Gombrowiczidas 

Witold Gombrowicz y Georg Wilhelm Friedrich Hegel
Juan Carlos Gómez

Gombrowicz era una persona seria que sin embargo parecía poco seria. Que parecía poco seria lo supe de inmediato cuando me lo presentó en el café Rex el comunista Arrillaga y se puso a recitar el poema del chip chip. Y que era una persona seria lo supe una semana después cuando el mismísimo Arrillaga lo amenazó con desparramarle mierda en la cara; Gombrowicz lo había examinado en presencia mía sobre el origen del materialismo histórico y puso al descubierto que el desconcertado comunista no conocía ni siquiera el título de un libro de Hegel.

A raíz de este episodio desgraciado decidí profundizar mis conocimientos sobre los títulos de los libros de este filósofo, no sobre el conocimiento del filósofo mismo, asunto del que me convertí en un especialista en muy poco tiempo, no fuera cosa que en un santiamén y por algo parecido a lo que había ocurrido con Arrillaga se malograra mi relación con una persona que me resultaba tan interesante.

A medida que fui conociendo a Gombrowicz me di cuenta que era muy cierto lo que después supe leyendo sus diarios: él quería hacer de sí mismo un personaje equivalente a Hamlet o a Don Quijote mientras por otro lado andaba detrás de las siete llaves sagradas que abren el arcón de los conocimientos fundamentales.

Vivió en una época que experimentó un ascenso irresistible de la actividad política cuya forma más representativa fue el marxismo, de modo que Hegel estaba siendo para las nuevas concepciones de la historia lo que Kant había sido para las nuevas ideas de la física moderna. Gombrowicz afirmó en el curso de filosofía que dictó en su casa de Vence que la biografía de Hegel era un tanto aburrida. Puede ser que tuviera razón, sin embargo, el filósofo aburrido se hacía tiempo para cometer algunos pecados carnales.

Georg Wilhelm Friedrich Hegel

En efecto, el aburrido de Hegel tuvo un hijo ilegítimo en la mismísima vida real, mientras el divertido de Gombrowicz sólo pudo tenerlo en la vida imaginaria de los diarios. Quizás lo más aburrido de Hegel fuera que se pasó la mayor parte de su vida dictando clases en los claustros universitarios y no en los cafés, como lo hicieron más tarde tanto Gombrowicz como Sartre..

Sea como fuere las ideas de los filósofos se metieron lateralmente en la obra de Gombrowicz. Que esas ideas se habían medido en los diarios de Gombrowicz es fácil de verlo, pero también se metieron en los cuentos, en las piezas de teatro y en las novelas. De pura casualidad pude saber antes de conocer el libro, que algunas de las ideas de Heidegger habían entrado por la puerta de "Cosmos", como ya tuvimos oportunidad de mostrarlo, pero también entraron por la de "Opereta".

La idea más grande de Hegel es la historia, por esta razón Schopenhauer escupió sobre su obra considerándola pseudo filosófica. Sin embargo Gombrowicz no despreciaba tanto a la historia como la despreciaba Schopenhauer. Seis años después de muerto Gombrowicz el Príncipe Bastardo descubrió unos manuscritos con la misma esencia de "Opereta", pero con personajes y acciones distintos: una madre puerca, un enviado especial que se paseaba descalzo por las cortes europeas invitando a los reyes a que se quitaran los zapatos para liberar a los hombres de su esclavitud.
En una hoja separada, perdida entre todas las notas, encontró su título: "Historia". El primer título que tuvo entonces "Opereta" fue "Historia", porque el asunto de estas obras era precisamente la historia.

Gombrowicz metió la historia en un estilo tan monumental y esclerosado como lo es el de la opereta para hacer ligera toda su pesantez. Le costó mucho trabajo conseguir que los contenidos formales e ideológicos de la obra fueran aceptados por el estilo cristalizado y superficial de la opereta.

Las opiniones sobre la calidad del pensamiento de Hegel están bastante divididas. Schopenhauer decía que era un charlatán; Stuart Mill era más drástico que Mill, clamaba a los cuatro vientos que el que se sentaba a conversar con Hegel se quedaba sin cerebro; el Asiriobabilónico Metafísico, bromeando con su amigo el Dandy, chapuceaba que Hegel no sabía nada de nada y que era un bruto; y más recientemente un historiador de la filosofía dijo que el sistema de Hegel era tan imponente como el de Aristóteles y que no comprendía cómo había sido tan estúpido.

A pesar de todo su pensamiento dejó huellas muy profundas en los economicistas históricos modernos y el mismo Marx se reconoció discípulo del gran pensador.

Hegel introduce un sistema para estudiar la historia de la filosofía y el mundo mismo, llamado a menudo dialéctica sin que él le hubiera dado particularmente ese nombre, un sistema que desarrolla una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones inherentes al movimiento anterior.

Dice Gombrowicz en ese último curso de filosofía que les dictó a la Vaca Sagrada y al Hasídico en su casa de Vence, que el mundo de Hegel va deviniendo en real en la medida que es asimilado por la razón, y para mostrarlo con mayor claridad utiliza una comparación muy luminosa.

Al entrar a una catedral vemos fragmentos de muros y detalles arquitectónicos que no se explican por sí mismos, se ve la catedral de un modo fragmentario. A medida que avanzamos por sus naves vemos más de sus partes y, al final, cuando nuestra mirada se ha paseado por la catedral entera, descubrimos el sentido de cada fragmento, la catedral ha penetrado en nuestra razón y entonces deviene en real.

El mundo existe en nosotros un poco cada vez, sólo al final de la historia ese mudo será completamente asimilado y será real.

Al final de la historia desaparecerán el tiempo y el espacio, el sujeto y el objeto llegarán a ser idénticos y se transformarán en el absoluto. Este sistema filosófico tiene una estructura fantástica pero nos sirve para comprende mejor la realidad y el mundo..

El progreso de la razón se realiza a través del sistema dialéctico. De una posición histórica como la Revolución Francesa deviene por su negación otra posición superior, y de la negación de esta negación deviene otra posición más alta aún en la jerarquía histórica, y así sucesivamente. De esta negatividad originaria surge la contradicción que progresa en todos los asuntos humanos: la nación, la familia, las leyes, el gobierno, las guerras, el estado...

Esta marcha incontenible es un proceso dialéctico que nos coloca a cada paso en un escalón superior y es el logro progresivo de la razón en el desenvolvimiento de la historia. La actividad espiritual está formada entonces por dos elementos opuestos que no se encuentran nunca, y el hombre está en el medio de esta abertura como el ser a través del cual la razón del mundo llega a tener conciencia de sí misma.

El mundo hegeliano es una verdad en marcha, es el lugar donde la humanidad forma sus leyes y el hombre se convierte en un peldaño de la historia. La importancia que Hegel le dio a la historia contribuyó en forma excepcional a la difusión de sus ideas. A este filósofo que era capaz de deducir la racionalidad del mundo a partir de un lápiz, no le costó un gran trabajo demostrar que lo inmoral de la guerra deviene en moral y que el estado se va transformando en la encarnación de lo divino.

Tras la muerte de Hegel, sus seguidores se dividieron en dos cuerpos principales y contrarios: los de derecha y los de izquierda. Los de izquierda interpretaron a Hegel en un sentido revolucionario, fueron ateos y se atuvieron a los principios de la democracia liberal.

El más famoso fue Marx. Los múltiples cismas de esta facción llegaron finalmente a la variedad anarquista de Stirner y a la versión marxista del comunismo.

Ésta es la historia que nos cuenta Hegel en su filosofía, pero Gombrowicz nos cuenta otra historia algo distinta en su "Opereta". No hay mejores representantes de la historia que la guerras y las revoluciones y en "Opereta" están presentes precisamente la dos guerras mundiales y la revolución comunista.

Estos cambios violentos en el comportamiento general atrajeron la atención de Gombrowicz sobre el papel de la forma en la vida, sobre la poderosa influencia del gesto y de la máscara en nuestra esencia más intima. Y si lo sintió con tanta fuerza fue porque le tocó entrar en la vida en un momento en que las formas moribundas de aquella época que ya se alejaban, gozaban aún de cierta vitalidad y podían morder.

El ascenso desde el individuo hasta la historia, que pasa por la familia, el pueblo, la nación, el estado, es también el ascenso de una forma cada vez más pesada que termina por aplastar al hombre, dictándole su destino..

A medida que ascendemos por la colina de la forma hacia la historia la montaña de cadáveres va llegando al cielo, pero para Hegel las cosas no son así. La historia progresa aprendiendo de sus propios errores y de estas experiencias deviene la existencia de un estado constitucional de ciudadanos libres, que consagra tanto el poder organizador y benévolo del gobierno racional, como los ideales revolucionarios de la libertad y la igualdad pues es en el pensamiento es donde reside la libertad.

"Opereta" y "Transatlántico", contrario sensu de Hegel, son ajustes de cuentas que hace Gombrowicz entre el individuo y la nación.

Gombrowicz le pide cuentas a Polonia, a ese pedazo de tierra creado por las condiciones de su existencia histórica y por su situación especial en el mundo. El propósito de Gombrowicz es reforzar y enriquecer la vida del individuo haciéndola más resistente al abrumador predominio del estado y de las instituciones colectivas que presionan sobre el hombre.

Gombrowicz es un Anti-Hegel convicto y confeso, pero a pesar de todo podríamos afirmar que él también fue envenenado por las terribles ponzoñas del filósofo. La dialéctica en el sistema de Hegel es el momento negativo de toda la realidad, pues bien, no hay un caso más claro de cómo funciona el "no" en el mundo que el caso de Gombrowicz.

Siempre se definió por la contradicción: con su familia, con sus condiscípulos, con sus colegas escritores, con cada uno de los temas de la cultura y, como si esto fuera poco, consigo mismo. Igual que Hegel, Gombrowicz utilizaba la contradicción como base del movimiento interno de la realidad. La contradicción le producía una fascinación verdadera, y con la negación aterrorizaba a sus interlocutores ocasionales que no sabían a qué atenerse.

"No idolatraba la poesía, no era ni demasiado progresista ni moderno, no era un intelectual típico, ni nacionalista, ni católico, ni comunista, ni de derechas, no adoraba la ciencia, ni el arte, ni a Marx, ¿quién era entonces? Era con frecuencia, la negación de mi aterrorizado interlocutor quién, sólo al cabo de numerosas sesiones, se daba cuenta de que yo discutía por afición, por jugar y también por curiosidad, con el propósito de examinar por si acaso el contenido contrario de cada tesis... ese espíritu de contradicción que me quedaba aún de mi juventud, de las discusiones con mi madre, otorgaba a mis diálogos una viveza y una agilidad jocosas y, a la vez, nos conducía a menudo hacia vías verdaderamente imprevistas (...)"

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

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