Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Juan Terranova
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En el mismo año que Gombrowicz empieza a escribir sus diarios nos dice que lo fatiga la insincera sinceridad que pone en ellos, y los confronta con la seguridad y el valor de sus creaciones artísticas. Pero la escritura tiene que encontrar también su correspondencia en la esfera de la vida corriente, como la sombra del cóndor cuando se posa sobre la tierra.
La
dificultad de escribir sobre uno mismo en un lenguaje corriente para un
periódico y entre la gente es que uno no puede tratarse con la debida
seriedad. En los diarios Gombrowicz se sentía asfixiado por el
imperativo de la modestia, un imperativo que lo había atormentado durante
toda su vida, esa necesidad de menospreciarse a sí mismo para estar a la
altura de los que lo menospreciaban y no tenían la menor idea de cómo
era él. “Hay que poner las cartas boca arriba. Escribir no es otra cosa que una lucha llevada por el artista contra los demás por su propia celebridad” |
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Cuando
empezó a escribir los diarios este propósito se la escurría entre las
manos como una anguila pues entre la gente y él faltaba la forma artística,
el contacto sin esa mediación le resultaba molesto. Su intención era que
los lectores vieran en él lo que él les sugería que era, que mientras
los otros diarios decían “yo soy así” el quería que el suyo dijera
“yo quiero ser así”. Quería imponerse a los hombres con esa
personalidad sugerida para quedar luego sometido a ella por el resto de su
vida. “Porque al ponerme en evidencia, deseo dejar de ser para vosotros un enigma demasiado fácil de descifrar. Al introduciros entre los bastidores de mi ser, me obligo a esconderme más profundamente”
Se
lamenta que desde hacía tres años había abandonado el arte puro, que se
había puesto a escribir el diario por miedo a la degradación y al
hundimiento en la vida trivial, para salvarse. “No se puede ser una nulidad durante toda la semana para ponerse a existir el domingo. Señores periodistas, y vosotros, honorables parlanchines y espectadores, no temáis nada. Por mi parte ya no hay peligro de que sea presumido o incomprensible. Igual que vosotros y que el mundo entero, me precipito hacia el periodismo”
El
ataque a la actividad de la crítica literaria ocupa buena par-te de las páginas
de su “Diario”.
Esos
juicios son decisivos para el escritor, incluso cuando procedan de un
cretino; la actitud orgullosa de ponerse por encima de ellos es una ficción
absurda que produce consecuencias prácticas y de importancia vital. El crítico
es por lo general un literato de segunda clase con una relación frágil,
casi siempre de carácter social, con el mundo del espíritu. El trabajo más expuesto y vergonzoso del hombre de letras lo realiza cuando escribe novelas, poesía..., es decir, cuando es creador. Para compensar esta debilidad el escritor se pone el traje de periodista o de crítico o de editor y empieza a destilar veneno.
El
Buey Corneta acostumbra a citar a Gombrowicz en sus escritos. Para ubicar
una cita que metió en una relato cuya acción transcurre en el Cabo
Polonio le pedí ayuda a los gombrowiczidas pues no tenía el libro a
mano.
Con
su respuesta el Boxitracio intentó quedar bien con Dios y con el Diablo,
me la iba a mandar en cuanto llegara a casa, pero lo pensó mejor y no me
la mandó pues recientemente le había hecho un reportaje muy elogioso al
Buey Corneta y no quería por nada del mundo malograrlo; la Flauta
Traversa en cambio me escribió unas palabras para replicar las
comparaciones que hago yo entre el Buey Corneta y el estadio estético de
Kierkegaard.
Según
parece el Buey Corneta está encaprichado, no quiere escribir ficciones y
tampoco quiere escribir de política, entonces escribe diarios y los
sazona para los lectores con un poco de Gombrowicz. Pero los diarios de
Gombrowicz no se parecen en nada a los diarios del Buey Corneta que
intenta ser más culto que los demás paseándose descalzo en la playa del
Cabo Polonio y es por eso que dice tonterías, unas tonterías contra las
que Gombrowicz estaba prevenido. “Los parientes de los escritores célebres suelen ser un pesado karma. El principio de una lista incluiría a María Kodama, Mirta Arlt, Leopoldo Lugones Hijo y Patricia Walsh. Rita Gombrowicz se redime, sin sacudirse el manto siempre incómodo de los albaceas, con este libro (...) Las voces de “Gombrowicz en Argentina” expresan una intensa vitalidad, como si Gombrowicz hablara, o más bien narrara y se dejara narrar, a través de ellas.”
A
este halago que le hace a la Vaca Sagrada lo siguió con un comentario
despreciativo que le hace la edición del “Diario” de Seix Barral.
“Sin
embargo, la cantidad de páginas no necesariamente encarna siempre algo
positivo. Esta edición completa abunda en momentos farragosos y
repetitivos, se citan nombres de escritores polacos desconocidos para el
lector argentino y el voluminoso tomo, complicado de llevar y consultar en
subtes y colectivos, se vuelve imposible de leer en la cama (...)”
El
conflicto pareciera ser la fuerza que nos une a los otros hombres sea con
la intensidad que fuere. El Pterodáctilo no se fue a las manos con
Gombrowicz cuando le contó en Vence que había destapado una botella de
champaña el día que mataron al “Che”, pero Arrillaga, el comunista
que me lo había presentado, lo amenazó con desparramarle mierda en la
cara cuando Gombrowicz lo examinó en presencia mía sobre el origen del
materialismo histórico y puso al descubierto que el desconcertado
comunista no conocía ni siquiera el título de un libro de Hegel.
En uno de los gombrowiczidas relaté cómo el Avechucho, director del “Búho”, después de salvar un embrollo fenomenal que había tenido conmigo, se propuso publicar en la República de Ecuador, “Gombrowicz, este hombre me causa problemas”, en tres entregas sucesivas.
Entonces
se produjo un fenómeno muy estudiado por las ciencias físicas, el
Avechucho desapareció inesperadamente pero apareció el Boxitracio, y de
esta nueva aproximación resultó la publicación de dos notas en el
Diario Perfil, una del Boxitracio y otra mía, ambas mutiladas
cuidadosamente pues según parece a Perfil todo lo que le entregan le
parece grande para el diario y demasiado fuerte para sus lectores. “Sé gentil conmigo, el calor me desmoraliza, si no querés publicar ninguno de mis escritos no los publiqués, pero decime qué pensás hacer, corrés el peligro de que te convierta en uno de los personajes de los gombrowiczidas” “Tengo treinta años, hice box amateur y entreno tres veces por semana en un gimnasio de Flores, la literatura y sus personajes me recontra chupan un huevo. Así que, primero que nada, tené en cuenta que a donde te hagas el loco, por más astrofísico que seas, te voy a buscar y te voy a romper en mil pedacitos. Quedás avisado” |
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Juan Carlos Gómez
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