Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Marcelo Cohen |
Dos de los gombrowiczidas hispanohablantes que están a la intemperie han descubierto inesperadamente dos obras maestras de Gombrowicz que no estaban contabilizadas en los handboks de la literatura, utilizando argumentos que no pueden ser aceptados sin una reflexión previa. En efecto, el Pato Criollo, unos años atrás, escribió una nota para “Babelia” a la que tituló “La obra maestra secreta”, la que resultó estar compuesta por una cofradía de jóvenes que conocieron a Gombrowicz entre los que estábamos incluidos los integrantes del último cuarteto, el elenco estelar de “Gombrowicz o la seducción”, el film de Alberto Fischerman. El
Pato Criollo hace una presentación breve de estos comparsas a la que
remata diciendo que, a juicio de Gombrowicz, eran demasiado jóvenes,
demasiado inmaduros y demasiado tontos, poniendo de esta manera un punto
de duda sobre las características y el nivel de “La obra maestra
secreta” que él mismo inventa o descubre. “A señoras y señores, para nuestro beneficio/ No lo hagan en la tapa, háganlo en el orificio” |
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Marcelo Cohen |
Esta
colaboración del Orate Blaguer forma parte de una nota que escribió para
“Letras Libres” a la que dio en llamar “En seis horas y cuarto”,
como reconocimiento al título del libro que publicó la Vaca Sagrada, y
con el propósito de asegurarse la integración plenaria en la larga lista
de los corifeos que tiene la viuda. El Pato Criollo es ermitaño y no se
le pueden pedir explicaciones, pero el Orate Blaguer, a pesar de su
timidez declarada, es sociable y se lo podría consultar en las ferias del
libro a las que asiste. El
Niño Ruso desertó de la mesa porque no vino a la Argentina, el Boxeador
Amateur porque le dio un ataque de soberbia, el Alfajor porque, como el león,
huyó por la derecha internándose en las sombras del anonimato, y el
Esperpento sencillamente no había sido invitado. El Buey Corneta, entre otros varios escritores ilustres, también fue invitado para que metiera su ponencia, pero se escondió detrás de la excusa inveterada de los compromisos anteriores. De
tal modo los hombres de letras hispanohablantes desairaron a Gombrowicz, a
los ponentes polacos, al embajador de Polonia y a los gombrowiczidas
argentinos. Cuando
los gombrowiczidas conocieron las trifulcas que se arman entre los hombres
de letras de Polonia el Buey Corneta difundió inmediatamente entre sus
corresponsales el contenido de estas historias con el comentario de que se
trataba de un vislumbre sobre las internas de la política cultural
polaca. El
hecho de que haya aceptado acompañar al Orate Blaguer en esta aventura
logomáquica es una prueba que nos da de su hispanofilia, y el registro
que hace de los vislumbres de las internas de la política cultural
polaca, es una prueba que nos da de su xenofobia. Si es cagón o no es cagón,
por haber delatado al Vate Marxista, como lo afirma el Hombre
Unidimensional, yo no lo sé, pero esta podría ser la tercera razón del
porqué rechazó la compañía de Gombrowicz y aceptó la de un pícaro y
un charlatán. Nuestro
Pícaro no se metió con el oráculo de Delfos, en cambio, fue un
colaborador eficientísimo de “Interzona”, una editorial malograda
poco tiempo después de haber publicado “Gombrowicz, este hombre me
causa problemas”.
“Por
supuesto que en esta experiencia que hice no se trataba de no controlar
nada, sino de seguir la idea presente en Gombrowicz de que, a veces,
“escribir es como tener tensas las riendas de un caballo desbocado”. Y
eso es lo que me interesa: si el caballo se desbocara no voy a ser tan
ingenuo como para no saber que tengo las riendas, que la mente siempre está
antes que la mano que escribe. No obstante, mi cabeza trabaja con más
lucidez cuando me puedo liberar, aumenta mejor, amplifica” Sin llegar a ser un filosemita de la misma altura de Gombrowicz, yo también tengo una cierta debilidad respecto a los hebreos, tanto es así que mi primer matrimonio lo hice con una judía. Sin embargo, por falta de afinidad de caracteres y no por culpa de que fuera judía, a los diez años tuve que separarme de ella, entonces me casé con una alemana. A
raíz de que me había rechazado in limine y a libro cerrado
“Gombrowicz, y todo lo demás”, y por la costumbre que tiene de
escribir una gran cantidad de palabras para no decir nada, no pude tener
con el Pícaro, también judío, esa buena predisposición que me
despierta la raza. “Esos terribles destructores, esos revolucionarios eran en su mayoría benévolos como niños, bastaba rascar un poquito para descubrir su tendencia soñadora, impregnada de una fe casi mística, su mordacidad se unía en forma extraña a la blandura (...) Yo torturaba cuanto podía su ingenuidad, toda mi táctica se centraba en invertir los papeles a fin de que ellos y no yo se convirtieran en románticos” Gombrowicz
tenía con los judíos una unión espiritual nada superficial, fueron
siempre y en todas partes los primeros en comprender y valorar su trabajo
de escritor, sin embargo, sus relaciones intelectuales no se extendieron
nunca al terreno de la amistad personal. Pero todos los pícaros, judíos o no judíos, a la corta o la larga reciben su merecido, así que nuestro Pícaro debiera ir preparándose para recibir el suyo por haberse dedicado con tanto ahínco al desarrollo de la cantidad en sus célebres logomaquias. “Te conozco, fuerza que lo reduce todo a un denominador común. Te conozco, basso ostinato en el registro más bajo de la existencia, oigo tu paso implacable. ¡Te veo, Cantidad que difuminas, disolvente, en el acto de brotar de vientre de mujer” Ese
vientre de mujer se me apareció bajo la forma de un reportaje radial a
una joven ucraniana que hablaba un español perfecto. El periodista, estimulado por la voz agradable de la joven y por el relato que le hacía el movilero sobre su belleza, empieza a hacerse el Pícaro: –Ah, el tango, el hombre se la pasa llorando porque la mujer lo deja y la madre ya no está; –Bueno, lo deja una mujer, no tiene importancia, después viene otra mujer, y después todavía otra; –Decime, hay alguna expresión argentina, algún modismo, que te haya llamado la atención; –Sí, ¿quieres que te diga?; –Claro, adelante; –La concha de la lora. |
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Juan Carlos Gómez
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