Gombrowiczidas |
Witold Gombrowicz, Adolfo de Obieta y Eduardo González Lanuza |
Cuando a fines de 1945 Gombrowicz anuncia en el café Rex que va a regresar a la literatura con la traducción de "Ferdydurke", sus amigos se proponen ayudarlo. Era preciso asegurarle la subsistencia para que se dedicara exclusivamente a la traducción; Adolfo de Obieta se ocupa de organizar a los amigos. |
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Adolfo de Obieta |
"En
lugar de buscar un mecenas habíamos tenido la idea de reunir a una docena
de amigos de buena voluntad cuya contribución sería de cien pesos cada
uno, lo que nos permitiría reunir mil doscientos pesos, o sea una
subvención de trescientos pesos por mes. Se precisaba que no se trataba
de un regalo sino de un préstamo, pues los cien pesos les serían
devueltos a cada contribuyente cuando se cobraran los derechos de autor.
Era una especie de fondo nacional para las artes... Pero en esta ocasión,
como en tantas otras, la solución vino de parte de Cecilia Benedit de
Debenedetti a quien Gombrowicz dedicó la edición argentina de ‘Ferdydurke’
(...)" "Hubiera
podido escribir un libro sobre el arte de caer en desgracia. Creo que
González Lanuza ha dado cátedra acerca de las cien maneras de hacerse
querer; Gombrowicz hubiera podido describir las cien maneras de resultar
desagradable (...) A parte del hecho de que diera vueltas en torno a su
órbita solitaria, era capaz, en el momento de sus apariciones, de dar
pruebas de un talento único para desagradar. Hubiera podido escribir un
libro sobre el arte de caer en desgracia (....)" "Me gustaría añadir, para rendirle un homenaje, que nunca lo he oído quejarse. Este hombre que había escrito ‘Ferdydurke’, que se había quedado sin nada, encontraba probablemente más gracia y más lógica que nosotros en su propia vida. El aristócrata podía ser incisivo, excesivo, antipático, pero no podía ser amargo. Su respuesta no era el gruñido, ni la irritación, ni la resignación, su respuesta era Gombrowicz"
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Eduardo González Lanuza padeció el exceso de antipatía que despertaba
Gombrowicz más que ningún otro hombre de letras argentino. |
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Eduardo González Lanuza |
"En verdad, cuando lo veía llegar con su estampa de antipático profesional, de haber sido ello posible, mi primer deseo hubiera sido desaparecer, no por el insensato temor conejil que me atribuía, sino por liberarme de la presencia de su presuntuosa y presunta superioridad, que me producía, no temor, sino algo muy distinto: aburrimiento. La pedantería siempre me ha resultado insoportable: era bastante sintomática su preferencia por la inmadurez juvenil, no del todo desprovista de cierto matiz pederástico"
Hay que decir, sin embargo, que González Lanuza escribió hace más de
cuarenta años un buen texto sobre el "Diario argentino", una
pequeño ensayo que aventaja con holgura muchas intervenciones posteriores
de los escritores hispanohablantes. Algunos de sus pasajes nos muestran cuánta
era la paciencia que tenía con Gombrowicz. "Llegaba con el confesado propósito de discutir conmigo. Ver
disminuir la numerosa soledad de mis pinos marítimos por la
condescendiente presencia de un caballero polaco que venía a imponerme su
personal necesidad de training intelectual adjudicándome una hipotética,
y desde luego provisoria, existencia, sin otra finalidad que la de
cerciorarse de la indiscutible seguridad de la suya, no era para mí, ni
desde luego para mi mujer, un especial motivo de deleite (...) No soy un
excesivo cultor de lo que se llama ‘urbanidad’.. Lo declaro antes de
referir una anécdota reveladora de que a todo hay quien gane (...)"
"Una de sus fobias de entonces era Borges, que acababa de recibir el
premio Formentor, poco después adjudicado al propio Gombrowicz, y como
conocía mi admiración por su obra, procuraba estimular mi indolencia polémica
con sus ataques ingeniosamente malévolos de divertida arbitrariedad
(...)" Nunca he oído dicterio más borgiano contra Borges, cosa nada extraña, pues en materia de arbitrariedad es más lo que les asemeja que lo que les diferencia entre sí" Puede ser que en la naturaleza de las provocaciones de Gombrowicz esté
presente el conflicto sartreano de la lucha de las trascendencias en la
que cada uno trata de exceder al otro con la suya... puede ser. "El
Gran Dictador" es una película de Chaplin en la que Hitler y
Mussolini, sentados en los sillones de una peluquería, levantan sus
asientos con una palanca buscando ambos elevarse sobre el nivel del otro y
sobrepasarlo, un símbolo de la lucha entre dos trascendencias. "Está aquí González Lanuza que huye ante mí tal un conejo ante un león embravecido, pero no tiene donde escaparse así que lo agarro y lo jodo" El pobre González Lanuza, miembro ilustre de la Academia Argentina de Letras, que quería parecer una persona respetable, de repente se dio cuenta que a esa augusta sociedad de escritores había entrado un mono por la ventana que les saltaba de un lado a otro y no lo podían atrapar. El mono, nacido en Polonia, con el tiempo llega a tenerles cariño y confianza a esos desgraciados y los empieza a morder. Y los pobres hombres de letras tranquilizados a duras penas después de muchos años de lucha con su neurastenia y con sus infortunios, no saben qué hacer. |
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Juan Carlos Gómez
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