Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Marcel Proust |
Gombrowicz devoraba a los polacos con la vista para investigar las características de sus movimientos, su forma de hablar y sus caras. Mientras vivió en Polonia no estuvo seguro de las impresiones que le despertaban los polacos, pero aquí, en la Argentina, pudo contrastar esas impresiones con un material humano de los más variado, compuesto de todas las razas y de todas las naciones posibles. "Es para mí como una especie de placer doloroso el mirar de improviso a un polaco y verlo de esta nueva forma, igual que se ve a un extranjero, pudiendo verificar de ese modo mis impresiones anteriores cuando estaba aprisionado por la polonidad y, ¿para qué ocultarlo?, bastante atormentado por ella. Hace poco, en Buenos Aires, experimenté de un modo repentino e inesperado una confrontación así" |
|
Marcel Proust |
Se
refiere al encuentro con un director de orquesta polaco del que fui
testigo. Mientras el público escuchaba con atención un concierto en la
Facultad de Derecho, Gombrowicz sacó un gotero del bolsillo, lo ascendió
cuanto pudo con el brazo bien extendido y empezó a descolgarse gotas en
la nariz desde lo alto, haciendo todos los aspavientos posibles para
llamar la atención. Cuando terminó el concierto fuimos a ver al director
polaco, Stanislaw Skrowaczewski, habló un rato con él incomodado por el
placer doloroso de la confrontación, acordaron un encuentro para el día
siguiente y nos fuimos. Después de un tiempo le pregunté a Gombrowicz qué
le había parecido nuestra orquesta al maestro polaco: –Vea, no quiero
desanimarlo, me dijo que tiene el nivel, más o menos, de las bandas de música
que tocan en las plazas de Varsovia. Las
características físicas y espirituales del maestro Stanislaw
Skrowaczewski que Gombrowicz había notado durante el concierto, se le
organizaron en esa forma de tipo polaco que ya conocía, igual que lo que
ocurre con un paisaje cuando un detalle nos lo permite identificar como
algo familiar. "Lo
captó el ilustre Marcel Prust al describir sus encuentros con un pequeño
grupo de ‘muchachas en flor’; al conocerlas más de cerca, cuando le
fueron reveladas sus preocupaciones, intereses, sueños y penas, las
encantadoras muchachas dejaron de encantarle; y lo mismo le ocurrió con
los salones de la aristocracia parisina, que se le convirtieron en
aburrimiento cuando dejaron de ser algo desconocido y misterioso. Pero
para Proust la vida consistía sobre todo en conocer, o sea en matar el
encanto que nace de nuestra ignorancia" El
ilustre Marcel Proust podía alcanzar algunas verdades sobre el misterio
con su refinamiento pero Gombrowicz andaba buscando una actitud más drástica,
no tan protegida por los afeites y los bibelots. Para
combatir a Proust Gombrowicz busca una figura de contraste, y a pesar de
todas las diferencias que tiene con él elige a Sartre. Su obra
fundamental, "El ser y la nada", era practicamente desconocida
en Francia, pero igualmente los franceses hablan pestes de Sartre. Proust es colmado de mimos hasta en la tumba, Sartre, en cambio, es tal vez el único de los grandes artistas franceses detestado por sus compatriotas. "Quién
demonios es, en comparación con las montañas de revelaciones sartrianas,
un Borges argentino, sopita aguada para literatos? Pero a Borges lo tratan
con guantes de seda, mientras que a Sartre lo zamarrean... ¿Será sólo a
causa de la política? ¡Sería una mezquindad imperdonable! ¿Mezquindad?
¿Acaso no será la política, sino simplemente la misma mezquindad lo que
está en la base de esta animosidad? ¿Se detesta a Sartre porque es
demasiado grande?" Pero
es Sartre quien echa abajo las puertas cerradas; aquello que en Proust y
en toda la literatura francesa es continuación, en Sartre toma el carácter
de una iniciación. Para
desenmascarar el refinamiento y la falsa desnudez de ese espíritu francés
que tan bien representaba Proust Gombrowicz decide hacer una experiencia
crucial. "(...) cundió el pánico, salieron rajando por puertas y ventanas. Me quedé solo. El restaurante estaba desierto, hasta los cocineros habían huido... Sólo entonces me di cuenta de lo que estaba haciendo, de lo que pasaba..., y me quedé así, hecho un tonto, con una pernera puesta y la otra en la mano" Kot
Jelenski lo ve y entra al restaurante: –¿Qué pasa? ¿Te has vuelto
loco?; –Empecé a desvestirme y todo el mundo se dio a la fuga; –Eres
un insensato, ¿a quién pensabas asustar con la desnudez? "Observa, la cosa es que esa gente, incluso al desnudarse se viste, y la desnudez sólo significa para ellos unos calzones más. Pero cuando yo me he bajado sin más los pantalones, les ha dado un soponcio, más que nada porque no lo he hecho según Proust, ni a lo Jean Jacques Rousseau, ni según Montaigne o en el sentido del análisis existencial, sino simplemente para quitármelos" |
ver La identificación de los apodos y de la actividad |
Juan Carlos Gómez
Ir a índice de América |
Ir a índice de Gómez, Juan Carlos |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |