Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Barbara Godecka |
Si el destino hubiera sido un poco más recto de lo que suele ser quizás Gombrowicz se hubiera casado con su prima Barbara Godecka y hubiera tenido hijos con ella, como la Teresa de su hermano Jerzy muy agraciada e inteligente, no así como el Józef de su hermano Janusz al que la Vaca Sagrada acusaba de pedigüeño y tonto. Gombrowicz tenía de sí mismo una opinión estándar. “(...)
en cuanto hijo de buena familia, educado, bastante sano, ni feo ni guapo,
sólo pasable, haciéndole la corte a sus primas, alumno mediocre, un
tanto enmadrado, delicado, inquieto, y al mismo tiempo burlón, parlanchín,
provocador, a menudo insoportable en el colegio y golpeado por sus compañeros
mayores, sociable, frívolo, audaz o tímido según las circunstancias” |
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Barbara Godecka y Witold Gombrowicz |
Uno
de los cambios formales más importantes de esa época rica en
metamorfosis fue la desaparición de las barbas y de los bigotes, un
cambio tremendo teniendo en cuenta que un barbudo como Dios o como Marx
eran completamente diferentes a un hombre rapado. “Nunca olvidaré el aullido que emitió una de mis primas al ver entrar en casa a mi padre con la cara completamente rasurada; acababa de dejar su barba y sus bigotes en la peluquería de acuerdo al espíritu de la época. Fue el grito penetrante de una mujer ofendida en su pudor más profundo; si mi padre se hubiera presentado desnudo no hubiera gritado con tanto horror –y en el fondo tenía razón: era una desvergüenza de primera categoría aquella cara de mi padre hasta entonces siempre oculta por la barba y los bigotes y que ahora hacía por primera vez su aparición escandalosa” Por
su condición de escritor y su torpeza para manejarse con las mujeres
Gombrowicz era víctima de la bromas constantes que le hacían sus primas
con las que llegó a sentirse incómodo, un asunto que trata en forma
burlona en el final de “Ferdydurke”. Pepe
deposita un beso en las mejillas de Isabel y le pide disculpas por haberla
raptado, pero su familia nunca hubiera consentido esa unión, desde el
primer momento se había encendido en él el amor por ella y había
comprendido que a ella también se le había encendido el amor: –No tuve
otro remedio que raptarte, Isabel. Al cabo de media hora de estas
declaraciones, Isabel empezó a hacer muecas, a mirarlo y a mover los
dedos, se sentía halagada. Por fin había encontrado a alguien que iba a
poseerla y que, además, la había raptado. Existiría
en la tierra algo más atroz que ese calorcito femenino: –Me raptaste.
Cualquiera no sería capaz de eso. “¿Para qué necesito a una mujer? Esta joven le gusta a mi padre, por eso quiere que me case con ella, porque él no puede” Jan Onufry estaba preocupado por el matrimonio de su hijo, y también lo estaba su amigo Tadeusz Breza. A Gombrowicz le encantaba el humor de Breza, envidiaba la facilidad que tenía para relacionarse con las mujeres, mientras él iba de mal en peor. Finalmente,
como sus fracasos no cesaban de repetirse, llamaron la atención de
Tadeusz. Iba
de fracaso en fracaso y los escritores seguían mofándose de él por las
dificultades que tenía con las mujeres. Janusz Minkiewicz, un poeta satírico
famoso por sus conquistas en el mundo de la galantería, le dijo una tarde
en el café: –Ahora regreso a casa porque espero una llamada de Lala...
A las cinco he quedado con Cela, y a las once me espera una locura con
Fila. ¡Hasta la vista! “Nosotros, los europeos del Este, somos unos miserables. Mi sobrina Teresa ha obtenido por primera vez permiso para salir de Polonia. Está en Londres y quiere visitarme. No la he visto desde hace treinta años. Ahora bien, el consulado francés en Londres no ha querido concederle una visa para más de diez días. ¿Por casualidad, no conocerá un modo fácil de prolongarle el permiso, digamos otros diez días más, usted que tiene influencias? No haga nada, se lo ruego, dígame tan sólo si es posible. Mi sobrina llega a Francia el 1º de agosto” El Hasídico resolvió el problema inmediatamente y Teresa se quedó un mes en Francia. “(…) lo registraré, según las palabras de un rey shakespeariano, en el libro que releo todos los días, como prueba de su amistad (…)” |
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Juan Carlos Gómez
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