Gombrowiczidas | |
Witold Gombrowicz y Juan Forn |
|
El
camino hacia mi encuentro con los hombres de letras hispanohablantes empezó
con Gombrowicz, siguió con el Pterodáctilo y de ahí en más los
miembros del club de gombrowiczidas se me fueron viniendo como en cascada. "¿Qué pensar de la categoría intelectual y demás cualidades de una persona que aún no se ha enterado de que las palabras cambian en función de su uso, de que incluso la palabra 'rosa' puede perder su perfume cuando aparece en labios de una pedante pretenciosa y en cambio la palabra 'm...' puede resultar correctísima cuando su uso está sometido a una disciplina consciente de sus objetivos?" |
|
Juan Forn |
"Las palabras se alían traicioneramente a espaldas nuestras. Y no somos nosotros quienes decimos las palabras, son las palabras las que nos dicen a nosotros, y traicionan nuestro pensamiento que, a su vez, nos traiciona (...) Las palabras liberan en nosotros ciertos estados psíquicos, nos moldean... crean los vínculos reales entre nosotros" El
escritor debe desarrollar una estrategia para subirse al caballo de las
palabras y tratar de que ese animal no lo desmonte y lo tire al suelo. Uno
de los gombrowiczidas que ingresó al club como miembro pleno de un grupo
distinguido al que di en llamar el de los nueve magníficos es el Alfajor. "Concíliate, en pro de Gombrowicz, con amigos a quienes detestas, incítalos a escribir, estoy seguro de que editorialmente sería perfecto que quien lo hiciera fuese joven: Juan Forn, por ejemplo, que hace crónicas muy buenas (...) Nuevamente mil gracias por tus cartas y por poner en mis manos las cartas de Gombrowicz a Quilombo. Y recuerda, eres el único que puedes poner los puntos sobre las íes en la estancia de Gombrowicz en la Argentina" Este
connotado hombre de letras que vive en Villa Gessel terminó motejado el
Alfajor cuando la Hierática le preguntó qué le había parecido "Gombrowicz,
este hombre me causa problemas", y le respondió: ¡Delicioso! "Quería
decirte que disiento con el Niño Ruso, a pesar del cariño y el respeto
que le tengo. Cualquier crónica de lo que estás haciendo te rompería
las pelotas por hache o por be, podría apostar la camisa. Y por supuesto
pasaría a integrar la cadena, lo sé, y le veo la gracia, pero a mí me
gusta más el papel de comparsa que tengo en esta historia" Nadie
quería subirse al tren de Gombrowicz en mi compañía, el Pato Criollo y
el Buey Corneta ya me habían dado con la puerta en las narices antes que
el Alfajor.
"(...) igual ésas son las cosas que me gustan de vos, Gómez: cuando demostrás que, además de inteligente, sos medio necio también, cosa que nos pasa a todos (...)" No
sabiendo a qué santo encomendarme, pues la ira me había subido a la
cabeza, con la vista nublada le abrí las puertas a mis tendencia tanáticas
y me dispuse a ponerlo en su lugar. Pero en ese momento me acordé de un
cuento de Gombrowicz sobre la importancia que le había dado un autor a la
responsabilidad que hay que tener por la palabra escrita y en cambio de
ponerlo en su lugar me dispuse a meditar sobre ese relato. El escritor Hipólito Alonso Pereiro estaba escribiendo a máquina la primera página de su novela en la que un mucamo le pregunta a la señora si había ordenado llamar el coche. Cuando Matilde le estaba diciendo que sí, pero que no había ningún apuro, en vez de pero, y por error, a Pereiro le salió perro. Un
escritor con menos fuerza de carácter hubiera corregido el error, pero
Pereiro era consciente de su misión y aceptó con responsabilidad la
palabra que había escrito: –¡Perro, insolente perro! Este nuevo error que se le deslizó en el teclado de la máquina, pues en vez de perra escribió pera, lo obligó a cambiar otra vez : –Si yo soy un perro, entonces usted es una pera perra, una perra pera para mí, señora, porque sepa que a mí me gusta la bruta. Quiso
decir fruta pero ya era tarde: –¡Ah, soy bruta, que me muerda si yo soy
bruta! Había querido decir muera: –¿Morderte? ¡Con pusto!; –¡Infame,
sos coco!; –¡La Coca-cola es usted!; –¡Lococo!; –¡Co-coco,
cocococo! "El estilista contemporáneo debe tener un concepto del lenguaje como algo infinito y en continuo movimiento, algo que no se deja dominar. Tratará a la palabra con desconfianza, como algo que se le escapa. Esta relajación de la unión del escritor con la palabra supone una mayor desenvoltura en el uso de las palabras (....) Con las palabras hay que intentar alcanzar a la gente y no a las teorías, a la gente y no al arte (...)" |
ver La identificación de los apodos y de la actividad |
Juan Carlos Gómez
Ir a índice de América |
Ir a índice de Gómez, Juan Carlos |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |