Gombrowiczidas

Witold Gombrowicz y Barbara Godecka
Juan Carlos Gómez

Si el destino hubiera sido un poco más recto de lo que suele ser quizás Gombrowicz se hubiera casado con su prima Barbara Godecka y hubiera tenido hijos con ella, como la Teresa de su hermano Jerzy muy agraciada e inteligente, no así como el Józef de su hermano Janusz al que la Vaca Sagrada acusaba de pedigüeño y tonto. Gombrowicz tenía de sí mismo una opinión estándar.

“(...) en cuanto hijo de buena familia, educado, bastante sano, ni feo ni guapo, sólo pasable, haciéndole la corte a sus primas, alumno mediocre, un tanto enmadrado, delicado, inquieto, y al mismo tiempo burlón, parlanchín, provocador, a menudo insoportable en el colegio y golpeado por sus compañeros mayores, sociable, frívolo, audaz o tímido según las circunstancias”

Los modelos femeninos de Gombrowicz fueron su madre, Marcelina Antonina, su hermana Irena, las criadas y las primas. La madre y la hermana eran dos bellas mujeres de aspecto virtuoso a cuya hermosura Gombrowicz nunca se refiere. Las primas que frecuentaban la casa se caracterizaban más por sus virtudes que por su coquetería, se dedicaban a actividades filantrópicas y no se mostraban dispuestas al flirteo, razón por la que Janusz y Jerzy, sus hermanos mayores, se sentían perjudicados. Su actitud hacia esas primas y hacia los principios que ellas practicaban era hostil y maligna. Con las criadas Gombrowicz ajusta las cuentas en “La escalera de servicio” y con las primas se toma revancha en Isabel de “Ferdydurke”.

Barbara Godecka y Witold Gombrowicz

Uno de los cambios formales más importantes de esa época rica en metamorfosis fue la desaparición de las barbas y de los bigotes, un cambio tremendo teniendo en cuenta que un barbudo como Dios o como Marx eran completamente diferentes a un hombre rapado.

Las consecuencias de este acontecimiento fueron enormes en el arte, en la moral, en la política y también en la metafísica.

“Nunca olvidaré el aullido que emitió una de mis primas al ver entrar en casa a mi padre con la cara completamente rasurada; acababa de dejar su barba y sus bigotes en la peluquería de acuerdo al espíritu de la época. Fue el grito penetrante de una mujer ofendida en su pudor más profundo; si mi padre se hubiera presentado desnudo no hubiera gritado con tanto horror –y en el fondo tenía razón: era una desvergüenza de primera categoría aquella cara de mi padre hasta entonces siempre oculta por la barba y los bigotes y que ahora hacía por primera vez su aparición escandalosa”

Por su condición de escritor y su torpeza para manejarse con las mujeres Gombrowicz era víctima de la bromas constantes que le hacían sus primas con las que llegó a sentirse incómodo, un asunto que trata en forma burlona en el final de “Ferdydurke”.

Isabel es la prima con la que Pepe huye mientras los padres de la joven se revuelcan en la casona señorial tomada por la plebe. Era mejor admitir que había raptado a Isabel, que juntos habían escapado de la casa paterna. Podrían con ese pretexto alcanzar la estación, tomar el tren para Varsovia y comenzar allá una nueva existencia en secreto.

Pepe deposita un beso en las mejillas de Isabel y le pide disculpas por haberla raptado, pero su familia nunca hubiera consentido esa unión, desde el primer momento se había encendido en él el amor por ella y había comprendido que a ella también se le había encendido el amor: –No tuve otro remedio que raptarte, Isabel. Al cabo de media hora de estas declaraciones, Isabel empezó a hacer muecas, a mirarlo y a mover los dedos, se sentía halagada. Por fin había encontrado a alguien que iba a poseerla y que, además, la había raptado.

Pepe pensaba para sus adentros que en cuanto llegaran a Varsovia se libraría de Isabel y comenzaría a vivir de nuevo. Isabel subyugada por los sentimientos que le manifestaba Pepe se volvía cada vez más activa. Había estado esperando a alguien que la amara y la raptara. Destacaba y evidenciaba sus partes del cuerpo que estaban mejores, mientras ocultaba las peores. Y Pepe tenía que contemplar y fingir que le interesaba todo eso.  Isabel lo miraba con una mirada clara y tranquila: –Quisiera tanto que todos fueran felices como nosotros; si todos fueran buenos, entonces sería felices. Se acurrucaba y Pepe debía acurrucarse: –Somos jóvenes, nos amamos, el mundo nos pertenece.

Existiría en la tierra algo más atroz que ese calorcito femenino: –Me raptaste. Cualquiera no sería capaz de eso.

Me amaste y me raptaste no preguntando por nada, me raptaste sin temer a mis padres... me gustan tus ojos atrevidos, valientes, felinos... Se acariciaban las manos, ella cada vez más acurrucada en Pepe, se le unía estrechamente, el joven ya no sabía dónde estaba: –¿Qué región es ésta Isabel?; –Ésta es mi región. Pepe quedó agarrado por la garganta, pensó que debía ser malo con Isabel para desembarazarse de ella: –¡Oh, fría como el hielo, salvadora, ven pronto tonificante maldad! ¡Oh, tercero, ven, dame la fuerza para resistir y alejarme de Isabel! Pero Isabel se acurrucó con más cariño, con más calor y con más ternura: –¿Por qué gritas y clamas? ¿No ves que estamos solos? Y le acercó la facha. A Pepe le faltaron las fuerzas, tuvo que besar su facha pues ella con su facha había besado la suya.

Los matrimonios de los nobles terratenientes polacos tenían mucho que ver con el interés, de modo que la madre de Gombrowicz intentó casarlo con su prima Barbara Godecka por su posición social y su dote, mientras el padre, por los mismos motivos, intentaba casarlo con una joven que había elegido cuidadosamente.

“¿Para qué necesito a una mujer? Esta joven le gusta a mi padre, por eso quiere que me case con ella, porque él no puede”

Jan Onufry estaba preocupado por el matrimonio de su hijo, y también lo estaba su amigo  Tadeusz Breza. A Gombrowicz le encantaba el humor de Breza, envidiaba la facilidad que tenía para relacionarse con las mujeres, mientras él iba de mal en peor.

Finalmente, como sus fracasos no cesaban de repetirse, llamaron la atención de Tadeusz.  

Le presentó a una joven actriz, hermosa, sana, simpática, amante de la lectura y del arte con la esperanza de haber encontrado para él la unidad ideal de cuerpo y de espíritu, de cultura y naturaleza. Pero el hecho de que esa joven apareciera sobre un escenario, que se dejara contemplar, que tuviera una actitud profesional hacia su encanto y sus gracias, hizo que a Gombrowicz no se le despertara ningún interés por ella.

Iba de fracaso en fracaso y los escritores seguían mofándose de él por las dificultades que tenía con las mujeres. Janusz Minkiewicz, un poeta satírico famoso por sus conquistas en el mundo de la galantería, le dijo una tarde en el café: –Ahora regreso a casa porque espero una llamada de Lala... A las cinco he quedado con Cela, y a las once me espera una locura con Fila. ¡Hasta la vista!

No sé qué habrá sido de la vida de su prima Barbara Godecka, pero supe algo de su sobrina Teresa, la hija de su hermano Jerzy, por una carta que Gombrowicz le escribe al Hasídico un año antes de su muerte.

“Nosotros, los europeos del Este, somos unos miserables. Mi sobrina Teresa ha obtenido por primera vez permiso para salir de Polonia. Está en Londres y quiere visitarme. No la he visto desde hace treinta años. Ahora bien, el consulado francés en Londres no ha querido concederle una visa para más de diez días. ¿Por casualidad, no conocerá un modo fácil de prolongarle el permiso, digamos otros diez días más, usted que tiene influencias? No haga nada, se lo ruego, dígame tan sólo si es posible. Mi sobrina llega a Francia el 1º de agosto”

El Hasídico resolvió el problema inmediatamente y Teresa se quedó un mes en Francia.

“(…) lo registraré, según las palabras de un rey shakespeariano, en el libro que releo todos los días, como prueba de su amistad (…)”

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

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