Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y el alcohol |
“Otro recuerdo de borracho. Fui a ver a un conocido y estuvimos jugando en su casa al ajedrez: –Allí está el vodka, bebamos un poco. Tomó una copa y murió. Cosas como éstas también sucedían. El juego y el deporte estaban minados por diversos moribundos que de repente llegaban al término de su vida”. Gombrowicz menciona por primera vez una ingestión de alcohol cuando termina el bachillerato.
“Fuimos a celebrar el éxito al apartamento de Miecio Grabinski, llamado el presidente, en la calle Jerozolimskie, frente a la Estación Central. Me emborraché como todos y eché mis entrañas por la ventana del quinto piso. Estaba tan ciego que no me di cuenta de que abajo había una cafetería con las mesas en la acera. Los aullidos que llegaron desde la calle, me hicieron avisar rápidamente a mis compañeros (...)” |
|
Gombrowicz |
“La fiesta, que duró hasta las seis de la mañana, era un signo manifiesto de mi sólida posición en el mundillo literario de Varsovia. No faltaron Tadeusz Breza, Zofia y Adam Mauersberger, Antoni Sobanski, Adolf Rudnicki, Stanislaw Ignacy Witkiewicz, Bruno Schulz, Swiatopelk Karpinski, Michal Choromanski, Janusz Minkiewicz. Yo estaba borracho como todos (...)” Los borrachos estaban organizados en un club en el que había un cuarteto sobresaliente en el que Karpinski se dedicaba a poner peceras en el ascensor para divertir a los peces, y Minkiewicz a pedir limosna para una vodka en los colegios de señoritas. Eran los borrachos más destacados, Karpinski, el único poeta verdadero, escribía textos para cabarets y afirmaba que un buen chiste era solamente cuestión de técnica. “Hoy quizás los calificaría de precursores, puesto que esos sabios parecían leer claramente en el libro del destino y ahogaban en vodka el absurdo de la situación polaca, su trágico callejón sin salida, que a cada esfuerzo honrado ponía un signo de interrogación”. Ese grupo de poetas beodos estaba unido bajo el signo de la broma y de la burla, y aparte de la vodka y las mujeres no tomaba nada en serio. Era un fenómeno social vergonzoso, ningún miembro de ese grupo era un artista de gran envergadura y su producción literaria no se caracterizaba por la decencia que distingue a un hombre con el gusto formado y la imaginación disciplinada. Su mundo era desordenado y anárquico, le faltaba el reflejo de las personas cultas que con la herencia y la educación sustituyen con éxito la ausencia de ideología, de moralidad y de fe. “La invitación se debía a que acababan de poner en escena, con su propio esfuerzo, mi cuento ‘Filidor forrado de niño’, después de haberlo adaptado para el teatro, y daban una fiesta con tal motivo. Alguna vez había tenido ocasión de participar en fiestas raras y atrevidas, pero una cosa así, tanto ímpetu encaminado a la diversión, el vodka y la locura, no lo había visto jamás (...)” “Esa vida dorada sobre el fondo de la miseria varsoviana era demasiado chocante, más de una vez percibí un sentimiento de odio en los ojos de los obreros que reparaban el pavimento en la madrugada. Ese odio aparecía cuando nosotros, vestidos con nuestros abrigos de pieles salíamos de esos locales y llamábamos a unos taxis con ademanes despreocupados (...)” “Sospecho que en la Polonia de antes de la guerra existía más apariencia de agravios e injusticia que una verdadera explotación social. A simple vista, el abismo que separaba a un conde, un terrateniente, un fabricante o un intelectual de un obrero parecía inmenso. En realidad hasta ese propietario, terrateniente, fabricante o conde estaban en ocasiones en las últimas y les faltaba dinero para cubrir sus gastos indispensables (...)” “En cambio mis diversos tíos, grandes terratenientes, no se podían mover de su sitio vigilando los impuestos y los pagos, y corriendo detrás de los préstamos. Lamentablemente, la pobreza polaca tenía características extremas. Lo que sí saltaba a la vista era el proletariado. El pueblo comenzaba a comprender: en Occidente no existía el proletariado, al menos no en el sentido polaco del término (...)” “El caso es que vosotros no sabéis nada de cómo se ha desarrollado mi convivencia con el mundo literario argentino. Sí, ahora me doy cuenta de que hasta el momento no habéis sido introducidos en este capítulo de mi biografía. No dudo de que lo que escucharéis con ganas. ¿Habré logrado introduciros ya en mi intimidad hasta el punto de que todo lo que se refiere a mí no os resulte indiferente? (...)” Es por esta razón que no podemos saber cómo hubiese sido la obra de Gombrowicz y aún Gombrowicz mismo, si no hubiera venido a la Argentina, pero en todo caso podemos suponer que algo distintos hubieran sido, no tanto porque vino sino por el tiempo que se quedó. “En el Chrobry pasaba frente a las costas alemanas, francesas e inglesas, territorios de Europa inmovilizados por el pavor del crimen aún por nacer (...)” El alcohol le producía tristeza y en vez de estimularle la sociabilidad y la diversión lo alejaba de la gente y lo ponía sombrío. Esa tendencia a la melancolía que le provocaba el alcohol ejerció sobre Gombrowicz una influencia decisiva y perjudicial en su destino literario, pues en Polonia es más fácil imaginarse un escritor sin pluma que sin una copa en la mano. En esta pieza de teatro los borrachos se burlan de todo, de lo secular y de lo sagrado, de la familia y del honor, también de sí mismos, y no le dan lugar a una tragedia que ellos mismos provocan con una beodez premeditada. “‘El casamiento’ sin teatro es como un pez fuera del agua pues es un drama no sólo escrito para el teatro, sino que es también la misma teatralidad de la existencia que se libera de sus cerrojos (...)” “Lo cual no quiere decir que ‘El casamiento’ no cuente una historia: es el drama de Henryk, un hombre contemporáneo cuyo mundo ha sido destruido, que ha visto en sueños su casa convertida en una taberna y a su novia Manka-Mania transformada en una mujerzuela. Deseando recuperar el pasado, este hombre proclama rey a su padre, y en su novia quiere ver una virgen (...)” “El sentido de estas reflexiones resulta melancólico, la verdad es que no tengo ninguna seguridad de que ‘El casamiento’ se represente mientras yo viva”. El príncipe Segismundo, de Calderón de la Barca, y el príncipe Henryk, de Gombrowicz, siguen caminos diferentes. Sin embargo ninguno de los dos distingue en sus historias si son verdaderamente reales o están dictadas tan sólo por los sueños. Se forman entre los hombres, en la esfera peligrosa y poco conocida de la forma y de los sueños. “Perdió su amor, su novia. Ruega a Dios que le devuelva todo lo perdido y espera ¿Qué es lo que reclama, pues Kierkegaard? Reclama la repetición de una vida que no vivió, la recuperación de la novia perdida. Reclama la repetición del pasado; que le sea devuelta Regina, tal como era en los tiempos de noviazgo’ (...)” Kierkegaard era enemigo del disimulo y las mentiras, quería llevar una vida auténtica en el reino de la fe cristiana y luchar contra la mala fe de los que fingían tenerla sin vivir al nivel de los severos y austeros principios del cristianismo verdadero. Quiso ponerse a prueba él mismo y eligió romper su compromiso con la hermosa Regina Olsen que verdaderamente lo adoraba. Manka estaba pasada de vueltas cuando Henryk le ruega al padre que se la devuelva virgen e inocente. Los padres de Henryk no tenían una buena opinión de Manka-Mania. “Por favor, no piensen que pueden permitírselo todo porque esto es una posada. ¿Pero qué es esto? ¡Eh! Les entran las ganas, también es una calamidad que a esta arrastrada todos la quieran manosear (...)” Gombrowicz empezó “El casamiento” durante la guerra con el propósito de escribir la parodia de un drama genial. Se propuso mostrar a la humanidad en su paso de la iglesia de Dios a la iglesia de los hombres, pero esta idea no le apareció al comienzo, en la mitad del segundo acto todavía no sabía bien lo que quería. “El casamiento” es la teatralidad de la existencia. “Me propuse mostrar a la humanidad en su paso de la Iglesia de Dios a la iglesia de los hombres. Con todo, la idea no surgió desde el comienzo de mi obra. Primero empecé por lanzar a la escena un puñado de visiones, de gérmenes, de situaciones y lentamente a trompicones, llegué a esa idea. Iba por la mitad del segundo acto y seguía sin saber lo que quería (...)” “La presencia constante de la forma en la escena constituye el spiritus movens del drama. Y aquel que se deje arrastrar en los torbellinos de la forma en proceso de formación, queda preso para siempre en una duda mortal. ¿Es eso cierto? ¿Es sensato, o más bien estúpido? ¿Es realidad o sueño? Mi modesto teatro de aficionado no es teatro del absurdo (...)” Pero el reinado de Henryk sobre los hombres tiene que hacerse real, las necesidades formales de la acción para hacerlo rey terminan por derrumbarlo y toda la transmutación fracasa; ha recibido un zarpazo de Dios. En esta pieza de teatro se cuenta el sueño de un soldado polaco alistado en el ejército francés. Está peleando contra los alemanes en algún lugar de Francia. En esa taberna su novia Mania es la camarera y su padre el tabernero, y ese padre miserable y degradado en una posada miserable, perseguido por unos borrachos que se mofan de él, grita al cielo que es intocable, y alrededor de esta exclamación desesperada se empieza a hilar la trama de la obra. Los borrachos cantando y bailando a su alrededor con risas beodas y sarcásticas lo señalan con el dedo como si fuera un rey intocable. Cuando se está preparando el casamiento digno y sagrado que celebrará un obispo el sueño del protagonista empieza a vacilar junto a la misma ceremonia, se siente amenazado por la estupidez justamente cuando aspira con toda el alma a la sabiduría, a la dignidad y a la pureza y, poco a poco, va perdiendo la confianza en sí mismo y también en el sueño. Si Henryk se proclamara a sí mismo rey, ninguna autoridad divina ni terrenal le sería necesaria. Se administraría a sí mismo el sacramento del matrimonio y obligaría a todos a reconocerlo y a reconocer a la novia como pura y unida a él. Una transformación que había comenzado con la intocabilidad del padre culmina en el paso de un mundo basado en la autoridad divina y paternal a otro mundo. En ese momento escamotea rápidamente la flor dejándolos en una actitud falsa y sospechosa que despierta los celos del príncipe. Henryk ve al borracho como si fuera un sacerdote cochino uniendo a su amigo y a su prometida en un casamiento inmoral y bajo. El padre tenía una idea un tanto rancia sobre su autoridad sobre el hijo y sobre la humanidad. Henryk se convierte en un dictador, ha dominado a todo el mundo, también a sus padres, y de nuevo se vuelve a preparar la ceremonia nupcial pero sin Dios, sin otra sanción que la de su poder absoluto. Henryk utiliza, a efectos de alcanzar sus propósitos, un procedimiento drástico para hacerse de la autoridad que le arrebata al padre y, por lo tanto, a Dios. “Hemos encarcelado también a los ministros y, en general, a todo. También la policía está en la cárcel. Es la paz. La calma”. Sin embargo, la verdadera autoridad de “El casamiento” Gombrowicz la encuentra en el poder que tienen las palabras. “¡Todo eso es mentira! Cada uno dice lo que es conveniente y no lo que quiere decir. Las palabras se alían traicioneramente a espaldas nuestras (...)” “Si tú dices algo como: 'Si tú lo quieres, Henryk, yo, Wladzio, me mataré de mil amores', parece en principio algo extraño, pero yo puedo responder con algo más extraño aún, y así, ayudándonos el uno al otro, podemos llegar lejos. ‘Asiste a la boda, Wladzio, y cuando llegue el momento, mátate con este cuchillo’”. El dictador siente que su poder debe hacerse real. |
ver La identificación de los apodos y de la actividad |
Juan Carlos Gómez
Ir a índice de América |
Ir a índice de Gómez, Juan Carlos |
Ir a página inicio |
Ir a mapa del sitio |