La historia verdadera de “Horacio Sacco, Daniel Rojas Pachas y Carlos Echinope”, con asuntos concernientes a la discriminación y la censura, tuvo repercusiones inmediatas. Poncio Pilatos me lanzó un anatema urbi et orbi y me puso fuera de concurso en la publicación de “Letras Uruguay”, una revista prestigiosa que se edita en la orilla oriental del Río de la Plata.
“El Sr. Juan Carlos Gómez no ha entendido la actitud tomada ante dos trabajos publicados, en primera instancia, en ‘Letras’ y luego retirados ante pedido de los afectados por sus dichos. Pasado el tiempo vuelve sobre el tema. En mi caso, no conozco a mis colegas pero entiendo lo vertido ante similares circunstancias, no me molesta lo dicho, porque no me llega lo que cualquier persona refiera sobre mí (...)”
“Igualmente este es el último trabajo que se publica en ‘Letras’ del Sr. Gómez ya que ‘Letras’ lo único que me proporciona es el placer de publicar trabajos de infinidad de gente que no conozco personalmente, pero que me resultan gratos los momentos de llegada de sus textos. Como eso ya no sucede con los envíos del Sr. Gómez ceso la publicación de los mismos”
El Perro Uno, en cambio, incluyó a “Horacio Sacco, Daniel Rojas Pachas y Carlos Echinope” en una de las avanzadas de “Cinosargo” llamada “Bitácora Ferdydurke”, como un estandarte señero para emprender el largo camino de Gombrowicz. La discriminación y la censura fueron moneda corriente en la vieja Polonia de Gombrowicz en la que el fascismo y el comunismo se erigieron en sus extremos más amargos.
En la nueva Polonia del siglo XXI el nacionalismo católico, desgraciadamente, vuelve a las andadas. Cuando la guerra destruyó a toda Polonia y a sus alrededores los polacos trasladaron su actividad literaria a Wiadomosci en Inglaterra y a Kultura en Francia. Las contrariedades que tenía Gombrowicz con algunos personajes de la Polonia de antes y de después de la guerra se me actualizó.
Leía en los diarios casi por casualidad una noticia que me dejó preocupado pues introducía una novedad muy importante en el statu quo de Gombrowicz en Polonia.
“El presidente de Polonia, Lech Kaczynski, ha encargado la formación del nuevo Ejecutivo a su hermano gemelo, Jaroslaw, líder del partido gobernante Ley y Justicia (PiS), una vez hecha oficial la renuncia de Kazimierz Marcinkiewicz”
Más que esta noticia que leí casi al pasar fueron las fechorías que empezaron a cometer los Gemelos Pimentones las que me indujeron a escribir una historia verdadera a la que di en llamar “Los Homúnculos”, un gombrowiczidas que distribuí en versión española y también polaca para alcanzar los centros de cultura y de medios de comunicación de Polonia.
Los ultranacionalistas católicos emprendieron una cruzada para la renovación moral de Polonia, y con este argumento empezaron a perseguir a los homosexuales y se propusieron eliminar a algunos autores de la lista de libros de lectura obligatoria en el programa escolar.
A juicio de los homúnculos hay que incluir en el índex a Witold Gombrowicz, Fiodor Dostoievski, Stanislaw Witkacy, Franz Kafka, Johann Wolfgang Goethe y Joseph Conrad, y reemplazarlos por escritores nacionalistas polacos.
El ministro de educación, con el visto bueno de los Gemelos Pimentones, ha pronunciado palabras memorables: “(...) se trata de autores incomprensibles para los menores (...) la situación histórica ha cambiado en Polonia (...) es necesario centrar la atención en el pasado y dar a las figuras del siglo XX la significación que les compete”
Pasaron setenta años desde la aparición de “Ferdydurke”, y la historia de Polonia se repite: “Muchos jóvenes escritores y poetas se aglutinaban alrededor de Prosto z Mostu, no porque fueran nacionalistas, sino porque no se entendían con el espíritu masónico liberal del Wiadomosci Literackie”
Las cotizaciones de Gombrowicz estaban del lado de esta última publicación que no aceptaba el antisemitismo, su redactor, Mieczyslaw Grydzewski, era sin embargo un hombre obtuso.
Bastó que el protagonista de “El diario de Stefan Czarniecki” hubiese nacido de padre aristócrata polaco y de madre judía para que a Gombrowicz se le enfriaran sus relaciones con los masones liberales. La falta de apoyo de “Wiadomosci Literackie” a pesar de todo no lo hizo caer en los brazos de Piasecki, redactor de “Prosto z Mostu”, pues aunque su fascismo lo enervaba, lo enervaba aún más su naturaleza vulgar y estúpida.
Cuando Piasecki leyó un fragmento de “Ferdydurke”, que Gombrowicz le había mandado a su pedido, le declaró la guerra. El arma más poderosa que utilizó Piasecki contra Gombrowicz fue Skiwski, un escritor nacionalista católico que durante la última guerra trabajó como amanuense de los alemanes para redactar la propaganda en la prensa colaboracionista.
“Era un enemigo peligroso, de esos críticos que no descubrirán la pólvora, desprovistos de sensibilidad e intuición, pero muy persuasivos cuando se entregan al servicio de una doctrina y recitan la sabiduría ajena. Era por naturaleza un pedagogo, un moralista, un educador de la nación e incluso su salvador, lo que en Polonia reporta una buena cosecha; tenía por lo tanto su público”
Esto ocurrió hace mucho tiempo, Gombrowicz no se llevaba bien con los fascistas. Corrió mucha agua bajo el puente, y llegó el tiempo en que fue prohibido por el comunismo de la Polonia popular, pero finalmente la cortina de hierro se levantó. Sin embargo, hay escritores que son malditos, hoy en día los ultrapatriotas nacionalistas católicos quieren prohibir otra vez la lectura de Gombrowicz en las escuelas y en los colegios.
Hace setenta años Piasecki usó a Skiwski para golpear a Gombrowicz, ahora, los ultrapatriotas lo usan a Zbigniew Herbert, el poeta que acusó a Gombrowicz de depravado y de corruptor de los polacos, para borrarlo nuevamente de los estantes de la cultura.
Es una vergüenza para los polacos, mucho más ahora que están integrados a Europa. Se trata, lamentablemente, de una cuestión de baja política, los que llevan adelante estas empresas no son artistas ni tienen olfato, son políticos mediocres que operan en la cultura en los confines de la gran política y del arte.
Crean una actividad de segundo orden, ruidosa y escandalosa, y hacen caer el nivel de la cultura debajo del piso. Espero que esta estupidez, esta regresión cultural, termine pronto.
Como alrededor de Gombrowicz suele formarse un ambiente un tanto sacrílego, el Zorro, es decir, el embajador de Polonia, miembro conspicuo del Opus Dei, trataba de cubrir en el año del centenario nuestro apostolado laico en cuanta oportunidad se le presentaba con un manto de piedad, echando mano en forma maniática a un pasaje de los diarios de Gombrowicz escrito como a propósito para sacar de apuros a Slawomir Ratajski.
“El mundo es un absurdo y una monstruosidad para nuestra necesidad utópica de sentido, de justicia y de amor. He aquí una idea simple. Incuestionable. No hagáis de mí un demonio barato. Yo estaré siempre del lado del orden humano (e incluso del lado de Dios, aunque no creo en él) hasta el final de mis días; y aún después de muerto”
A pesar de todas sus diferencias los polacos se unían en Gombrowicz pero se ha producido un cambio muy importante, y no sé hasta qué punto el Pequeño K no fue, por lo menos en parte, responsable de este giro siniestro que ha tomado la historia de Polonia en el presente siglo en lo que concierne a Gombrowicz.
“La suerte de Gombrowicz corre ahora un peligro enorme, está entre la espada y la pared, por un lado los curas y por otro lado los admiradores, todo esto va a terminar mal. ‘Ferdydurke’ se ha convertido en una lectura obligatoria en los colegios y con el tiempo lo van a banalizar por completo, jodiendo con su obra, simplificándola y convirtiéndola en un lugar común. La única salvación sería prohibir su lectura en todo el país por una o, mejor, dos generaciones”
Cuatro años después de que el Pequeño K escribiera estas palabras proféticas, los comandantes de los homúnculos, es decir, los Gemelos Pimentones, prohibieron la lectura de la obra de Gombrowicz en todos los colegios de Polonia. Pero la discriminación contra Gombrowicz había comenzado mucho antes, había comenzado en sus años de liceo. El instituto Kostka era muy aristocrático, estaba plagado de Radziwill, Potocki, Tyszkiewicz, Plater, aunque también había adolescentes de las clases sociales más bajas.
A los once años los padres de Gombrowicz lo enviaron a esa escuela. Era el más joven de su grado, estaba aterrorizado, de hecho los primeros años fueron muy dolorosos, como estaba dotado de un temperamento intranquilo y travieso se convirtió rápidamente en el blanco de todos los golpes y puntapiés, y de torturas sofisticadas como el sacacorchos, las tijeras sencillas y la doble Nelson.
No había día en que no fuera varias veces al suelo con un golpe lateral plano que le daban con el pie en una parte baja de la pierna. Cada mañana, yendo a la escuela cargado con la mochila, era víctima de taladradoras y pomadas que le aplicaban unos pesados terribles que se convirtieron poco a poco en sus verdugos permanentes.
A pesar de todo no descendió a la categoría de pelele y organizó un grupo de agresión y defensa para protegerse de esos terribles suplicios acompañados por las risotadas salvajes de sus desolladores. En esa edad ingrata soñaba con la madurez para alejarse de aquel infierno poblado de criaturas que ululaban, corrían y brincaban en un estado de ebullición permanente, y para descansar por fin de la suciedad y fealdad de esos mocosos simiescos.
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