Gombrowiczidas | |
Witold Gombrowicz y los atorrantes |
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“¡Tyrmand! ¡Éste sí es un talento! ¡Cuánto sex-appeal tiene ‘El malo’, una novela en un trescientos por cien varsoviana! Literatura de un barrio bajo arruinado, lleno de escombros y hoyos. Y sin embargo, todo brilla, brota, resuena, canta. Tyrmand encarna perfectamente la continuidad de nuestra poesía romántica, él ha heredado su penacho, él escribe su prosecución, pero a la medida ya de la nueva historia: la proletaria (...)” Gombrowicz buscó durante toda su vida un punto de encuentro ente la superioridad y la inferioridad, entre la inteligencia y la estupidez, con un movimiento de ida y de vuelta, ascendente y descendente, conservando por separado las propiedades que tienen cada una de esas esferas, una aspiración a la totalidad y a la universalidad característica de la cultura contemporánea, y esa búsqueda lo acercó a los atorrantes. |
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Witold Gombrowicz |
La cuestión de escribir adrede una novela buena para las masas, es decir, mala para la intelligentsia, no parecía más fácil a primera vista que escribir una novela buena. Escribir una novela buena para las masas no significaba en absoluto escribir una novela accesible, interesante, noble e impregnada de cultura como las de Sienkiewicz, sino escribir una novela con lo que las masas experimentan en realidad penetrando sus instintos más bajos. El que emprendiera esta tarea debería liberar su imaginación más sucia, turbia y mediocre, quitarle las cadenas a la conciencia oscura y baja. Este pobre concepto de las masas tenía más que ver con el miedo que con el desprecio. La intelectualidad polaca estaba amenazada por el primitivismo de la masa mucho más ignorante y terrible en Polonia que en otros países de cultura superior. En la cultura no sólo el inferior debe ser creado por el superior, sino también a la inversa. El proyecto no terminó bien, era una tarea gigantesca y peligrosa, diez años después se dio cuenta que había estado jugando con fuego, algo enfermizo que llegó a sus manos le hizo tomar conciencia. Un joven llegó a su casa con un manuscrito bajo el brazo pidiéndole que lo leyera, que la obra tenía un gran impulso erótico para excitar a los lectores. La causa del suicidio no podía ser esta novela que se complacía en la porquería, pero esa obra era la expresión de un estado de ánimo que condujo al joven a la catástrofe. Diez años atrás, a pesar de las apariencias y de una existencia de aspecto casi despreocupado, no había estado lejos él mismo de tomar una decisión parecida, Gombrowicz debía estar terriblemente desesperado. Esta historia muestra cómo en Polonia el hombre culto no estaba protegido de la presión de la masa por instituciones y tradiciones sólidas, por la jerarquía y el orden social como lo estaba en Occidente. “En nuestro país la inteligencia, la sutileza, la razón, el talento, están completamente indefensos ante toda clase de inferioridad proveniente de los bajos fondos de la sociedad (...)” Su aspiración de escribir desde el nivel de abajo fracasó, sin embargo, en uno de los testimonios argentinos aparece una costurera polaca nada culta que estaba encantada con la lectura de
“Transatlántico”, especialmente con los pasajes en que se miran los zapatos cuando no tienen nada que decirse, o cuando le aconsejan al protagonista que se presente o que no se presente a la embajada, que vaya a la guerra o que no vaya. “Hoy sigo apreciando ‘El malo’ de Tyrmand, esa novela es para mí como una especie de poema con gorra visera, apestando a vodka y a desastre, con una luna romántica por encima de las ruinas de una Varsovia inexplicablemente erguida. ¿Fácil? ¿Policiaca? ¿Popular? ¿Casi arrabalera? ¡Pues sí! Y justamente porque este canto surgido de una cara desfigurada, sin dientes, no repara en nada (...)” “¿Será porque Tyrmand, al lograr la libertad, aprovecha la ocasión para ajustar sus cuentas personales? Incluso si fuera así, ¿acaso cada juicio promovido en contra del régimen polaco actual no es, sobre todo, un ajuste de cuentas personal? Además, una característica de Tyrmand, igual que la de todos aquellos formados en la Polonia de la posguerra, es la falta de cristalización, son como un líquido turbio que no ha conseguido sedimentarse (...)” “Yo le permitiría a Tyrmand luchar con las armas que quiera y como quiera, y observaría lo que se revelase en medio del fuego de esta batalla porque en ‘La vida social y sentimental’, aunque sea en cierto modo una sátira y un análisis de un desdentado tenor lírico, nos introduce en la realidad..., en cierta realidad particular, la polaca..., que se vuelve insólita y extraordinariamente característica (...)” “Esto marca la obra con un sello de una autenticidad particular, lo cual se aprecia mejor en las frases más inocentes, las menos comprometidas políticamente, las pronunciadas de paso, como sin querer”. Ese poema con gorra visera, apestando a vodka y a desastre, con una luna romántica por encima de las ruinas de Varsovia inexplicable erguida que escribió Tyrmand golpeaba en el corazón de los polacos. La novela tiene lugar durante los últimos tres días antes de la capitulación alemana. La Polonia nacionalista y la socialista pugnan por ocupar el poder del nuevo Estado. La grandeza de “Cenizas y diamantes” reside, sobre todo, en la autenticidad histórica que destila: la desorientación de los protagonistas, la desmoralización unida a la esperanza, el pasado que se intenta borrar a toda costa. También aparecen los diamantes y el lujo del Hotel Monopol, donde la decadente aristocracia polaca vive sus últimos días entre matones y facciones políticas. Pero esas gorras viseras, esas maneras de andar por las calles varsovianas de Tyrmand y de Andrzejewski estaban también dentro de Gombrowicz. “Estuvimos discutiendo sobre este tema con grupo humano de varias lenguas (...)” “Sí, es un tema bastante sobado..., pero aquellas gorras..., y aquella manera de andar...Precisamente esos detalles de tercer orden, que no se sabe cómo llegan a la pantalla, eran los que más les habían interesado”. A pesar de su mal alcohol incurable Gombrowicz tenía compañeros atorrantes y borrachos en Polonia, era una amistad con algunas reservas y un poco forzada. “Ahogaban en vodka el absurdo de la situación polaca, su trágico callejón sin salida, que a cada esfuerzo honrado ponía un signo de interrogación”. Ese grupo de poetas beodos estaba unido bajo el signo de la broma y de la burla, y aparte de la vodka y las mujeres no tomaba nada en serio, ni siquiera el dinero. El verdadero Dios de ese gremio era el sentido del humor. Era un fenómeno social vergonzoso, ningún miembro de ese grupo era un artista de gran envergadura y su producción literaria no se caracterizaba por la decencia que distingue a un hombre con el gusto formado y la imaginación disciplinada. Su mundo era desordenado y anárquico, le faltaba el reflejo de las personas cultas que con la herencia, la educación y la tradición sustituyen con éxito la ausencia de ideología, de moralidad y de fe. En la tercera actualización de su inmadurez que hace en la Argentina conoce a los jóvenes de Tandil, por ese entonces el centro de la importancia era ocupado por la desfachatez y la ligereza de la adolescencia. “También soy colega de Cox, un chico largo y flaco de diecisiete años que tiene algo de botones de un hotel de gran ciudad...: familiaridad con todo y experiencia de todo (...)” “Es una sabiduría proveniente de la esfera inferior, la sabiduría de un atorrante, de un vendedor de periódicos, de un ascensorista, de un mozo de recados, para quienes la esfera superior tiene valor en la medida en que se le puede sacar dinero. Churchill y Picasso, Rockefeller, Stalin, Einstein son para estos muchachos de Tandil caza mayor que desplumarían hasta la última propina si los pescaran en el hall del hotel (...)” Durante la conferencia, en un momento desgraciado, lo presentan como el autor de “Fidefurca”. Termina el acto y Gombrowicz estampa en el libro de la Asociación de Escritores su firma, tras lo cual se lo pasa al Asno para que lo firme también. Esto vuelve a provocar inquietud porque el Asno está en la edad del servicio militar y todavía no tiene pinta de literato. Le llega el turno a una poetisa grasienta y barrigona, se levanta de un salto, mientras balancea el busto de un lado para otro y agita los brazos, emite manojos de rimas nobles. Gombrowicz no aguantó más y lanzó una carcajada tras la espalda del Asno, que también soltó una carcajada pero sin ninguna espalda que lo protegiera. En medio de miradas indignadas se levantó el laureado para soltar su discurso. |
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Juan Carlos Gómez
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