Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Rodolfo Alonso |
A veces me asalta el temor de que los gombrowiczidas lleguen a despertar finalmente un hartazgo como terminó produciéndole Gombrowicz al Asno. “Sobre Gombrowicz ya está todo dicho. Probablemente demasiado. Hace varios años que me tiene podrido. No él, pobre cadáver. El circo alrededor (...) No hablo de nada con casi nadie. No es personal. Pero nunca más, sobre nada” A veces me parece encontrar síntomas de esta reacción en los Protoseres cuando me les acerco con mis escritos bajo el brazo. En mi última embestida puse por enésima vez la cabeza bajo la guillotina para alimentar su pasión enfermiza de hacer dictámenes, a sabiendas de que el fenómeno que se iba a producir era el que tan bien había descrito en la caja negra, un sistema en el que puse al descubierto los cinco procedimientos que utilizan los editores para mandar de paseo a los hombres de letras. |
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Rodolfo Alonso |
Santiago Alonso |
Si bien es cierto que en las aventuras que tuve con los Protoseres analicé cumplidamente qué es lo que son, colocándolos en un rango que va de los rufianes melancólicos a los asesinos seriales, no me detuve demasiado en identificar quiénes eran. La
mayoría de los Protoseres son empleados de sociedades anónimas que se
hacen llamar editores por aquello que una vez le dijo un juez a Gombrowicz:
–Querido colega, diga que es juez, siempre es mejor que piensen que están
delante de un juez y no de un pasante. La carrera de estos Protoseres es
tortuosa, algunos utilizan la ley del gallinero para ascender en esa
carrera creada por Gutenberg, y otros terminan desempeñando el papel de
lectores, como le ocurrió a cierto Protoser de Interzona poco después de
haber publicado “Gombrowicz, este hombre me causa problemas” El Pulgón que eligió la Hierática es hijo de uno de nuestros más prestigiosos poetas y esto me dio una cierta esperanza, de modo que entré inmediatamente en contacto con el Padre. “Yo le di ‘Un polaco de dos mundos’ a la Hierática. La Hierática se lo pasó a tu hijo Santiago para que le haga un informa a Emecé. Y yo te lo estoy pasando a vos para que le echés una mirada a tu hijo” El
Padre tuvo la gentileza de contestarme inmediatamente pero sin hacerse
cargo de lo que pudiera hacer el Pulgón. Cuando la Hierática me informó que el Pulgón le había puesto seis puntos al libro puse el grito en el cielo. “Tu hijo Santiago terminó de leer ‘Un polaco de dos mundos’ y le puso seis en valor literario y cuatro en valor comercial. Decile que es un burro y que está aplazado, que vuelva en marzo mejor preparado” En
las fotos que forman parte de este gombrowiczidas aparecen los rostros de
un padre sin carácter y de un hijo perverso, pero es otro el asunto que
me tiene preocupado. Debo
reconocer que el Pato Criollo me dio más de una mano, fue el Pulgón que
utilizó la editorial Emecé para leer las cartas que Gombrowicz me había
escrito, y también fue el Pulgón que utilizó Interzona para echarle una
mirada a “Gombrowicz, este hombre me causa problemas”
En cierto momento me sentí obligado a leer alguno de sus libros para retribuirle en parte tan buena disposición, una intención que le hice conocer en una de mis cartas. “Llegados
a este momento, y como es muy probable que a vos te interese saber, por lo
menos hasta cierto punto, qué es lo que pienso de tus escritos, creo que
deberías recomendarme la lectura de uno de tus libros. Para prevenirnos,
tanto vos como yo, de malos entendidos que podrían resultar fatales para
el futuro de nuestra relación, más teniendo en cuenta que a vos te salen
las novelas del escritorio como porotos de la chaucha, debemos tomar
ciertos recaudos (...)” En sueños el Pato Criollo se me aparecía como un pájaro cuya verdadera naturaleza no alcanzaba a precisar, pero es seguro que estaba actuando sobre mí la misma curiosidad de la que habla Gombrowicz cuando conoce a Rudnicki y que me hacía ver al Pato Criollo como un rival. Eran
sueños confusos, como lo suelen ser los sueños, me atreví entonces a
consultar al doctor Cesar Rodríguez-Moroy Porcel, un terapeuta
especialista en psicopatías de origen literario de gran renombre entre
los hombres de letras, a ver si con su ayuda los podíamos precisar. En
cuanto al Padre debo agregar que se comporta respecto a Gombrowicz de una
manera estándar, es decir, escribe solamente sobre un Gombrowicz en la
Argentina y, en su caso, en forma poco documentada, al punto de aparecer
como lector de un único libro: “Diario argentino” El Padre es dueño de un talento común a algunos hombres de letras argentinos: escribir muchas palabras con la intención de no decir nada, una intención con la que ocultan su falta de conocimientos. Hay que decir, sin embargo, que González Lanuza escribió hace más de cuarenta años un buen texto sobre el “Diario argentino”, una pequeño ensayo que aventaja con holgura muchas intervenciones posteriores de los escritores hispanohablantes. |
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Juan Carlos Gómez
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