Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Józef Pilsudski |
"Tenía dieciséis años y acababa de termina el sexto curso, cuando sobrevino el dramático verano de 1920". Gombrowicz se refiere al mes de agosto de 1920, cuando el ejército bolchevique se acercaba a Varsovia. El mariscal Pilsudski, gracias a una hábil maniobra envolvente, logró derrotar al ejército invasor. "Todos los jóvenes se alistaban entonces como voluntarios, casi todos mis colegas se paseaban ya en uniforme, las calles estaban llenas de carteles con un dedo índice que apuntaba y un eslogan del estilo ‘La patria te llama’, y en las alamedas las jovencitas preguntaban a los muchachos: –¿Por qué no está usted todavía en el ejército?" Gombrowicz no se enroló, la oposición determinante de su madre venció la voluntad de su padre que, en principio, exigía que cumpliera con su obligación. Su abuela Aniela también estaba escandalizada: –Imagínate, Tosia, qué tiempos, qué poca educación tienen esas jóvenes, paran a los hombres en la calle sin ninguna vergüenza. Cualquiera les puede responder: –Pero si usted a mí no me gusta, señorita. Los protagonistas de la obra artística de Gombrowicz no son grandes, ninguno de ellos tiene nobleza, valentía ni siquiera dignidad, y la grandeza para ellos vendría a ser algo así como una pasión fracasada. |
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Józef Pilsudski |
La
grandeza del hombre clásico se expresa en su voluntad de dominio, es una
postura en la que el hombre trata de ser dueño y señor. La postura romántica,
en cambio, se expresa en el sometimiento del hombre, en el aguante y en el
sufrimiento, la grandeza del hombre romántico recién aparece cuando se
convierte en víctima de un mundo que lo supera. La fiereza de su expresión se corresponde con la grandeza del hombre clásico, pero el mariscal estaba aplastado por la dimensión histórica de Polonia y por la misión que se le imponía, entonces su grandeza se volvió romántica como la de Mickiewicz, ambos fueron víctimas de un mundo que los superaba. Gombrowica
tenía una relación especial con la política, se interesaba más por el
estilo de los políticos y de los jefes militares que por las ideas que
representaban, a veces utilizaba las formas políticas y militares como si
fueran un juego. "(...) me mantenía a distancia y cuando me topaba en la calle con los ruidos de una marcha militar y el ritmo de una tropa que desfilaba a mi lado, hacía todo lo posible para no seguir su compás. ¿Estaría buscando quizás mi propia música y mi propia marcha? (....) La vida política no me interesaba" Pero
la figura del mariscal Józef Pilsudski era demasiado imponente como para
que le pasara desapercibida. Lo que realmente le disgustaba a Gombrowicz
del mariscal Pilsudski no es que fuera un hombre de izquierdas, sino la
propaganda pomposa e ingenua que le hacían sus partidarios, y también la
actitud de Pilsudski hacia su propia grandeza. Pilsudski
hizo lo todo lo que pudo y como pudo con realismo, valor y virilidad
contra los pacifismos cobardes de los burgueses presumidos tanto de
Francia como de Inglaterra. A Gombrowicz, en tanto que artista, le
encantaba y lo divertía el estilo impresionante del mariscal, su manera
imponente y pintoresca, y su grandeza tan personal y auténtica.
Pero
esta predisposición hacia la admiración y la obediencia tan
generalizada, aún entre sus adversarios, no le convenía a la elite de
Polonia, lo que es bueno para un soldado no siempre es recomendable para
un intelectual. Y esa impotencia romántica, sentimental e ingenua de la
intelligentsia polaca respecto a Pilsudski le hacía daño, ya que él
mismo era la primera víctima de su propia leyenda. A veces se atacaba algún
aspecto de su política, pero no se ponía en discusión ni se analizaba
su propia grandeza: "Mientras
la fuerte personalidad del mariscal dominó el panorama de la vida política
e incluso espiritual, las cosas se sostuvieron bastante bien, tanto más
porque Pilsudski se alejaba de toda teoría, nadie sabía a ciencia cierta
cuáles eran sus principios, no obstante infundía la confianza que puede
dar un hombre altruista y capaz, acaso genial o incluso providencial" En
el medio de un mundo de hombres paralizados a Gombrowicz se le ocurre
ponerse en contra del lema del romanticismo polaco que convocaba a los jóvenes
a medir las fuerzas por las intenciones y no las intenciones por las
fuerzas, y escribe "Ferdydurke" con un propósito restringido,
pero la obra se la va de las manos, le sale el tiro por la culata y se
pone en línea con la "Oda a la juventud" de Adam Mickiewicz. Gombrowicz había empezado a lidiar con el espíritu romántico en "Ferdydurke", burlándose del mariscal Pilsudski. "A
Nalkowska le debo el haber retirado a tiempo de ‘Ferdydurke’ un pequeño
verso que parodiaba ‘La primera Brigada’ de las Legiones de Pilsudski.
Puso el grito en el cielo (...) Pero, aunque todo lo que se refería al
mito de Pilsudski y las Legiones estaba lejos de poder ser comentado
libremente en la prensa o en los libros, cada uno podía hablar de ellos
lo que le viniera en gana" "Por fin comprendí, se trataba de Pilsudski. Hacía unos días que se sabía que su estado de salud era alarmante (...) De repente una fila de Cadillacs empezó a entrar en el patio del palacio Belweder: era el Gobierno, con el primer ministro Skalkowski a la cabeza, que iba a despedirse del Mariscal (...) Miré con ira los pálidos semblantes de unos cuantos de mis colegas escritores y dije en voz alta: –¡Qué bonitos coches! Es fácil imaginarse el efecto producido por semejantes palabras... Los más benévolos, explicaban a los demás, menos indulgentes, que yo estaba un poco loco, que era un poco comediante, que no era más que una pose y que jugaba a ser un cínico y un tipo grosero" |
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Juan Carlos Gómez
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