Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Eugeniusz Noworyta |
Hace
más de dos lustros, el Camaleón, por aquel entonces Embajador de Polonia
en la Argentina, en el medio de una conferencia muy seria que estaba dando
en el Centro Naval de Buenos Aires, relató la historia del encuentro de
dos perros, uno checo y el otro polaco. Los pichichos se encuentran en la
frontera, el perro checo está bien alimentado y va camino de Polonia, al
perro polaco se le ven las costillas y va camino de Checoslovaquia: –¿Adónde
vas, pregunta el perro checo; –Voy y a ver si puedo comer algo, ¿y
vos?; –Voy a ver si puedo ladrar un poco. El encuentro derivó en una cena magnífica en el restaurante Hereford de Puerto Madero como muy bien registra la fotografía, y en un almuerzo en la hermosa mansión que la Embajada de Polonia tiene en Palermo Chico. |
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Miguel Najdorf, Élida, mi mujer, y el Embajador de Polonia, Eugeniusz Noworyta |
Un
mediodía, en la Embajada de Polonia, Najdorf nos contaba al Camaleón y a
mí un cuento que tenía una moraleja. Tenía asegurada su participación antes del último juego del torneo de selección que se hizo en Polonia, pero su contrincante sólo podía conseguir el nombramiento si le ganaba a Najdorf esa última partida. Entonces, la mujer del contrincante le pidió a la mujer de Najdorf que se dejara ganar, Najdorf no accedió, el colega judío se quedó en Polonia, y los alemanes lo mataron. Cuando
Najdorf le puso punto final a la historia después de haber logrado el
clima dramático correspondiente, intervino el Camaleón. En efecto, si Najdorf se hubiera dejado ganar, su contrincante judío se habría salvado, pero el que vino a la Argentina en el lugar de él, también judío, se hubiera quedado en Polonia con igual suerte de la que tuvo el que murió. Tomamos una vodka y pasamos a otro cuento. En
el año 1997 el Camaleón llegó a considerarme una persona muy
importante, ya le había puesto en la Embajada de Polonia a Miguel Najdorf
y estaba chochísimo conmigo. Yo
sabía que el Pterodáctilo había desarrollado con el tiempo una gran
habilidad para excusarse, me contaba que se atrevía a cualquier cosa,
desde las enfermedades infecciosas hasta los yesos, que en una
oportunidad, renovando las excusas con la misma persona, se había
convertido en un hombre tronco. Me preparé para lo peor, dicho y hecho,
dos días antes del almuerzo me avisó por teléfono que estaba orinando
sangre y que no sabía si podía ir a la embajada. Me
senté a la mesa del Camaleón y de las esposas de los embajadores de
Turquía y Costa Rica. Cuando le pregunté a las señoras qué libro de
Don Arnesto habían leído, me respondieron que ninguno, cuando le pregunté
a qué habían venido entonces, me respondieron que a comer. Esta
arrogancia simpática de las señoras y unas palabras confusas que
pronunció el Camaleón para homenajear al Pterodáctilo me dieron ánimo
para cambiarme de mesa.
Gombrowicz narra en forma novelesca los primeros encuentros que tuvo en la Argentina con el Embajador de Polonia. Recién
llegado a Buenos Aires, perdido entre la muchedumbre, decidió no
inmiscuirse en el asunto de la guerra, no era un asunto de su incumbencia,
si allá tenían que sucumbir, que sucumbieran. Le
pidió que escribiera algunos artículos para celebrar la gloria de los
genios y de los próceres polacos, que por ese servicio le podía pagar 75
pesos mensuales, que era necesario ensalzar a la patria en momentos tan
difíciles como los actuales, pero Gombrowicz le contestó que no podía
hacerlo porque le daba vergüenza, entonces el embajador lo empezó a
tratar de comemierda, y le recordó que la embajada le había rendido
homenaje y que lo iba a presentar a los extranjeros como el Gran Comemier…
Genio Gombrowicz.
Estos
acontecimientos imaginarios de una aventuras con el Embajador de Polonia
los narra Gombrowicz de manera novelesca en “Transatlántico”, pero
también narra acontecimientos reales de sus relaciones diplomáticas tan
dramáticos como los imaginarios en el “Diario” Leyó el texto, lo aplaudieron y bastante contento volvió al palco reservado para él donde se encontró con una joven bailarina y admiradora, muy escotada y con unos collares de monedas. Cuando
estaba por retirarse con la bailarina observa que alguien se sube al
estrado y empieza a vociferar, lo único que puede distinguir con claridad
es la palabra Polonia, la excitación y los aplausos. Se
estaba desarrollando un escándalo, la conferencia había sido aprovechada
por los comunistas allí presentes para atacar a Polonia. Una parte de la
elite intelectual argentina era medio comunistoide y no exactamente la
flor y nata de la intelectualidad de Buenos Aires como le habían dicho a
Gombrowicz, de modo que su ataque a la Polonia fascista no se había
distinguido precisamente por su buen gusto ni por el equilibrio del
pensamiento.
Esta comunidad de opiniones le encantaba a Gombrowicz y quizá debido a esto pasó por alto el echo de que también Barletta era un hombre de izquierdas. Pero sería injusto hacer responsable a Barletta de lo que ocurrió ese día en el Teatro del Pueblo, hay que decir sin embargo que Gombrowicz se las vio en verdaderos apuros. Al
día siguiente fue a la embajada donde lo recibieron en forma fría, como
si fuera un traidor. |
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Juan Carlos Gómez
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