Gombrowiczidas | |||
Witold Gombrowicz y Juan Domingo Perón Juan Carlos Gómez |
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Un día del 1955, un año antes de haber sido presentados en el Rex, yo lo vi a Gombrowicz hablando solo por la calle Florida. Caminaba con entusiasmo, no sólo hablaba, también sonreía como si hubiera resuelto algún problema. Pasado más de medio siglo me doy cuenta ahora que ese talante de condenado que recién sale del presidio estaba relacionado con su próxima renuncia la Banco Polaco hacia donde se dirigía cuando me crucé con él aquella mañana. Su
campaña literaria en los siete años y medio de trabajo en la oficina no
fue arrolladora. Escribió “Transatlántico”, y comenzó el
“Diario”, “Opereta” y “Cosmos”. El trabajo y Gombrowicz nunca
se habían llevado bien en Polonia y aquí en la Argentina esta relación
siguió la misma suerte. El
año 1955 fue un año turbulento, los conflictos civiles entre los
peronistas y los antiperonistas se transforman en conflictos bélicos,
aunque restringidos y muy localizados. Se produjeron enfrentamiento entre
las fuerzas armadas, la marina de guerra amenazó con bombardear el puerto
de Buenos Aires, con más exactitud, las refinerías de petróleo, las
refinerías no la ciudad. |
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Gombrowicz, del mismo modo que el Asiriobabilónico Metafísico, tenía una relación extraña y ambivalente con la política, se interesaba mucho más por el estilo de los políticos, de los jefes militares, de los conductores de una nación que por las ideas que representaban. Buscaba la liberación de su conciencia, estaba convencido de la bancarrota de todas las ideologías políticas, tanto de las de izquierda y como de las de derecha.
Siguiendo las enseñanzas de Marx pensaba que había llegado el momento de
estudiar el condicionamiento de la conciencia, no sólo de la conciencia
de los aguaciles del capitalismo, sino también la de los estudiantes que
profieren injurias en un mitin. Las circunstancias políticas que vivió Gombrowicz después de la aparición de “Ferdydurke” en la Argentina fueron básicamente tres: el gobierno de Peron, la Revolución Libertadora y el gobierno de Frondizi.. “Este
país tan aburrido que es la Argentina de un día para otro se ha
convertido en uno de los espectáculos más interesantes del mundo” Este
programa despertó el entusiasmo del pueblo y obtuvo cuatro millones de
sufragios sobre siete millones de votantes... pero... Este escándalo le resulta a Gombrowicz bastante instructivo. Los argentinos estaban aturdidos, habían pasado del arrebato de entusiasmo, al temor y la rabia. Los salarios subían por la escalera y los precios empezaron a subir por el ascensor, Gombrowicz estaba cayendo en la cuenta de que se había acabado la facilidad. El
país era tan rico que durante largos años había soportado la demagogia,
la megalomanía y la fraseología, así como toda clase de teorías magníficas,
sin hablar de diversos negocios turbios que habían prosperado en ese
caldo de cultivo. “La enorme energía acumulada en el capital internacional ha irrumpido en la Argentina, un país que es casi tan grande como la mitad de Europa. De modo que un ciudadano de a pie no entiende nada de nada y no sabe a qué atenerse” Según
la manera de ver las cosas que tenía Gombrowicz se estaba produciendo una
guerra entre las cifras y los sentimientos, las fobias y las ilusiones.
Los nacionalistas habían conducido el país al aislamiento económico,
una de las causas principales de la crisis. Pero
en la época de Frondizi ese mismo grupo intentaba aliarse con los
peronistas y con los comunistas, porque también ellos eran nacionalistas,
para formar un frente antigubernamental y establecer una dictadura. Pero
la única dictadura posible en la Argentina era la dictadura militar, y el
ejército estaba contra ellos. Para los comunistas del país existían
tres centros de poder: el ejército, la iglesia católica y los sindicatos
obreros.
Me
tocó hacer el servicio militar en la Marina, una de las fuerzas armadas
argentinas, la fuerza que despertaba más nostalgia en Gombrowicz desde
Europa recordando los encuentros que había tenido con sus jóvenes
conscriptos. Lo hice durante dos años, en 1955 y 1956, una época
bastante revuelta de la historia política argentina en la que cambió de
forma abrupta nuestro destino político. En
septiembre, después del derrocamiento de Peron ocurrido tres meses después
de la sublevación de junio, nuestra vida de conscriptos retomó una
cierta calma hasta que se produjo la contrarrevolución peronista en 1956,
abortada por informaciones oportunas que recibieron los sediciosos
evitando de esta manera una derrota segura y el derramamiento de sangre. Cuando
Gombrowicz se fue de la Argentina en el año 1963 yo me hice amigo de la
comparsa de Jorge Brussa, archienemigo de Gombrowicz y campeón de ajedrez
del café Rex. Al poco tiempo de haber entrado en contacto con los nuevos
contertulios hicieron correr el rumor que yo lavaba ropa a domicilio y que
ellos conocían el origen y las características de mi cultura.
En efecto, durante el día escuchaba muchas conversaciones en esa cabina cerrada que yo hacía subir y bajar, pero eran conversaciones que no tenían principio ni fin, las tomaba empezadas en algún piso y se me escapaban sin terminar en algún otro nivel. Pues
bien, esta ocurrencia que tuvieron esos amigos míos de café que me
aparecieron cuando se fue Gombrowicz me hicieron recordar un poco a las
conferencia que daba Gombrowicz sobre el existencialismo y el marxismo,
sobre la mecánica ondulatoria y la relatividad. Las ideas que Gombrowicz tenía sobre el peronismo eran ambiguas y contradictorias. El 1º de junio de 1955, dos semanas antes del estallido de la Revolución Libertadora, Gombrowicz renuncia al Banco Polaco al que había ingresado en diciembre de 1947. Se siente libre y le da rienda suelta a la alegría que le produce la finalización de sus obligaciones laborales. “Y
como coincidió con el derrocamiento de Peron, ¡el viento de la libertad
soplaba de todas partes en torno a mí!” “(...) Ya sabe como son los mozos en Buenos Aires: envidiosos, amargados, peronistas, bien, aquí en Berlín son atentos, sonrientes, amabilísimos, corriendo, con vocación verdadera de mozo, con profundo y sincero respeto. Cuando uno se da cuenta de que casi todos eran asesinos torturadores (arriba de cuarenta años)... esto es genial, no hay caso. Bolches no hay. Aman tiernamente a los yanquis. Son cien por ciento europeos, antinacionalistas, pacifistas. Goma, son geniales no cabe duda” |
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Juan Carlos Gómez
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