Uno de los profesores de esa universidad que yo conozco, la Vaca, conserva algunas de las características de esos antepasados. Los profesores mantenían entre ellos unas conversaciones sabias que los demás comensales escuchaban con devoción.
Nunca había sentido simpatía por los profesores, pero esos diálogos filosóficos o históricos, le parecían tan pesados como un hipopótamo y no mucho más lúcidos.
En los momentos más solemnes los interrumpía con cortesía con algún disparate: –¿Por qué no prueban estos pastelitos? En un almuerzo les sirvieron unas pastas indigestas e insípidas, entonces Gombrowicz protestó alzando la voz: –Pasta para el estómago, pasta para el alma, es realmente demasiado. Se produjo un escándalo y uno de los sabios intentó romperle una silla en la cabeza.
Para asegurarme de que la conclusión que había sacado sobre la tardanza de la Vaca tenía una grado de certeza equivalente a la del calor que dilata los cuerpos, un juicio sintético a posteriori que Kant utiliza a menudo en sus investigaciones sobre el fenómeno y el noumeno, busqué entre mis papeles otra experiencia que me la confirmara.
Le había ofrecido a la Muda, la editora responsable de la organización editorial más importante de Polonia, Wydawnictwo Literackie, la publicación de la correspondencia que tuve con Gombrowicz. A los días recibí una respuesta alentadora en la que me informaba que se iba a poner en contacto con la Vaca, que juntos y rápidamente iban a tomar una decisión porque estaba interesada en la propuesta.
Me senté a esperar la buena nueva con una enorme paz espiritual, como si estuviera mirando los lirios del campo, pero la Muda recién volvió a escribirme cuatro años después y con un lenguaje extraño que no resultaba comprensible.
"Disculpe este largo silencio, pero en cuanto a las ‘cartas’ yo también sigo estando en suspenso. Le explico: todo el tiempo estamos esperando una estabilización y delimitando los términos del contrato. Parece, con todo, que estamos acercándonos al final. Creo que la cosa será actual en el futuro"
Han pasado varios años más y seguimos aguardando, nos acercamos peligrosamente al record de tardanza que tiene la publicación de la entrevista que la Vaca y yo le hicimos al Pterodáctilo.
Cuando Gombrowicz contraponía dos situaciones dramáticas acostumbraba a meter en el medio una situación más ligera en la que solía aparecer alguna persona cazando mariposas. Por esta curiosa particularidad a la que podríamos llamar teatral, por los dolores de cabeza que a veces me da el Pequeño K, y por la actitud oriental que en general adopta su jefe, el director de la revista "Twórczosc", para manejar estos conflictos, me vi obligado a apodar a Bohdan Zadura como el Hombre que Cazaba Mariposas, a pesar de que en otros asuntos es más decidido.
"En el número de agosto, en la sección de Henryk Bereza, aparece un texto extenso referido a usted en el que expresa la admiración que tiene por sus escritos, admiración que yo comparto"
Bajo el paraguas de esta admiración y a raíz de una consulta que el Hombre que Cazaba Mariposas le había hecho al Pequeño K acerca de si no me gustaría escribir algo sobre "Cosmos", hace unos años atrás escribí un texto muy interesante sobre esa novela, pero hasta el día de hoy mi escrito no ha visto las letras de molde.
Un editor argentino administró el conflicto que tuvo con Gombrowicz de una manera muy diferente a cómo lo administraron conmigo La Vaca, la Muda y el Hombre que cazaba Mariposas. En el año 1960 Jacobo Muchnik, por una sugerencia del Pterodáctilo, le propuso a Gombrowicz la reedición de "Ferdydurke" en Fabril Editora.
Le ofreció un tercio de los derechos de autor potenciales en carácter de anticipo: –Eso es lo de menos, yo estoy dispuesto a autorizar la publicación de "Ferdydurke" si ustedes se comprometen a editar otro libro, muy importante, que estoy escribiendo.
Sacó un par de hojas de los diarios en los que se refería a la Argentina y le pidió que las leyera en ese mismo momento: –Sí, como muestra es ciertamente bien elocuente, pero, honestamente, ¿cómo quiere usted que me comprometa a priori y por mi cuenta a editar en nombre de una gran empresa un libro polémico dedicado aparentemente a meterse belicosamente con lo más distinguido de la intelectualidad argentina? Gombrowicz no respondió, se puso de pie y por encima del escritorio le quitó de las manos las dos hojas, murmuró algo y se fue.
"Así pues, no edité "Ferdydurke". No volvía a ver a Gombrowicz hasta unos años más tarde, en 1963, cuando estábamos viviendo en el Quai de la Tournelle, en París (...) Elisa se negó a esperarlo y se fue de paseo antes de que él llegara, diciéndome irónicamente que la entrevista me fuera leve"
Gombrowicz le habló de sus proyectos, le pidió que lo pusiera en contacto con los editores españoles, le habló de la incontenible resonancia alcanzada por su prestigio y de que iba en camino de obtener todos los grandes premios del mundo.
"Lo que yo lamento es no haber anotado sus palabras aquel mismo día. Lo que sí recuerdo bien es que las dos páginas que me dio a leer en mi oficina de la calle California, no figuran en la edición del "Diario argentino" de Gombrowicz, publicado por Sudamericana en 1968. Cómo recuerdo cuánto lamentó Elisa haber regresado a casa cuando ya Gombrowicz se había ido; ella se quedó sin conocerlo y yo no volvía a verlo más" |