Las polacas de su generación tuvieron un verdadero maestro en la profesión de domar mujeres. Tadeusz
Boy-Zelenski era médico, poeta, escritor, crítico literario y teatral, traductor de más de cien títulos de literatura francesa, desmitificador de las tradiciones nacionalistas de la nobleza y de la Iglesia. Fue asesinado por la Gestapo en 1941.
Pertenecía a la generación anterior a la de Gombrowicz, inteligente y talentoso dedicó buena parte de sus energías a achicar la brecha que existía entre Polonia y Occidente.
Pero Gombrowicz era en cambio un maestro en hacerle desplantes a las mujeres y a lo sagrado, hasta llegó a hacerle uno a la basílica de San Pedro, se lo hizo a un pintor con el que se encontró en Roma y que la estaba mirando.
“¿Ya ha visitado la basílica?; –No, todas las iglesias son parecidas por dentro; –¿Así que ha elegido la displicencia y el desdén?; –Sí, en efecto, eso es lo que he elegido, además, me da demasiada pereza quitarme el sombrero para entrar en una iglesia; –Pues entonces, entre con el sombrero puesto; –No es mala idea, voy a ver si entro a la basílica cubierto”
En el año en el que se agrava la enfermedad de su padre que finalmente muere, Gombrowicz estaba escribiendo “Ivona” con pena y sin ganas. Decidió aprovechar para el teatro la técnica que había elaborado para los cuentos, en los que había desarrollado la capacidad de seguir un tema abstracto y absurdo como si fuera un motivo musical.
“Ivona” no es ninguna obrita como la había definido Gombrowicz, si bien es cierto que la protagonista es una joven tarada a más no poder que carece en forma absoluta de gracia. Esta pieza de teatro es una transición entre “Memorias del tiempo de la inmadurez” y “Ferdydurke”. “Ivona” fue un juego humorístico y una forma de ganar tiempo. Se convirtió en la obra de teatro más atractiva para el público por su humor ligero y cruel y porque su puesta en escena le permite al regisseur la libertad de movimientos en todos los niveles y planos dramáticos.
Una de las ocupaciones principales que tenía Gombrowicz en la época en la que escribió “Ivona” era la de decir sandeces en forma reiterada, sandeces que, sin embargo, le permitían mantener y desarrollar lo que siempre fue para él la ley suprema: el estilo.
La risa y el estilo son pues los dos cánones de “Ivona”, la rebelión del príncipe contra la ley de la naturaleza que lo obligaba a gustar tan sólo de mujeres atractivas introduce un factor de descomposición que se manifiesta en vicios y degeneraciones de todo tipo al punto que la corte se convierte en una incubadora de monstruos.
Gombrowicz le daba una importancia fundamental al erotismo, las pulsiones sexuales aparecen traspuestas en su obra, pero no para ocultarlas sino para que estén presentes con mayor intensidad.
Sus afroditas son muy atractivas, salvo la desdichada Ivona, una joven tarada a más no poder que carece en forma absoluta de gracia. Gombrowicz sexualiza el pensamiento y las ideas para que la conciencia se realice en un cuerpo erotizado que cautive y atraiga.
Las partes del cuerpo funcionan aparte de la actividad psíquica con una estructura diferente. Acerca de este asunto el Hasídico afirma que Gombrowicz estaba realizando una de las primeras incursiones en un dominio desdeñado por Freud: el inconsciente físico. Aunque estos dos vocablos son contradictorios expresan con claridad y precisión la importancia que Gombrowicz le da a la sexualidad en la creación artística.
La popularidad de las indagaciones de Sastre sobre la mirada y de Freud sobre la participación de la sexualidad en la conducta humana facilitaron la comprensión de su obra un tanto hermética, a pesar de la desconfianza que le tenía a ambos.
“La presión sexual me llevaba hacia lo bajo, hacia las aventuras secretas y solitarias en los barrios lejanos de Varsovia con mujeres de la peor especie (...)”
“No, no se trataba de putas, en esas aventuras desgraciadas yo buscaba justamente la salud, algo elemental, lo que lo hacía más bajo aún, y, sin embargo, más auténtico (...)”
“Ivona procede más de la biología que de la sociología; nace en esa región de mi interior donde me asaltaba la anarquía ilimitada de la forma, de la forma humana, de su desenfreno y de su desvergüenza. Seguía pues estando en mí…, y yo me hallaba dentro”
Mira Ziminska, la actriz que le había recomendado Tadeusz Boy-Zelenski para la representación de “Ivona”, a más de ser una mujer bella e inteligente, tenía un gran sentido del humor, pero Gombrowicz se llevaba mal con los actores, especialmente con las actrices, consideraba que los intérpretes pertenecían a una clase inferior de artistas..
“Con las actrices me mostraba aún más implacable que con los actores, y tenía la costumbre de fingir que no las conocía; me presentaba solemnemente a cada una de ellas en cada encuentro. Un día, cuando me presenté cortésmente por quinta vez a una diva, ésta agarró un vaso de agua y sin pensarlo dos veces me lo vació en la cabeza. Mira Ziminska, por suerte, no me guardaba rencor, pero sus horizontes teatrales no eran tan amplios como para poder apreciar una obra tan innovadora como ‘Ivona’. Me dijo que el principio no estaba mal, pero que el resto no valía nada” |