Gombrowiczidas 

Witold Gombrowicz, Miguel Grinberg y Alejandro Vaccaro
Juan Carlos Gómez

El Zorro, Embajador de la República de Polonia, me mordía los tobillos y me daba golpes en las costillas, quería que consiguiera participantes para la mesa redonda de la Feria del libro en el año del centenario, no le entraba en la cabeza cómo podía ser que todos se negaran, era un desaire para Gombrowicz, para los ponentes polacos: el Pequeño K y la Vaca y, en fin, para todos los polacos que vivían en la Argentina. El Pato Criollo, que se le había retobado personalmente al Zorro, me sugirió que, perdido por perdido, lo invitara a Revólver a la Orden, un filósofo escritor consultado frecuentemente sobre una gran variedad de asuntos, pero no me atreví a tanto, me pareció un desatino de parte del Pato Criollo, casi con seguridad tenía la intención de que yo introdujera en la mesa a un participante que, por distinguiese del resto, podía despacharse con cualquier extravagancia.

Alejandro Vaccaro
Que sea lo que Dios quiera, pensé para mis adentros, hablé con el Zorro y le sugerí que invitara al Buhonero Mercachifle. Si bien es cierto que el estilo de este gombrowiczida connotado es un tanto anacrónico y tiene un comportamiento propenso a los desvaríos, había conocido a Gombrowicz y esto para mí era suficiente. El Buhonero Mercachifle aceptó, pero una semana antes del día de la mesa redonda fue a la embajada y tuvo una conversación con El Zorro. Le dijo que para él era un honor que lo hubiera invitado como ponente pero que sólo participaría si le pagaba doscientos pesos.

El Zorro en un primer momento quedó sorprendido, cuando recuperó la calma le explicó que la historia de Polonia estaba llena de infortunios desde la conversión de Mieszko al cristianismo.

A continuación le hizo un relato pormenorizado de los grandes escollos que habían tenido que sortear el rey Estanislao, los mariscales Kosciuszko y Pilsudski y, finalmente, remató el discurso con un breve comentario sobre los contratiempos económicos que habían tenido en la época del comunismo. Estas desgracias habían empobrecido a Polonia de tal manera que él no estaba en condiciones de pagarle lo que le pedía, pero que reconocía el valor de su obra. El Buhonero Mercachifle no participó de la mesa redonda.

El Zorro es polaco, el Buhonero Mercachifle es hijo de polacos, como se ve ambos tienen una sangre que se pone muy espesa cuando hay que negociar. La pregunta de qué relación tenía Gombrowicz con el dinero no es fácil de responder porque durante mucho tiempo no lo tuvo y cuando empezó a tenerlo debía regularlo con cuidado y controlar muy bien sus desembolsos, pero su actitud siempre era la de un terrateniente administrando los gastos del campo.

Cuando lo conocí, en el año 1956, ya no usaba las triquiñuelas de las tres palabras consecutivas ni la de la inclusión del nombre de los contertulios en los diarios que le habían servido para conseguir un poco de plata en los momentos de apuro, por entonces se comportaba como un verdadero señor, pagaba sus cuentas, dejaba propinas, otorgaba becas y hasta hacía regalos.

En la época de su mayor miseria era más lírico con el contante y sonante, nos contaba que había inventado una estratagema para hacerse de algo de dinero, aunque no sé si tuvo la oportunidad de ponerla en práctica. Consistía en lo siguiente: –¿Puede usted prestarme veinte pesos? Se los devolveré, digamos, el jueves. El martes pediré treinta pesos a otra persona y se los devolveré el viernes. Entonces, de esos treinta pesos que pido prestados el martes, meto diez en el bolsillo y los otros veinte serán para usted. El miércoles pido otros cuarenta pesos prestados, devuelvo los que me habían prestado el martes y los diez restantes son para mí. Es una cadena. De este modo todo el mundo tiene confianza en mí; –Sí, ¿pero qué pasará con el último préstamo?; –¡Ah, eso sólo Dios lo sabe!
Miguel Grinberg

En la Embajada de Polonia, el día de la presentación de "Gombrowicz, este hombre me causa problemas", hablaba con la Poetisa Impenitente Piquetera, un apodo que le fue puesto por su amor al pueblo: –Che, Goma, ¿vos sos loco?, ¿cómo le fuiste a pedir al Buhonero Mercachifle que te presentara el libro?, ¿no sabés que es tarado?; –Sí, pero fue de relleno, lo presentaron también el Zorro, el Negroide Piquetero, el Socialista y el Régisseur Fanfarrón, además fue amigo de Gombrowicz; –Dejate de joder, ¿y por qué nadie habló del prólogo de Aira?; –¿Y quién iba a hablar, si ese prólogo es una verdadera mierda?; –Ah, no, no puede ser; –¿Vos lo leíste?, Aira se está cayendo, ¿viste lo del "Gauchito"?; –Sí, no pude terminar el libro; –Claro, yo tampoco, ese pelotudo se está convirtiendo, si es que no lo fue siempre, en un escritor para mujeres. Aquí la Poetisa Impenitente Piquetera se me escapó.

El Buhonero Mercachifle integró el quinteto que presentó "Gombrowicz, este hombre me causa problemas" en la Embajada de Polonia. Su intervención se convirtió en un delirio inexplicable, durante algún tiempo me estuve preguntando por qué lo había invitado, más aún me lo preguntaba después de que la Poetisa Impenitente Piquetera me dijera en la embajada que era medio tarado.

A pesar de que el Buhonero Mercachifle pareciera que sobrara en los asuntos de Gombrowicz, el Esperpento decía por ejemplo que había sobrado en la película de Fischerman, se las arregló bastante bien para permanecer entre los miembros de los gombrowiczidas legendarios. Es quizás por esta pertenencia conservada misteriosamente a través de los años que aparece tan sonriente en la fotografía.

El lenguaje vive el mismo proceso de abstracción que el dinero, ambos resultan reunidos en la misma vorágine circulatoria que licúa las pasiones humanas a la misma velocidad que achata las cosas. El dinero es un Esperanto limitado, pero justamente por eso comprensible por todo el mundo pues es muy claro lo que quiere decir un billete, el dinero tiene un solo significado.
Yo había construido un sistema circulatorio entre las palabras y el dinero que pasaba por los Protoseres. Cuando el Embajador de Polonia, motejado el Zorro por sus profundos conocimientos de la estrategia diplomática, empezó a moverse para preparar la celebración del año centenario de Gombrowicz se vio en apuros, no había plata para la celebración y no había libros de Gombrowicz, entonces me invitó a un almuerzo en su casa de San Isidro para elaborar un plan. Fue entonces que construí otro sistema circulatorio entre las palabras y el dinero que pasaba por Polonia.

Yo ya le había adelantado al Zorro que todos los caminos conducían al Socialista y al Homúnculo, pero resultó que los caminos hacia los libros de Gombrowicz y hacia el dinero estaban cortados.

El Socialista empezó a esconderse en las copas de los árboles cuando se enteró de que los de la Seix Barral no lo autorizaban a imprimir los libros de Gombrowicz en la Argentina, por lo menos para antes de las jornadas del Centro Cultural Borges y de la Feria del Libro. El Zorro, que se había empezado a poner intranquilo, le pidió ayuda a la Vaca Sagrada y la viuda se la pidió a los españoles, pero la intermediación no dio resultado, es decir, el resultado fue tardío, tres de las novelas de Gombrowicz aparecieron recién cuando las jornadas del Borges y de la Feria ya se habían extinguido.

La campaña del Homúnculo, recientemente nombrado presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, tuvo grandes altibajos. Yo supe que este personaje siniestro invertía dinero en proyectos polacos cuando llegaron a la Argentina el Larguirucho y el Pegajoso, dos cineastas polacos miserables que aparecieron por acá para filmar "List z Argentyny", una película que utilizaron para burlarse de nosotros con el cuento del hijo ilegítimo de Gombrowicz al que finalmente habían encontrado viviendo en la Argentina. Para cerrar el negocio del año del centenario organizó una excelente cena en su casa de la Recoleta en la hizo todo lo posible por mostrar su liberalidad y su magnificencia.

El Homúnculo es un adorador devoto del Asiriobabilónico Metafísico, pero las escasas intervenciones que ha tenido para meter la nariz en los asuntos de Gombrowicz terminaron siempre mal.

Después del horrible esperpento de "List z Argentyny", una película en la que el Homúnculo aparece como un bondadoso benefactor, el Lechuguino, director del Instituto Cervantes de Varsovia, lo invitó a un seminario que se hizo en Polonia sobre Gombrowicz para que hablara de las huellas que había dejado Witold en la Argentina, pero como el pobre Homúnculo no pudo encontrar ninguna huella en la Argentina ni en ninguna otra parte del mundo pues no había leído ni media línea de Gombrowicz, faltó a la cita.

En la cena se puso de manifiesto que estaba dispuesto a colaborar con el proyecto pero sólo con ideas y no con dinero. Esta decisión le produjo una cierta zozobra al Zorro que intentó convencerlo, pero lo único que se llevó en los bolsillos fue la idea de que tenía que pedirle plata a los empresarios polacos radicados en la Argentina y a un socio del Homúnculo.

El tiempo empezó a galopar y no aparecía ni la plata que se necesitaba para realizar el homenaje ni los libros de Gombrowicz. El Zorro trataba de tranquilizarme con discursos vanos que no tenían ningún contenido, mientras tanto yo me fui dando cuenta que el embajador no estaba bien preparado ni predispuesto para pedir dinero. Entonces ocurrió un episodio confuso en el que las partes se acusaron mutuamente. Según parece el Zorro habló con el socio del Homúnculo y le pidió plata, pero no para la embajada sino para el mismísimo Homúnculo a efectos de que él y no la embajada pudiera llevar a cabo con sus propias manos el proyecto de "El enigma de Gombrowicz" en el Centro Cultural Borges. Este malentendido puso en peligro las buenas relaciones de los socios, todo hacía presumir que la plata no aparecería y la aventura terminaría en un desastre.

Pero en ese momento se produjo un milagro. El Ministerio de Cultura de Polonia en forma providencial creó el Instituto del Libro dos meses antes del comienzo de los homenajes. A partir de ese momento el Burócrata abrió los grifos del dinero, los billetes empezaron a caer sobre el Borges y la Feria del Libro, y la aventura tuvo un final feliz.

Mientras tanto, el Socialista seguía escondido en las copas de los árboles, recién bajó cuando la Seix Barral lo autorizó a que imprimiera tres novelas de Gombrowicz en la Argentina. El Homúnculo también empezó a esconderse porque yo lo acorralaba para que se avergonzara de sus orígenes. El Dandy cuenta que para fabricar un argentino se necesita un poco de barro y un poco de bosta, en partes iguales, que si al fabricante se le va la mano con la bosta, sale un uruguayo, y que si se le va la mano un poco más, esto lo cuento yo, sale un Homúnculo.

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

Ir a índice de América

Ir a índice de Gómez, Juan Carlos

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio