Gombrowiczidas |
Witold Gombrowicz, Miguel Grinberg y Alejandro Vaccaro |
El
Zorro, Embajador de la República de Polonia, me mordía los tobillos y me
daba golpes en las costillas, quería que consiguiera participantes para
la mesa redonda de la Feria del libro en el año del centenario, no le
entraba en la cabeza cómo podía ser que todos se negaran, era un desaire
para Gombrowicz, para los ponentes polacos: el Pequeño K y la Vaca y, en
fin, para todos los polacos que vivían en la Argentina. El Pato Criollo,
que se le había retobado personalmente al Zorro, me sugirió que, perdido
por perdido, lo invitara a Revólver a la Orden, un filósofo escritor
consultado frecuentemente sobre una gran variedad de asuntos, pero no me
atreví a tanto, me pareció un desatino de parte del Pato Criollo, casi
con seguridad tenía la intención de que yo introdujera en la mesa a un
participante que, por distinguiese del resto, podía despacharse con
cualquier extravagancia. |
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Alejandro Vaccaro |
Que
sea lo que Dios quiera, pensé para mis adentros, hablé con el Zorro y le
sugerí que invitara al Buhonero Mercachifle. Si bien es cierto que el
estilo de este gombrowiczida connotado es un tanto anacrónico y tiene un
comportamiento propenso a los desvaríos, había conocido a Gombrowicz y
esto para mí era suficiente. El Buhonero Mercachifle aceptó, pero una
semana antes del día de la mesa redonda fue a la embajada y tuvo una
conversación con El Zorro. Le dijo que para él era un honor que lo
hubiera invitado como ponente pero que sólo participaría si le pagaba
doscientos pesos.
El
Zorro en un primer momento quedó sorprendido, cuando recuperó la calma
le explicó que la historia de Polonia estaba llena de infortunios desde
la conversión de Mieszko al cristianismo. El
Zorro es polaco, el Buhonero Mercachifle es hijo de polacos, como se ve
ambos tienen una sangre que se pone muy espesa cuando hay que negociar. La
pregunta de qué relación tenía Gombrowicz con el dinero no es fácil de
responder porque durante mucho tiempo no lo tuvo y cuando empezó a
tenerlo debía regularlo con cuidado y controlar muy bien sus desembolsos,
pero su actitud siempre era la de un terrateniente administrando los
gastos del campo. |
En la época de su mayor miseria era más lírico con el contante y sonante, nos contaba que había inventado una estratagema para hacerse de algo de dinero, aunque no sé si tuvo la oportunidad de ponerla en práctica. Consistía en lo siguiente: –¿Puede usted prestarme veinte pesos? Se los devolveré, digamos, el jueves. El martes pediré treinta pesos a otra persona y se los devolveré el viernes. Entonces, de esos treinta pesos que pido prestados el martes, meto diez en el bolsillo y los otros veinte serán para usted. El miércoles pido otros cuarenta pesos prestados, devuelvo los que me habían prestado el martes y los diez restantes son para mí. Es una cadena. De este modo todo el mundo tiene confianza en mí; –Sí, ¿pero qué pasará con el último préstamo?; –¡Ah, eso sólo Dios lo sabe! | |
Miguel Grinberg |
En
la Embajada de Polonia, el día de la presentación de "Gombrowicz,
este hombre me causa problemas", hablaba con la Poetisa Impenitente
Piquetera, un apodo que le fue puesto por su amor al pueblo: –Che, Goma,
¿vos sos loco?, ¿cómo le fuiste a pedir al Buhonero Mercachifle que te
presentara el libro?, ¿no sabés que es tarado?; –Sí, pero fue de
relleno, lo presentaron también el Zorro, el Negroide Piquetero, el
Socialista y el Régisseur Fanfarrón, además fue amigo de Gombrowicz;
–Dejate de joder, ¿y por qué nadie habló del prólogo de Aira?; –¿Y
quién iba a hablar, si ese prólogo es una verdadera mierda?; –Ah, no,
no puede ser; –¿Vos lo leíste?, Aira se está cayendo, ¿viste lo del
"Gauchito"?; –Sí, no pude terminar el libro; –Claro, yo
tampoco, ese pelotudo se está convirtiendo, si es que no lo fue siempre,
en un escritor para mujeres. Aquí la Poetisa Impenitente Piquetera se me
escapó. A
pesar de que el Buhonero Mercachifle pareciera que sobrara en los asuntos
de Gombrowicz, el Esperpento decía por ejemplo que había sobrado en la
película de Fischerman, se las arregló bastante bien para permanecer
entre los miembros de los gombrowiczidas legendarios. Es quizás por esta
pertenencia conservada misteriosamente a través de los años que aparece
tan sonriente en la fotografía. El
Socialista empezó a esconderse en las copas de los árboles cuando se
enteró de que los de la Seix Barral no lo autorizaban a imprimir los
libros de Gombrowicz en la Argentina, por lo menos para antes de las
jornadas del Centro Cultural Borges y de la Feria del Libro. El Zorro, que
se había empezado a poner intranquilo, le pidió ayuda a la Vaca Sagrada
y la viuda se la pidió a los españoles, pero la intermediación no dio
resultado, es decir, el resultado fue tardío, tres de las novelas de
Gombrowicz aparecieron recién cuando las jornadas del Borges y de la
Feria ya se habían extinguido. El
Homúnculo es un adorador devoto del Asiriobabilónico Metafísico, pero
las escasas intervenciones que ha tenido para meter la nariz en los
asuntos de Gombrowicz terminaron siempre mal. En
la cena se puso de manifiesto que estaba dispuesto a colaborar con el
proyecto pero sólo con ideas y no con dinero. Esta decisión le produjo
una cierta zozobra al Zorro que intentó convencerlo, pero lo único que
se llevó en los bolsillos fue la idea de que tenía que pedirle plata a
los empresarios polacos radicados en la Argentina y a un socio del Homúnculo. Mientras tanto, el Socialista seguía escondido en las copas de los árboles, recién bajó cuando la Seix Barral lo autorizó a que imprimiera tres novelas de Gombrowicz en la Argentina. El Homúnculo también empezó a esconderse porque yo lo acorralaba para que se avergonzara de sus orígenes. El Dandy cuenta que para fabricar un argentino se necesita un poco de barro y un poco de bosta, en partes iguales, que si al fabricante se le va la mano con la bosta, sale un uruguayo, y que si se le va la mano un poco más, esto lo cuento yo, sale un Homúnculo. |
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Juan Carlos Gómez
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