Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y la forma |
Quienes sigan atentamente las aventuras de estos gombrowiczidas habrán leído con algún provecho "Witold Gombrowicz y la Inmadurez", le ha llegado el momento entonces, pues la inmadurez ya debe estar más o menos digerida, de darle lugar a la forma. La Argentina fue para Gombrowicz un gran campo de maniobras, en este lugar neutral, como si fuera la mesa de un café, intentó establecer los límites al problema de poner en claro si el par dialéctico inmadurez-forma, una intuición que planea sobre toda su obra, era una verdadera reducción ontológica del hombre o tan sólo una perogrullada o una tautología. La concepción de la forma no es para Gombrowicz un problema conceptual, como lo es para la filosofía, sino un problema práctico. "Pero el hecho de que mi madre no quisiera ser lo que era, que no quisiera reconocerse a sí misma, terminó vengándose de ella, porque nosotros, sus hijos, le declaramos la guerra (...) Y fue allí, seguramente, donde comenzaron mis dolorosas contorsiones con la forma polaca, que producían en mí un efecto parecido al de las cosquillas: uno se troncha de risa, pero no resulta agradable (...)" |
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Gombrowicz |
"Mi
sensibilidad respecto a la forma, que demostré desde mi más temprana
infancia, me permitió más tarde hallar mi propio estilo literario y
crear un género que va consiguiendo poco a poco derecho de ciudadanía
en el mundo (...) Una cosa era cierta y yo me daba cuenta: mis primeras
tentativas literarias manifestaban una fuerte oposición... oposición a
todo... su tono era rebelde... Si entro en esta Cámara de los Lores, me
decía, será como Byron, para sentarme en los bancos de la oposición" La
realidad surge de asociaciones de una manera indolente y torpe en medio
de equívocos, a cada momento la construcción se hunde en el caos, y a
cada momento la forma se levanta de las cenizas como una historia que se
crea a sí misma a medida que se escribe, introduciéndose de una manera
ordinaria en un mundo extraordinario, en los bastidores de la realidad.
Gombrowicz descompone el mundo en elementos de la forma, pero también
recrea la reacción del hombre frente a ese proceso de descomposición,
de modo que es de nuevo el hombre y no la forma quien se halla en el
centro de la obra. "(...) ignoro cuál es mi forma, lo que soy, pero sufro cuando se me deforma. Así, pues, al menos sé lo que no soy. Mi ‘yo’ no es sino la voluntad de ser yo mismo (...)" Como
la escritura es también una forma en sí misma, Gombrowicz se refiera a
ella como una ultractividad de su propia naturaleza, por lo menos para
su propia obra. Las
frases y los elementos en estado caótico le impondrán al autor, por la
propia necesidad interna de la forma, una representación más amplia:
escenas y una trama en estado de nacimiento que sólo deben satisfacer
las necesidades de la imaginación. En este segundo momento, el caos
inicial se reduce y aparecen con alguna claridad las asociaciones y los
elementos excitantes y misteriosos cuya acción se amplía; un
repiqueteo que el autor debe buscar siempre.
Los
miembros de este conjunto, si es que la creación se realiza de esta
manera, es decir, si el autor evita la intervención pesada de las líneas
de realidad, adoptan un comportamiento que define su naturaleza y sus
funciones. Es aquí donde aparecen las escenas claves, las metáforas y
los símbolos que ya apuntan en una dirección determinada ante la que
no se puede exclamar: –¡Elimino! Del caos inicial, por una acumulación
de forma, se pasa a las escenas, a los personajes, a los conceptos y a
las imágenes que el proceso de control ya no puede eliminar, y lo ya
creado dictará el resto. El sentido interior de la vida es el ángel de la guarda que toma la palabra para confrontar constantemente la imaginación con la realidad y para mediar en la lucha entre la vida y la existencia. "(...) cuanto más loco, fantástico, intuitivo, imprevisible e irresponsable seas, tanto más sobrio, responsable y dueño de ti mismo debes ser". Resulta
útil ver cómo Gombrowicz pone en funcionamiento esta concepción de la
forma aplicada a la actividad de escribir en su propia obra. En uno de
los primeros intentos que hizo en los diarios, al que podríamos
considerar como un intento metaliterario, Gombrowicz se las arregla para
desvincular a la forma de sus ataduras y darle vida propia echando mano
a Creta. De
vuelta en la ciudad se dirigió al café Rex pero, de repente, desde el
café París, le hacen señas unas señoras conocidas que aparentemente
estaban sentadas a la mesa comiendo bizcochos que mojan en la crema. Al
salir del café París se dirigió al café Rex. En el camino se le
acerca una persona desconocida, le dice que hacía tiempo que quería
conocerlo, lo saluda, le da las gracias y se va. "Yo hago señas. De repente ella (pero no, yo no puedo hacer el cretino; sin embargo, si tengo que desenmascarar al Cretino debo hacer el cretino); entonces ella le enseña hasta que él se asoma y ella le enseña con saña (pero qué es lo que enseña?), después de lo cual los dos se ensañan ligeramente, y uno hacia aquí, el otro hacia allá, y, ¡puff!... (¡Esto sí que no puedo decirlo, está por encima de mis fuerzas!)" |
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Juan Carlos Gómez
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