Witold Gombrowicz e Immanuel Kant
Juan Carlos Gómez

Gombrowiczidas 

Andamos dando vueltas alrededor de los rastros que dejaron los filósofos en la obra artística de Gombrowicz. Algunas huellas ya encontramos, de Heidegger en "Cosmos" y de Hegel en "Opereta", pero debe haber más. El primer amor filosófico que tuvo Gombrowicz fue Kant, a los quince años ya le echaba una mirada de vez en cuando a la "Crítica de la razón pura" de la que conservó notas que había escrito sobre los juicios sintéticos a priori. También intentaba entender algo de "Prolegómenos a toda metafísica futura", una obra que revelaba la importancia fundamental de ese "yo" tan maltratado en Polonia.

Pero encontrar relaciones entre un hombre tan serio como Kant y un hombre tan poco serio como Gombrowicz es una tarea bastante difícil. Es seguro sin embargo que Kant no era una persona totalmente seria, pero el acceso a su inmadurez y a sus suciedades le resultaba imposible a Gombrowicz, le estaba vedado al propio Kant. 

Es un misterio cómo el Kant niño se transformó en el Kant filósofo, pero no está de más recordar que el desarrollo de la cultura y de la ciencia tiene mucho de ligero y de caprichoso.

Gombrowicz empieza el curso de filosofía que dicta en su casa de Vence hablando de Kant al que le dedica más tiempo que a los otros filósofos, en esas lecciones que son interrumpidas dramáticamente, primero por la enfermedad y después por la muerte. De los pensadores que integraron esas lecciones Kant fue el de origen más modesto, el que menos viajó, uno de los más longevos, el menos exagerado, y el más grande. Cuando murió sus conciudadanos le rindieron los mismos honores que se le rendían a los príncipes cuando fallecían.

Immanuel Kant


Antes de descubrir en qué obra de Gombrowicz aparece Kant vamos a dar un breve paseo por la filosofía de este maestro. La actitud idealista iniciada con Descartes basaba el razonamiento filosófico sobre la convicción de que los pensamientos nos son más inmediatamente conocidos que los objetos de los pensamientos. Sin embargo, en todos los pensadores anteriores a Kant, quedaba siempre un residuo de realismo que recaía en una existencia trascendente, en la existencia en sí de algún elemento fundamental como el espacio, Dios, el alma, las monadas... Kant trata de terminar definitivamente con la idea del ser en sí. Para el conocimiento que nos da la razón el ser no es en sí, es un ser para ser conocido, puesto por el sujeto pensante como objeto del conocimiento. 

Kant se encuentra en el cruce de las tres corrientes ideológicas más importantes del siglo XVIII. 

Por un lado existía la corriente del racionalismo de Leibniz que distingue entre verdades de razón y verdades de hecho y cuyo ideal es estructurar el conocimiento científico como una malla de verdades de razón. Por otro lado la corriente del empirismo de Hume con sus reflexiones sobre las percepciones y sobre las conexiones no causales de los hechos. Y finalmente, la corriente constituida por la ciencia positiva físico matemática de Newton. El pensamiento de Kant huele mucho más a Newton que a ninguna otra cosa, es por eso que su sistema filosófico es imponente pero no exagerado. Newton había puesto en caja a todos los fenómenos de la naturaleza con su desarrollo de la mecánica racional, un sistema grandioso y seguro, alejado de las quimeras. Kant tiene en la mano pues todas las cartas de la ideología de su tiempo..

La vida que llevó Kant ha pasado a la historia como un ejemplo de existencia metódica y rutinaria. Acostumbraba a dar un paseo vespertino todos los días, a la misma hora y con idéntico recorrido, al punto que llegó a convertirse en una especie de señal horaria para sus vecinos. La filosofía necesitaba de una teoría del conocimiento y de eso escribe en "Prolegómenos a toda metafísica futura". La diferencia fundamental entre Kant y sus predecesores es que mientras estos hablan del conocimiento de una ciencia que se estaba estableciendo, Kant habla de la ciencia físico matemática de Newton ya completamente establecida.

El hecho de la razón pura es pues el hecho de la ciencia físico matemática de la naturaleza que está compuesta de juicios en los que, en resumidas cuentas, algo se dice de algo. Estos juicios son el punto de partida de todo el pensamiento de Kant, son enunciaciones objetivas acerca de algo, son juicios que se dividen en dos grandes grupos: los analíticos y los sintéticos. 

Y esta clasificación nos lleva de la mano a "Filifor forrado de niño", y a cómo Kant se metió dentro de una novela corta de Gombrowicz.

Los juicios analíticos son aquellos en los que el predicado está contenido en el concepto del sujeto. Contrario sensu, en los sintéticos no está contenido. Son sintéticos porque unen sintéticamente elementos heterogéneos en el sujeto y en el predicado. Los juicios analíticos son verdaderos porque son tautológicos, son juicios de identidad. En cambio la verosimilitud de los sintéticos proviene de la experiencia, de la percepción sensible. Los juicios analíticos son verdaderos, universales y necesarios, por lo tanto no pueden tener origen en la experiencia, son pues a priori. La validez de los juicios sintéticos es, en cambio, limitada a una experiencia, son juicios particulares y contingentes, son entonces a posteriori.

Si la ciencia estuviera constituida por juicios analíticos solamente, por verdades de razón, la ciencia sería vana, y si estuviera constituida por juicios sintéticos, por enlaces casuales de hechos como piensa Hume, no sería ciencia, sería una costumbre sin fundamento. Pero la ciencia físico matemática de Newton no es ni tautológica ni está compuesta de hechos de conciencia casuales. Los juicios de la ciencia tienen que ser a priori, es decir, universales y necesarios, como los analíticos sin ser analíticos, y también tienen que ser sintéticos, es decir, deben aumentar nuestro conocimiento sobre las cosas. Los juicios de la ciencia deben ser pues sintéticos y a priori, y lo son, tanto en la matemática como en la física. No es el caso aquí de poner ejemplos ni de hacer demostraciones, pero sí podemos preguntarnos cómo son posibles estos juicios, y si son posibles en la metafísica.

Kant llega a la conclusión de que el espacio y el tiempo son formas de nuestra sensibilidad que hacen posible la existencia de los juicios sintéticos a priori en la matemática, la condición primera para que las cosas puedan ser conocidas. Pero la ciencia humana no es sólo matemática sino también física, determina la forma de los objetos pero también tiene que determinar las leyes que rigen la aparición y la desaparición de los fenómenos mismos, es decir, el conocimiento a priori de los objetos reales. Las leyes que se anuncian en la mecánica racional no son derivadas de la experiencia sino de nuestro propio pensamiento. Mientras la intuición del espacio y del tiempo hace posible la forma de los objetos, las doce categorías del conocimiento hacen posible la realidad, son las condiciones de existencia de los juicios sintéticos a priori en la física. 

Las condiciones del conocimiento son al mismo tiempo las condiciones de la objetividad, es lo que Kant llama la inversión copernicana. Las condiciones de la objetividad no nos pueden ser enviadas por las cosas mismas pues las cosas sólo nos envían impresiones, entonces son las cosas las que se deben ajustar a nuestros conceptos. Para redondear este paseo por los juicios sintéticos a priori de las lecciones que Gombrowicz les dio a la Vaca Sagrada y al Hasídico, el curso de filosofía más extenso que dictó y también el de menos concurrencia, vamos a decir que los objetos del mundo material sirven tan sólo como materia pura a partir de la cual se nutren las sensaciones. Los objetos, en sí mismos, no tienen existencia, y el espacio y el tiempo pertenecen a la realidad sólo como parte de la mente, como intuiciones con las que las percepciones son medidas y valuadas. 

Las formas de la sensibilidad, el espacio y el tiempo, más las doce categorías del conocimiento cuya reina es la causalidad, al punto que Schopenhauer suprimió las otras once en su obra fundamental, hacen posible la existencia de los juicios sintéticos a priori en la matemática y en la física. Este tipo de juicios no son posibles en la metafísica, pero ésta es harina de otro costal, nosotros vamos a detenernos aquí. 

La existencia de estos dos mundos opuestos de los juicios analíticos y de los juicios sintéticos pusieron en marcha la imaginación de Gombrowicz, le empezaron a rondar la cabeza y a los treinta años los metió en "Filifor forrado de niño". "Filifor forrado de niño" es uno de los dos relatos cortos que Gombrowicz incluye "Ferdydurke".. Escrito, como Filimor, en 1934 es presentado en el libro con un prefacio, uno de cuyos pasajes se convirtió con el tiempo en el manifiesto ferdydurkista.

Esta novela corta es una muestra del talento que tiene Gombrowicz para componer estructuras lógicas con elementos absurdos. El aparato formal que había puesto en movimiento era , en buena parte, de su propia cosecha. Cuando le preguntaron qué significaba "Filifor forrado de niño" respondió que era una historia que convocaba a la lucha a dos partes antitéticas alrededor de un eje central, en la que triunfaba la función sobre la idea. Pero no dijo que la fuente de su inspiración habían sido los juicios analíticos y sintéticos de Kant.

El príncipe de los sintéticos, el señor Filifor, doctor en sintesiología, era un hombre corpulento, de barba hirsuta y anteojos gruesos, que viajaba por el mundo impartiendo lecciones magistrales de síntesis. 

Un fenómeno espiritual de tanta magnitud debía suscitar en la naturaleza, en acuerdo con el principio de acción y reacción, un fenómeno de igual magnitud y de sentido contrario: anti-Flifor, un eminente analista, doctor en análisis superior, hombre menudo y hosco cuya única misión era perseguir y humillar al magnífico Filifor. Se especializaba en la descomposición del individuo reduciéndolo a partes por medio de cálculos y papirotazos. Accediendo al llamado de su vocación obtuvo el título nobiliario de anti-Filifor del que estaba muy orgulloso.

Cuando Filifor se enteró de que anti-Filifor lo estaba persiguiendo comenzó él también a perseguirlo, pero durante algún tiempo se persiguieron en vano pues el orgullo no les permitía admitir que eran perseguidos.

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

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