Los lectores occidentales de Gombrowicz se dividen entre los que buscan la diversión sin preocuparse de otra cosa, y los graves, los graves a secas y los graves ofendidos. El Cuentamusas es un apasionado lector de Gombrowicz, es un lector grave más bien que un lector divertido. Hay que tener en cuenta que Gombrowicz abandona el género humorístico a partir de “Pornografía”, cambia de andarivel y coloca su carga de alegría y sarcasmo en la correspondencia que mantiene con sus amigos argentinos. Existen lectores de Gombrowicz a los que le resulta difícil digerir su lado austero y dramático, al punto de que algunos de ellos borran esa parte de su mundo, no la asimilan.
“(...) estoy leyendo a Gombrowicz en sus propios diarios y realmente me estoy llevando la sorpresa de mi vida al encontrar a un tipo muy pero muy diferente al que se muestra en sus novelas (...)”
“Ya había tenido un adelanto leyendo los textos destinados a gombrowiczidas, donde a veces usted lo cita textual, pero leerlo así, de la fuente y de corrido, es sorprendente. Qué tipo lúcido (...)”
“Yo estoy haciendo mis tesis sobre Witold Gombrowicz y el exilio, y hago exactamente lo mismo. Gombrowicz dice una cosa, y yo busco y busco y busco para contradecirlo, y mostrarle al mundo (o a una pequeña, pequeñísima parte de él) que Gombrowicz mentía, o estaba equivocado, o no podía asumir el hecho de enfrentarse con determinadas cuestiones que eran más fuertes que él”
El Cuentamusas escribió unas notas sobre “El exilio procaz” del Burro y sobre “Gombrowicz en Argentina” de la Vaca Sagrada.
“Lo que tal vez le falte a ‘El exilio procaz’ sea una mayor profundización en torno al exilio como categoría analítica. Probablemente el autor podría haber enmarcado teóricamente este concepto, anexando bibliografía específica al respecto, y no sólo confrontando la experiencia de Gombrowicz con la de otros escritores exiliados. Gasparini no avanza mucho en este sentido, y eso hace que por momentos pierdan fuerza algunos de sus argumentos (...)”
“(...) “Gombrowicz en Argentina” es una recopilación de textos que la viuda realizó con el correr de los años, y mediante la cual intentó reflejar algunos de los aspectos de Gombrowicz, durante un exilio que duró casi veinticuatro años (...) Rita Gombrowicz, gracias a un prolijo y minucioso trabajo de edición, consigue plasmar una pequeña muestra de la increíble diferencia de percepciones que el incorregible Witoldo despertaba en cada uno de sus coetáneos”
El Cuentamusas tiene un exilio en el corazón, pero es diferente al que Gombrowicz tenía en el suyo. Al final de la historia argentina se produce el segundo destierro de Gombrowicz, en 1939 se había desterrado de Polonia a bordo del Chrobry y en 1963, veinticuatro años después, se estaba desterrando de la Argentina a bordo del Federico Costa. Se fue a Berlín invitado por la Fundación Ford a pasar un año en esa ciudad endemoniada donde se pergeñó buena parte de su ruina.
¿En qué pensó cuando le ofrecieron la beca?, es difícil responder esta pregunta pero más que pensamientos debieron ser impulsos obscuros los que lo pusieron en movimiento. Estos impulsos obscuros le impedían conocer lo que quería, lo ponían en contacto con lo que él rechazaba, con lo que no quería.
Cuando Gombrowicz recibe la invitación de la Fundación Ford ya sentía la necesidad de volverse extranjero otra vez. No obstante, es el sentimiento de libertad el que lo mueve a Gombrowicz a emprender la retirada, a alejarse de un país íntimo y extraño que lo recibió con amabilidad pero que no lo comprendió.
Él siente su libertad más como una ruptura con los vínculos que lo están aprisionando que como el sueño en un esplendor futuro. Ese pájaro huyó por la puerta de la Fundación Ford pero ya existían otras puertas que se le estaban abriendo en el mundo, y por una u otra puerta el águila polaca se nos iba escapar de la jaula. Entre el viaje de ida a bordo del Chrobry y el de vuelta a bordo del Federico Costa vivió un exilio de veinticuatro años que él en el “Diario” cuenta en días.
En este exilio intentó liberarse de las limitaciones que le impuso el destino habiendo recorrido para conseguirlo un camino extraño: para ser libre eligió ser extranjero, ya lo había intentado en la mismísima Polonia, y volvió a intentarlo en una Argentina que no lo leía, no lo editaba y no lo conocía.
Si bien es cierto que es desagradable no poder editar las obras y, en consecuencia, no tener lectores hay que decir que el arte está cargado de soledad y encuentra su razón de ser en sí mismo. Los hombres célebres suelen ser extranjeros en su propia casa y son célebres porque se valoran más a sí mismos que al éxito. El arte en general, y no sólo el del exilio, está en estrecha relación con la descomposición y la enfermedad a las que transforma en salud.
El arte es un cementerio, entre mil personas que no han logrado realizarse y se han quedado en la esfera de la dolorosa insuficiencia, apenas una o dos consigue existir de verdad.
La suciedad que proviene de estas ambiciones insatisfechas no tiene tanto que ver entonces con el destierro sino más bien con la naturaleza misma del arte. Son elementos característicos de cualquier café literario, y en realidad es indiferente en qué lugar del mundo se atormentan los escritores que no son bastante escritores para ser escritores de verdad.
Quizá sea más sano que se vean privados de los mimos que les hacían en el propio país. No hay nada de extraño en que unas criaturas de invernadero cuidadas en el seno de la nación se marchiten fuere de ese seno.
En muchos momentos de la historia ocurre que lo mejor de un país es expulsado al extranjero, casi todas las naciones del mundo conocen bien este asunto Gombrowicz piensa que la ventaja consiste en que se abre una posibilidad de pensar el país desde el lado de afuera. En el caos general de la nueva tierra se relajan las formas reinantes en la conciencia y se puede encarar el futuro de un modo más libre.
Pero este exceso de libertad es, paradójicamente, lo que más ata al escritor exiliado. Se siente amenazado por la inmensidad del mundo y el carácter definitivo de sus problemas lo presiona por todos lados, entonces se agarra al pasado de su tierra natal, es decir, se agarra a sí mismo, porque tiene terror a que todo su mundo actual se le desarme, y finalmente se toma de la única esperanza que le queda, la de recuperar su antigua patria.
Para recuperar la patria debe resignar su propio yo, no sabe ser escritor sin patria, pero al resignar su propio yo para recuperar la patria deja de ser escritor, escritor en serio. El artista en el exilio no sólo vive fuera de la nación, también vive fuera de su elite, tiene que enfrentar personalmente la presión de un vida brutal e inmadura. Algunos son empujados por esta razón a una trivialidad democrática, otros a un vulgar realismo, y otros más al aislamiento.
El escritor debe encontrar una forma de sentirse otra vez superior para recuperar su valor. No es extraño que en estas condicione el escritor esté paralizado por la inmensidad y por su propia debilidad, que esconda la cabeza y fabrique una parodia del pasado, que huya del mundo para ir a parar a su pequeño mundillo.
Mis relaciones con “Prometheus” llegaron a su fin cuando el jefe del Cuentamusas me escribió unas palabras desagradables.
“Hace un buen tiempo que recibo sus Gombrowiczidas y para ser sincero debo afirmar que con cierta apatía. Puesto que mi interés por el gran Witold es casi nimio. No obstante, al leer el último no tengo más que palabras elogiosas para su revuelta contra los Protoseres. Me encantó recorrer las tan conocidas wikipáginas y encontrar su sello colosal en las entradas y los cartelones que reclaman wikificación artística. Nuevamente le extiendo mi apoyo y le dejo un saludo cordial” |