado de diez mil a veinte mil dólares. Lo
primero que atinó a hacer cuando supo que lo había ganado fue preparar
una lista de sus enemigos literarios, regocijándose de antemano con la
amargura desesperante que les iba a despertar. "El
crítico francés Michel Mohrt, al defender mi candidatura en su magnífica
intervención en la sesión del jurado, dijo entre otras cosas: ‘En la
creación de este escritor hay un secreto que yo quisiera conocer, no sé,
tal vez es homosexual, tal vez impotente, tal vez onanista, en todo caso
tiene algo de bastardo y no me extrañaría nada que se entregara a
escondidas a orgías al estilo del rey Ubú’ (...)" La
culpa de que la intelligentsia argentina lo haya ignorado y maltratado
durante un cuarto de siglo la habían tenido los hipopótamos polacos,
según lo manifestaba el mismo Gombrowicz. Cuando
al final de su vida le preguntan si la holgura europea no le había
llegado un poco tarde, Gombrowicz se acuerda de los hipopótamos polacos
y de los empecinados argentinos que le habían dado la espalda durante
un cuarto de siglo. |
ver La identificación de los apodos y de la actividad |
Juan Carlos Gómez
Ir a índice de América |
Ir a índice de Gómez, Juan Carlos |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |