Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Marta Lynch |
"(...) Goma, póngase en contacto con Marta Lynch, Madero 222, Vicente López. Autora de una novela premiada, "La alfombra roja", edad 30 años, casada o soltera, me escribió una carta dramática diciéndome que justamente cuando ella, después de terribles vacilaciones, se animó a acercarse al genio, el genio se fue. Leyó Ferdydurke, la Pornografía y el pedazo de Diario sobre Retiro. ¿Me ama? Parece inteligente y simpática, puede ser que usted, Goma, tendrá una buena compañera para charlas interminables sobre mí (es curiosísima de cada detalle), escríbale que yo le pedí que sea ante ella algo así como mi embajador plenipotenciario. Y a lo mejor póngala en contacto con la muchachada. Dice en su carta ‘Leí un fascinante reportaje o recuerdo en forma de tal de unos locos sueltos que me atraen a fuerza de fastidiarme y que escriben en Eco Contemporáneo’ (esto hágalo saber al Asno, pues los jóvenes autores son muy ávidos de tales datos) (...)" |
"Para
Marta Lynch, Certificado: Juan Carlos Gómez, alias ‘Goma’, es el
argentino más iniciado en mi mundo y conoce mucho de mis secretos...Witold
Gombrowicz 1963" La idea de Gombrowicz de que me pusiera en contacto con ella fracasó, faltó a una cita que habíamos concertado en la Fragata. Le propuse con nos encontráramos en ese café, cuando me preguntó de qué manera nos reconoceríamos le respondí que llevara una gallina debajo del brazo. "La
alfombra roja" era una novela muy comentada en el Buenos Aires de
aquel entonces, una obra que puso en verdaderos apuros a Gombrowicz cuando
la recibió en Berlín, por lo menos eso es lo que nos decía en las
cartas.
"Ocurrió
con la Lynch que no sabiendo qué decir de la novela (pues no la leí)
dije que no es social sino erótica y ocurre que acerté pues me mandó
carta diciéndome, ¡que grande!, cómo lo supo, esto es, nadie lo pescó
aquí etc. etc. ¡Qué cosa!" Las
palabras que le escribió Gombrowicz a Marta Lynch sobre "La alfombra
roja" y los comentarios públicos que había hecho la escritora sobre
el prefacio de "Hernán" terminaron malogrando hasta cierto
punto la buena relación entre ellos. El Asno, para echar más leña al
fuego, aprovechó la circunstancia de que ella era Lynch por el apellido
de su esposo, un conocido abogado de la clase alta argentina, pero su
verdadero nombre era Marta Lía Frigerio de Lynch. "(...) La Lynch, informa el Asno, parece que es hermana de Rogelio Frigerio. ¡Ojo! Me temo que la pobre al leer el fragmento sobre Retiro lo interpretó como si se tratara del amor al pueblo (...)" Pasaron
cuarenta y cinco años desde aquel lejano 1963, cuando Gombrowicz le
certificó a Marta Lynch que yo era el argentino más iniciado en su
mundo. Hace unos pocos días recibí una carta de Enrique Lynch, hijo de
la escritora y profesor en la carrera de Filosofía en la Universidad Autónoma
de Barcelona. Enrique Lynch ha llevado a cabo una gran variedad de
trabajos siempre relacionados con las letras, y encabeza su página web
con una cita de Gombrowicz.
La
carta que me escribe es amable y hace referencia a un gombrowiczidas en el
que hablo del Pato Criollo. Estos
comentarios de Enrique Lynch, al que de ahora en más conoceremos como el
Aseado, acerca de la falta de aseo de mis misivas sobre la Galaxia
Gombrowicz, se me asociaron con otros del Benevolente. "Se
ha dicho que le he dado mantenimiento a los clásicos de Borges (a
Melville y su Bartleby), pero también es cierto que he acompañado los éxitos
de librería de Robert Walser (a quien saqué modestamente del invernadero
de las solapas y lo convertí, gracias a Doctor Pasavento, en un santo
laico), de Georges Perec (uno de los autores que he decidido doblar,
duplicar), de Fernando Pessoa (propongo que se multipliquen, como los
peces, los heterónimos) y de Witold Gombrowicz, el noble polaco al que
algún imbécil debería dejar de manosear"
En efecto, después de una narración metafísica y bucólica que remata con la aparición de un cocodrilo Gombrowicz sigue todavía muy inspirado y mete en los diarios los relatos de la casa de los Pueyrredón, del cretino de la columna de Creta y del fotógrafo impostor. Finalmente
una lectora de Canadá se cansa de tantas historias superficiales y le
manda una carta amarga reprobándole la costumbre que estaba adquiriendo
de escribir tonterías, una carta con la que Gombrowicz no está de
acuerdo. Gombrowicz lee con atención la carta y reconoce que el diario publicado en noviembre le salió un poco frívolo, especialmente con el cuento del cocodrilo, pero no está dispuesto a escribir sólo para la satisfacción de los lectores, les pide que le dejen cierta libertad y que no se entrometan demasiado en su trabajo. "Cuidad
de que mi diario tenga el mínimo indispensable de inteligencia y
vitalidad, la cantidad exigida por el nivel medio de la palabra impresa,
pero en cuanto al resto, dejadme las manos libres (...)" Pero
Gombrowicz no puede con el genio, e inmediatamente después de estas
reflexiones tan atinadas que hace para la lectora de Canadá mete en el
diario unos versos indecentes que escribe en la puerta de un baño.
En
seguida le advierte a los lectores que había dudado antes de confesar
esta manía, pero le había resultado tan fascinante que se lamentaba de
haber perdido tanto tiempo sin conocer un placer tan barato y desprovisto
de riesgo. |
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Juan Carlos Gómez
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