“El mejor escritor argentino del siglo XX es Witold Gombrowicz” del Vate Marxista, “La perspectiva exterior” del Filósofo Payador y el “Mito nativo” del Iniciático han sido utilizados con frecuencia para reflexionar sobre Gombrowicz por los hombres de letras gombrowiczidas.
El Filósofo Payador debe su mote a unas declaraciones que le hizo a un periodista en una entrevista..
“Me hubiera gustado escribir un tratado de filosofía en una lengua popular del Río de la Plata”
A mi juicio desarrolló ese tratado, por lo menos en parte, cuando escribió “La perspectiva exterior”, un ensayo sobre Gombrowicz. Es un texto que mencionan por su importancia el Vate Marxista, el Pato Criollo, el Gnomo Pimentón, Revólver a la Orden y el Orate Blaguer, pero cae en la trampa, en la trampa de demostrar que Gombrowicz es el mejor escritor argentino del siglo XX, según el descubrimiento increíble que había hecho el Vate Marxista, y también en la trampa de que no era, sin embargo, tan distinto al Asiriobabilónico Metafísico.
“La evolución de su literatura es inseparable de su experiencia argentina, y esa experiencia penetra y modela la mayor parte de su obra, que sin ella se volvería incomprensible”
Esta exageración del Filósofo Payador es la conclusión que saca de la perspectiva con la que Gombrowicz examina el mundo, que le parece igual al modo que tiene la cultura argentina de relacionarse con Occidente.. Si bien la perspectiva exterior de Gombrowicz puede ser una consecuencia de su búsqueda de originalidad, es también el resultado del exilio argentino.
El Filósofo Payador encuentra parecidos entre Gombrowicz y el Asiriobabilónico en el esnobismo aristocratizante, uno, con los antepasados militares y los orígenes ingleses, otro, con las pretensiones nobiliarias y las manías genealógicas; en la atracción por lo bajo, uno, con el culto al coraje y a los matones de comité, otro, con la atracción por Retiro y la inmadurez...
El Vate Marxista, con uno de esos golpes secos en los que combina con proporciones armoniosas la paradoja, la logomaquia y la ciencia, había hecho unas declaraciones llamativas: “El mejor escritor argentino del siglo XX es Witold Gombrowicz”
En un congreso de escritores que se realizó en la ciudad de Santa Fe hace casi un cuarto de siglo el Vate Marxista afirmó que “Transatlántico” era una de las mejores novelas escritas en el país, una afirmación más restringida y específica que la otra y que a primera vista no parece paradojal. Sin embargo, después de leer esa ponencia a la que llamó “Gombrowicz y la novela argentina” me quedó la extraña sensación de que los comentarios del Vate Marxista no tomaban contacto con Gombrowicz sino con las traducciones, los estilos, la lengua y unas logomaquias que remata diciendo que la novela argentina sería algo así como una novela polaca traducida a un español futuro.
El Vate Marxista y el Filósofo Payador contribuyeron en forma originaria a crear alrededor de Gombrowicz un mito nativo contra el cual se rebelaron algunos escritores argentinos como el Casanova, y eso para mantener su inmaculada independencia.
“Gombrowicz creó un círculo y utilizó su obra para crear su fama, lo que no era tan difícil, debido a que su figura tenía rasgos promocionales muy evidentes. No había manera de que a largo plazo la intelectualidad argentina se abstuviera de caer rendida a sus pies, independientemente de lo que pudiera pensar de sus libros”
El Iniciático es mucho más cauto y utiliza la técnica del cloqueo pero también la inteligencia, cosa que el Casanova no hace, para reflexionar sobre el legado de Gombrowicz.
“Con los años se ha hecho habitual leer a Gombrowicz en clave argentina: este escritor aislado e irreverente –aunque no menos ignorado que tantos contemporáneos– habría dicho más y mejor, en todo caso distinto, sobre el país que muchos otros, nacionales o extranjeros (...)”
“La parábola de Gombrowicz diseñó en los 70 y 80 una metáfora adecuada para interpretar al país. Una mirada estetizante, como corresponde a la de un extranjero, creaba paradójicamente sólidos límites estéticos(...)”
“A la vez, quizá haya habido demasiada confianza en la literatura de Gombrowicz, y exagerada certeza respecto de la oquedad local, al decir que a través suyo Europa leía a la Argentina (...)”
“Para Gombrowicz la Argentina fue un no-país, un territorio que ponía de manifiesto los límites antes que su contenido. Esta noción pudo entusiasmar al amargo e irónico localismo de nuestras letras, pero también implicó volver a escenas de interpretación propias del siglo XIX. Esclavo contemporáneo de los desplazamientos, Gombrowicz desarrolló una ‘metafísica territorial’ que buscaba en la ubicación topológica la definición existencial (...)”
“Así, el encanto de Gombrowicz no consistió tanto en haber propuesto una versión imposible de la Argentina sino en haber hecho de ella una ecuación abstrusa, como siempre resulta la representación de las zonas periféricas”
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