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Gombrowiczidas |
Witold Gombrowicz y Honoré de Balzac |
Existen obras gigantescas por las dimensiones que alcanzan siendo la de Aristóteles, la de Hegel y la de Balzac casos paradigmáticos. Sin embargo, el mero tamaño de un trabajo no salva a nadie de los comentarios maliciosos.
En efecto, las opiniones sobre la calidad del pensamiento de Hegel, por ejemplo, están bastante divididas. Schopenhauer decía que era un charlatán; Stuart Mill era más drástico que
Mill, clamaba a los cuatro vientos que el que se sentaba a conversar con Hegel se quedaba sin cerebro; el Asiriobabilónico Metafísico, bromeando con su amigo
Dandy, chapuceaba que Hegel no sabía nada de nada y que era un bruto; y más recientemente un historiador de la filosofía dijo que el sistema de Hegel era tan imponente como el de Aristóteles y que no comprendía cómo había sido tan estúpido. “No habría sido de extrañar que yo escogiera a los Potocki y a los Radziwill como habían hecho Proust y Balzac. Pero, por otra parte, ya había notado ciertas pequeñas porquerías, que me dieron que pensar a mis catorce años... Por ejemplo... el hurgarse en la nariz. Sí, hurgarse en la nariz. Me percaté que la aristocracia practicaba este deporte con placer.. También reparé en que el hurgarse la nariz de mis muchachos campesinos era de algún modo inocente (...)” |
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“No producía ningún disgusto, mientras el mismo acto cometido por la mano de un Potocki o un Wielopolski resultaban ser terriblemente desagradable y repugnante. Ese inmenso descubrimiento empezó a orientarme hacia la izquierda. Pero a la vez me invadía una oleada de snobismo que perturbó durante largo tiempo mi desarrollo”
También es cierto que muchos polacos estaban deslumbrados con los franceses, pero éste no era el caso de Gombrowicz. La primera educación que tuvo Gombrowicz se la proporcionaron la madre y las institutrices francesas, y es posiblemente entonces cuando se le empieza a formar su doppelgänger francés, un ectoplasma en el que, como en el “Retrato de Dorian Gray”, va colocando el paso del tiempo, la pérdida de la juventud y la aparición de la vejez.
Emprende la conquista de esa ciudad declarándose antiparisino y lanzando un desafío similar al del personaje de Balzac: “Si voy allí, es en efecto para conquistar (...) en París tendré que ser enemigo de París”.
Como polaco, como representante de una cultura más débil, tenía que defender su soberanía, no podía permitir que París se le impusiera. La necesidad de preservar su independencia y su dignidad le impedía gozar de París. En París vio a Polonia desde afuera, desde el extranjero. Crecía en él un espíritu de resistencia frente a la propaganda y las inclinaciones patrióticas de los polacos que vivían en París e incitaban a pregonar a Polonia en el extranjero.
Su estada en París, y luego en las playas francesas, en los Pirineos orientales, era como un agujero negro, no recordaba casi nada. Suponía que algo corrupto había en ese período francés, no era normal que se le apareciera oculto como tras una cortina. Y otra vez la locura, presumía que en esa época estaba un poco trastornado, que la madre le había transmitido ciertas propensiones hereditarias. Mucho tiempo después, cerca de la muerte, el doppelgänger francés recuperaba la juventud y Gombrowicz se volvía viejo.
“En el período en que Unilowski apareció en el campo de la literatura, las tendencias progresistas se vieron de nuevo contrastadas por el implacable culto a la separación de la literatura de la vida. Fue el tiempo en que Gombrowicz quería 'cuculizar' la literatura polaca, ejerciendo por desgracia una gran influencia sobre sus contemporáneos con sus escritos dominados por el infantilismo y el subconsciente. En su novela, cuyo título constituía ya de por sí un programa (puesto que 'Ferdydurke' no significa nada), quiso reducir la vida humana a unos reflejos infantiles (...)”
El realismo de Balzac le ponía los pelos de punta a Gombrowicz al punto de referirse a él de una manera desconsiderada. La gordura es uno de los síntomas conspicuos de la fealdad, una sola cucharadita de grasa rancia de Balzac bastaba para volver indigesta toda su personalidad, sin embargo, había que ser indulgentes con su persona porque era un genio.
No resulta tan fácil deducir la calidad de una obra de la contextura corporal del autor, pero Gombrowicz la deducía. Yo a veces me pongo a deducir la calidad de “Sobre héroes y tumbas”, y otras veces de “El tilo”, de los cuerpos del Pterodáctilo y del Pato Criollo respectivamente, pero no me sale nada. Entonces hago experimentos más cruciales aún, cruzo las obras con los cuerpos de los autores, pero tampoco en este caso me sale nada. Trabajador infatigable, elaboró una obra monumental, la “Comedia humana”, ciclo coherente de varias decenas de novelas cuyo objetivo es describir de modo casi exhaustivo a la sociedad francesa de su tiempo.
Balzac creía que, así como los diferentes entornos y la herencia producen diversas especies de animales, las presiones sociales generan diferencias entre los seres humanos. Se propuso de este modo describir cada una de lo que llamaba “especies humanas”. La obra incluiría novelas, divididas en tres grupos principales: Estudios de costumbres, Estudios filosóficos y Estudios analíticos.
El extremado realismo de Balzac pone su atención en las prosaicas exigencias de la vida cotidiana. Lejos de llevar vidas idealizadas, sus personajes permanecen obsesivamente atrapados en un mundo materialista de transacciones comerciales y crisis financieras. En la mayoría de los casos este tipo de asuntos constituyen el núcleo de su existencia, siendo la avaricia uno de sus temas predilectos.
Toda la actividad de Gombrowicz, literaria y existencial, se convirtió en un retirada del objeto hacia sí mismo, un objeto que se le volvía agresivo cuando lo esgrimían, en tal que objeto, los propios artistas. Someterse al objeto así nomás sin oponerle resistencia es una ingenuidad que tiene como destino el fracaso pues la realidad no se deja pescar tan fácilmente.
Y a cada momento la forma se levanta de las cenizas como una historia que se crea a sí misma a medida que se escribe, introduciéndose de una manera ordinaria en un mundo extraordinario, en los bastidores de la realidad. En “Cosmos” Gombrowicz descompone el mundo en elementos de la forma, pero también recrea la reacción del hombre frente a ese proceso de descomposición, de modo que es de nuevo el hombre y no la forma quien se halla en el centro de la obra. También es cierto que Gombrowicz sabía que algunos de sus lectores veían en él a un jugador y le gustaba hacer determinados negocios con ellos.
“Pero tengo que puntualizar algo sobre lo que estoy diciendo: nada de esto es categórico. Todo es hipotético... Todo depende –¿por qué iba a ocultarlo?– del efecto que vaya a producir (...)” Es lo que hay de juvenil en mí. Placet experiri, como solía decir Castorp. Pero supongo que es la única manera de imponer la idea de que el sentido de una vida, de una actividad, se determina entre un hombre y los demás. No sólo yo me doy un sentido. También lo hacen los demás. Del encuentro de estas dos interpretaciones surge un tercer sentido, aquel que me define” |
ver La identificación de los apodos y de la actividad |
Juan Carlos Gómez
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