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Gombrowiczidas

 

Witold Gombrowicz y el Premio Nobel de Literatura
Juan Carlos Gómez

 

“Desde hace al menos cinco años mi candidatura es presentada regularmente al Prix Internacional de Littératura. Y si sus primeros laureados, Beckett y Borges, ambos extraordinarios, me parecieron merecerlo en un cien por ciento, los apellidos galardonados en los años siguientes me olieron más bien a unos cálculos que poco tenían que ver con el arte puro (...)” 

“Mi candidatura iba cobrando fuerza paulatinamente y ya hace dos años faltó poco para que recayera en mí el premio por ‘Pornografía’. Pero por suerte la honorable señora McCarthy votó en contra. ¡Por suerte! ¡Cuánto le debo a esta eximia escritora! Porque por obra del Ser Supremo justo después de ese año el premio fue reformado y se le concedió más importancia dotándolo con el doble de dólares (...)” 

Witold Gombrowicz


“A partir de ese momento se fallaría cada dos años y de los diez mil dólares ascendió a los veinte mil. Un deseo feroz se apoderó de mí al enterarme por ‘Le Monde’ de ese cambio. Pero consciente de ser una persona perfectamente privada, idealmente solitaria, ajena a cualquier camarilla, grupo, embajada, nada interesante desde el punto de vista político y económico, me dije las palabras del emperador de la Gran Rusia: point de rêveries (...)” 

“Pero ¡paf! Me tocó. Veinte mil. Una suma semejante no es cualquier cosa, así que me compraré un cochecito nuevo. Inmediatamente después de recibir el premio preparé una lista de mis enemigos (desgraciadamente, la mayoría son nombres polacos) y, escogiendo de ella al azar a éste o aquel, me regocijaba imaginando su amargura desesperante, su actitud lívida (...)” 

“Probablemente ha sido el único placer, porque aparte de esto, más trabajo que otra cosa. De modo que tengo un certificado que avala que soy un escritor de alta categoría, un certificado firmado por la flor y nata de la crítica internacional. Pero ¿por qué, señor laureado, la cara se te congela, se te vuelve severa, y una especie de ascetismo, de profunda aversión, de desagradable ironía parece cerrarla con siete llaves? (...)” 

“Una cara extraña que expresa sólo y únicamente esto: ¡que bailen a tu alrededor como quieran, tú ni te inmutes! ¡Oh, gran literatura polaca! Yo, el andrajoso, yo el desplumado, yo el maltratado, yo, el presumido, el renegado, el traidor, el megalómano deposito a tus pies este laurel internacional, el más sagrado desde los tiempos de Sienkiewicz y de Raymont”. 

El desempeño en la enseñanza se mide con las notas, en la escritura con los premios. El punto más alto de la enseñanza se alcanza con un diez, el punto más alto de la escritura con el Nobel. Las notas miden la inteligencia, el Nobel la grandeza, todo esto dicho grosso modo. Por otra parte el valor de un escritor se mide además por los pesos que las editoriales piensan que vale. 

Los acontecimientos recientes más destacados al respecto son el Premio Nobel de Literatura con el que laurearon a Mario Vargas Llosa, muy compungido por el desaire sistemático de la Academia de Suecia con nuestro Asiriobabilónico Metafísico, y la compra que hizo la editorial Mondadori de los derechos de este autor por la suma de dos millones de euros.

Mondadori le robó el Asiriobabilónico Metafísico a Emecé por setecientos mil euros de diferencia, y al Pato Criollo por una descortesía de Emecé durante el derrumbe económico del año 2001 en el que la editorial le pagó unos derechos de autor con patacones, una moneda espuria creada para hacer frente a la crisis financiera, en vez de pagárselos con la moneda corriente.

Era una época en la que el Pato Criollo estaba muy afectado por los acontecimientos. “El fatal verano de 2001 me afectó mucho más de lo que me esperaba; en mi mundo de reclusión, entre clásicos y fantasía, no estaba tan protegido contra la realidad social de mi país como yo creía. Hasta físicamente me afectó. No puedo dar cuenta de lo que he escrito, porque no me acuerdo ni del argumento de ‘Las noches de Flores’ (...)” 

“Además, casi nunca quiero decir nada, busco algo que suene bien, una música... Pero pensándolo bien, veo claro que la vida tiene un límite absoluto, que es la muerte. La literatura, en cambio, puede ser una pasión, como lo fue para mí, y las pasiones sí que no tienen límites”. En “La noches de Flores” el Pato Criollo retrata la peripecia de un matrimonio de jubilados que, a raíz de la crisis, se dedica a vender pizza en horario nocturno.

Ambos asumen el trabajo con resignación, plenamente conscientes que esta actividad es la única alternativa a la pobreza y la marginación y una estrategia para mantener la dignidad. En sus recorridos nocturnos, los protagonistas respiran la crisis en su mayor intensidad, observando a familias marginadas durmiendo en plena calle, la proliferación de la delincuencia, las bandas juveniles, los borrachos y los niños abandonados.

La pareja experimenta situaciones extremas, como el secuestro y posterior asesinato de un niño, testimonio del horror subterráneo que se ha apropiado de la sociedad. El caso revela, a su vez, vastas redes de corrupción, en la cuales están involucradas personas conocidas de los protagonistas e incluso hasta una respetable institución religiosa. “Las noches de Flores” fue elegida en la Feria del Libro de Frankfurt para ser publicada en Alemania.

En algunas entrevistas el Pato Criollo ha confesado sentir escaso aprecio por el trabajo de Vargas Llosa a más de haberlo considerarlo un vulgar plagiador cuando se dedicó al periodismo. El trabajo de los hombres de letras es arduo, desde la página en blanco hasta el editor deben levantar barreras pesadas, incluida la del propio editor, después viene lo que Gombrowicz llama el verdadero arte.

“El verdadero arte es conseguir que alguien lea lo que uno escribe”. Pero el calvario no termina aquí, si el hombre de letras logra levantar las barreras del editor y del lector y, además tiene éxito cuando arremete contra los obstáculos que llevan la inscripción del “no pasarás”, debe iniciar una marcha forzada hacia los premios. Después del Formentor a Gombrowicz se le despierta el apetito, quiere más, quiere el Nobel.

A juicio de Peter Landelius, el que fuera embajador de Suecia en la Argentina, al Asiriobabilónico Metafísico le habían negado el Nobel no por razones políticas sino porque al jurado le interesaban tan sólo algunos de sus primeros poemas, pero el resto no le interesaba. “Borges tampoco había participado del congreso del Pen Club, pero por razones diferentes a la mías (...)”

“Se había subido a un avión con su madre y estaba viajando a Europa en busca del Nobel. No es otra la razón por la que ese hombre de más de sesenta años y casi ciego, y su anciana madre, que cuenta ni más ni menos que con ochenta y siete años, decidieron volar en un avión de reacción. Madrid, París, Ginebra, Londres: conferencias, banquetes, fiestas, para despertar el interés de la prensa y para poner en marcha todos los mecanismos (...)” 

“El resto, supongo, es cosa de Victoria Ocampo (‘he puesto más millones en la literatura que los que Bernard Shaw sacó de ella’)”. Estas zarandeadas entre los escritores y los premios tienen que ver la cultura. “Yo creo que la palabra cultura tiene varias acepciones: la institucional, la antropológica, y la acepción que corresponde a cuando uno dice que fulano es un hombre culto, y se remite a una sola cosa, a leer libros (...)” 

“Todo lo demás, la televisión, el cine, el teatro, con todo lo bueno que tienen, no suplen el libro. Y el libro sí suple todo lo demás. Un hombre culto es un hombre que lee libros y no hay otra. Si no lee libros, no es culto, por más que sea ministro de Cultura”. Estas declaraciones apodícticas sobre el libro y la lectura que hizo recientemente el Pato Criollo me sumieron en hondas cavilaciones. 

Existen dos hombres de letras argentinos que cosechan en unos las más calurosas adhesiones y en otros el más encendido rechazo, a saber: el Pterodáctilo y el Pato Criollo, ambos gombrowiczidas ilustrísimos. Es uno de los casos más señalados de la bipolaridad literaria argentina que tiene raíces oscuras y obedece a los mandatos de los más bajos instintos.

Se podría decir que la actividad más importante que desempeñó Gombrowicz , y casi única, fue escribir. Sin embargo no fue un escritor prolífico, le costaba trabajo pasar de una obra a otra, le costaba también terminarlas, el final le parecía siempre arbitrario. A pesar de la facilidad con la que el Pato Criollo consigue que le publiquen lo que escribe, conoce perfectamente bien las contrariedades que padecen muchos de sus colegas. 

En una de sus novelas narra las desventuras de un joven escritor cuyo destino queda ligado a la conducta contradictoria de un editor. El editor recibe con entusiasmo la primera novela del autor, una historia que le parece genial, y le promete la firma del contrato en no más de dos semanas, pero las cosas no suceden así. Los contactos entre el escritor y el editor se van haciendo cada vez menos frecuentes. 

De semanas pasan a meses y de meses a años, sin embargo, el entusiasmo y la delicadeza con los que el editor trata al autor aumentan con el transcurso del tiempo. Pero es justamente el transcurso del tiempo el que hace pasar al escritor de la condición de joven promesa a la de autor entrado en años y, como si fuera poco, de un escritor malogrado, una historia con un marcado aire kafkiano que me trajo a la memoria “Un artista del hambre”. 

Kafka narra en este cuento los infortunios de un hombre que ayuna por falta de apetito y que es exhibido en público como una rareza llamativa. Al final del relato ya nadie se interesaba por él, y lo barren junto a la basura, un final que surgiere hasta cierto punto un parentesco entre este pobre faquir y los escritores malogrados de todos los tiempos, y más especialmente a los malogrados contemporáneos. 

El tiempo está pasando y, a pesar de la maquinaria de precisión que ha montado su agente literario alemán, al Pato Criollo le está ocurriendo con los premios lo mismo que al autor malogrado le ocurría con el editor, considerado y amable pero contradictorio, y tiene miedo de correr la misma suerte del ayunador en el cuento de Kafka, es decir, tiene miedo de que lo barran junto a la basura.

En qué son iguales el Pato Criollo y Gombrowicz y en que son diferentes. Son iguales en la técnica que utilizan para darle rienda suelta a la imaginación y para controlar sus fantasías. Existen sin embargo algunos asuntos en los que Gombrowicz y el Pato Criollo no son iguales. Una de las ocupaciones principales que tienen los hombres de letras es la de leer, pero acostumbran a decir que leen más de lo que en realidad leen. 

Gombrowicz hizo experimentos memorables en Polonia y en la Argentina para demostrar que esta afirmación es cierta. Él mismo no le tenía mucha simpatía a la lectura, acostumbraba a decir que nunca había terminado de leer un libro porque los libros lo aburrían. Mientras la actitud de Gombrowicz respecto a la lectura era distante, la del Pato Criollo no lo es, al contrario.

Pasa por ser, según las opiniones autorizadas del Niño Ruso y del Hombre Unidimensional, el escritor hispanohablante más leído por lo que lee, no así por lo que es leído. Las obsesiones de Gombrowicz y del Pato Criollo respecto a la lectura, con una actitud distante porque lo aburría la de Gombrowicz, y con una actitud realmente apasionada la del Pato Criollo, desembocaban muchas veces en actitudes inesperadas. 

Quizás la diferencia mayor que existe entre los dos es que Gombrowicz escribió un “Diario” y el Pato Criollo no. El “Diario” es la obra más grande de Gombrowicz, este género resultó en sus manos una verdadera creación. En sus extremos asoman la nariz la grandeza y la falta de seriedad, unos extremos que se aprietan y se mezclan con situaciones de vida. 

Fragmentos de carácter filosófico, polémicas, partes líricas, bromas grotescas y ficción literaria pura, con el contrapunto de los comentarios e interpretaciones que hace Gombrowicz sobre su propia obra. Después de leer cualquier libro del Pato Criollo uno no está seguro si es el más chiflado o al más talentoso de los narradores argentinos. Y es que las historias del Pato Criollo son francamente demenciales. 

Con frecuencia hay un personaje más o menos desubicado que está en el centro de un torbellino de sucesos extraordinarios, cuando no apocalípticos. Los protagonistas tiene que alternar con sucesos increíbles. Con las Mutantes Mnémicas, con una invasión de gusanos de seda del tamaño de un edificio de treinta pisos, con ponzoñosos carcinomas metiéndose directamente en el software del universo.

Con indios de modales mundanos que manejan con soltura los temas filosóficos, con dos viejas putas que contrabandean palos de golf usando un sofisticado sistema electromagnético de pulsos crípticos. “Si uno descubre que no es un genio, no se resigna a ser lo que viene después. Yo preferí seguir creyendo que era un genio, de ahí creo que viene la extravagancia de mis libros, de mis argumentos, de lo que escribo (...)” 

“Siento la imposibilidad de renunciar a la idea que me hizo creer de chico que era un genio. Aunque también podría haber renunciado a esa idea y haber escrito simplemente novelas lo mejor que pudiera, novelas normales, como todo el mundo. Quizá podría haber llegado a ser un escritor más o menos aceptable. Pero no. Preferí seguir en ese juego... La única función que me asigno: dejarle al mundo algo que no haya tenido antes de mí (...)”

“Creo que ésa es la función más genuina de un artista, un escritor. A veces chocan dos propósitos, hacer algo nuevo y hacer algo bueno. Si tengo que elegir entre las dos cosas prefiero que sea nuevo a que sea bueno”. Ya desde “El Congreso de Literatura”, el Pato Criollo es clarísimo en sus intenciones y objetivos. “Mi Gran Obra es secreta y abarca toda mi vida, hasta en sus menores repliegues y en los acontecimientos más banales (...)” 

“He disimulado hasta ahora mis propósitos bajo el disfraz tan acogedor de la literatura. Pero mi objetivo, que a fuerza de hacerme transparente se ha vuelto mi secreto mejor guardado, es el típico del Sabio Loco de los dibujos animados: extender mi dominio al mundo entero”. Éste es el propósito que guía al protagonista de “El Congreso de Literatura” cuando emprende la clonación de Carlos Fuentes. 

En “La silla del águila” Carlos Fuentes imagina que en el año 2020 la Academia Sueca le concederá al Pato Criollo el Premio Nobel de Literatura, el Pato Criollo le devuelve la gentileza. El clonador, un científico loco invitado a un congreso de literatura en la pequeña ciudad de Mérida en Venezuela, intenta hacer clones de Carlos Fuentes también asistente al congreso, para dominar el mundo con un ejército de intelectuales poderosos. 

Una avispa mutante especialmente entrenada para tal fin le trae una célula de Fuentes para realizar el experimento. El azar interviene y nada ocurre como estaba previsto, la avispa mutante toma una cédula de la corbata de seda de Carlos Fuentes y se arma un gran revuelo. Los sueños de este escritor ex alcohólico acaban produciendo monstruos dignos de la más delirante película apocalíptica. 

A la fábula central de “El Congreso de Literatura” se le añade un multiplicidad de traducciones y traducciones de traducciones que sugieren que la literaturas es un fábrica perpetua de traducciones. Un desorden aún mucho mayor que el de “El Congreso de Literatura” el Pato Criollo lo alcanza en una novela más reciente: “Las aventuras de Barbaverde”

El señor Barbaverde, un verdadero representante del bien, intenta detener los diabólicos designios del representante del mal por excelencia, el malvado profesor Frasca que se propone dominar al mundo desacreditando el poder del señor Barbaverde haciendo todo lo posible para que nadie lo tome en serio. Obedeciendo las órdenes de Frasca aparece un salmón de grandes proporciones sobre el cielo de Rosario. 

Mientras tanto otros fenómenos también perturbadores atentan contra el orden del cosmos: aparecen juguetes que se transforman en personas, personas que se desprenden de una pantalla, las pirámides de Egipto se multiplican y avanzan por el desierto... un gran desorden hace peligrar a la humanidad. El tremendo volumen del gran salmón lo hace visible desde cualquier parte de la tierra.

Había surcado la inmensidad del espacio a la velocidad de la luz con el malvado propósito de estrellarse en Rosario y con la intención de destruir el mundo. Previendo lo que hacen los críticos y los estudiosos de las universidades Gombrowicz escribió el “Diario” para defenderse de este infortunio, pero el Pato Criollo no lo escribió.

“Yo me he vuelto un favorito de la academia. Lo he pensado mucho (...)”

“¿Por qué se escriben tantas tesis sobre mí cuando no se escriben tantas sobre escritores mucho mejores que yo? Yo sé por qué pasa. Yo les estoy sirviendo en bandeja de plata lo que necesitan En esta novela mía, “El Congreso de Literatura”, yo quiero clonar a Carlos Fuentes, necesito una célula de Carlos Fuentes e invento una avispa mecánica con un chip e instrucciones de que vaya y tome la célula (...)” 

“La avispita cumple exactamente y me trae la célula, yo la meto en el clonador y es un desastre. Porque la avispa tomó una célula de la corbata de seda natural de Carlos Fuentes. Ese episodio lo toma un profesor de narratología y ahí lo tiene todo servido en bandeja, dónde empieza y dónde termina un cuerpo, ¿la persona social es parte de la persona biológica? (...)”

“Lo tiene todo servido en bandeja por esa estructura de dibujo animado, de cómic, en la que yo se lo estoy dando. Es decir, para aplicar los conceptos de Deleuze a Kafka hay que ser Deleuze; para aplicar los conceptos de Deleuze a mí es facilísimo. Creo que ahí está la clave: utilizar esos mecanismos sugerentes pero en términos de cultura plebeya. Seguro, lo tengo bien estudiado”

En el año1968 Gombrowicz fue candidato al Premio Nobel de Literatura. La intelectualidad francesa llegó a calificarlo como un escritor anarcoexistencialista. “Me ha afectado el telegrama de Christian Bourgois a propósito del Premio Nobel que, desgraciadamente, se me ha escapado con sus setenta mil dólares. El año que viene se lo darán a un negro, después a un mulato, después a Günter Grass y después a mí, y entonces me compraré un Mercedes deportivo de dos puertas”

 

ver La identificación de los apodos y de la actividad

 

Juan Carlos Gómez

 

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