Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Alicia Giangrande |
Alicia Giangrande nacida en Polonia terminó sus estudios en la Facultad de Derecho de la Universidad de Varsovia en el mismo año en que apareció "Ferdydurke". Emigrada a la Argentina después de la guerra se dedicó a la pintura, se casó con Silvio Giangrade y fue una buena amiga de Gombrowicz. "Estuve presente en el ‘bum’ de ‘Ferdydurke’ en Polonia cuando los periódicos principales le dedicaron grandes artículos. A Gombrowicz lo conocí personalmente en la Argentina en 1950, yo todavía vivía en el centro de Buenos Aires y de vez en cuando venía a visitarme. |
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Silvio Giangrande y Alicia |
Finalmente
Alicia se mudó a la "Piedra amorosa", así se llamaba la casa
que tenían los Giangrande en una quinta de Hurlingham, y es allí donde
yo la conocí una tarde en que le contaba a los invitados cómo había
estado presente en la casa de Zofia Nalkowska el día en que Bruno Schulz
la visitó y le dio a leer "Las tiendas de color canela". Desde
muy joven la admiración había constituido para Gombrowicz un problema
muy especial. No sé que es lo que habrá hecho en Polonia pero por aquí
entraba a las exposiciones renqueando apoyándose en alguno de nosotros;
si alguien le preguntaba por qué renqueaba respondía que lo hacía para
compensar algún desequilibrio de la propia exposición, o que renqueaba
porque le dolía mucho una pierna y que era una verdadera lástima que la
belleza de la pintura calmara mucho menos el dolor que una aspirina. Alicia
Giangrande organizaba reuniones literarias en su casa con temas elegidos
de antemano, había preparado en su quinta una mesa redonda a la que dio
en llamar: "La influencia nefasta de Gutenberg en la literatura de
nuestro tiempo". Los invitados principales eran Gombrowicz y Sabato,
pero también estaban González Lanuza, Julio Payro, Guillermo de Torre y
otros más. Gombrowicz empezó a hablar de los escritores en general y de
los hombres de letras presentes en particular. Los
viajes que hacía con Gombrowicz a Hurlingham a veces se convertían en
una aventura que poco tenía que ver con la literatura. Una noche regresábamos
a Buenos Aires. El tren estaba repleto, los coches de pasajeros estaban
completos, viajábamos en un coche de cargas. Un grupo de brutos fumaba e
imprecaba cerca nuestro, y como Gombrowicz los miraba con una mirada
intensa de desprecio, ellos también nos empezaron a mirar. Mientras crecía
la tensión Gombrowicz empezó a hablar en francés, un poco para mí
pero, más bien, para la ciudad y para el mundo. "A
veces venía a tomar el té con su amigo Gómez. Me acuerdo un día en el
que quiso oír unos discos. Escuchaba religiosamente la música con Gómez.
En un momento dado, salí al jardín. Todavía era invierno y encontré
una gran flor de magnolia que acababa de abrirse. Entré para decirle que
viniera a ver lo bella que era. Witold me respondió sin moverse: –Le
creo, Alicia. Y siguió escuchando la música"
"Noble
Alicia, este regalo es de mi editor alemán. A mí, que soy un profundo
ignorante de la pintura, me deja indiferente. Piense un poco, Alicia, ¿dónde
podría conseguir los tratados de Lhote (en español) para Flor de
Quilombo, mi protegido de Tandil. Hoy he comido una milanesa con puré, lo
que demuestra que mi hígado funciona más o menos bien. Esta dedicatoria
es existencialista al nuevo estilo. Me inclino ante usted y ante el Gandhi
(Silvio) de Hurlingham. W. Gombrowicz" Lo habían zamarreado en las pensiones cuando se escapaba sin pagar, había llegado desfallecido a la casa de algún polaco para que le dieran de comer, había dormido sobre papeles de diario en una casa de Morón, había recorrido los suburbios para que los cadáveres le dieran de almorzar en los homenajes que le hacían al muerto. El hambre, el frío y las chinches no le faltaron en los primeros años de vida en la Argentina. "A
veces me pregunto qué hubiera pasado si la seriedad con la que me toman
en Europa me hubiera sido demostrada allá, en la Argentina. Creo que
hubiera sido un factor negativo, porque mi literatura tenía que formarse
en la soledad" Gombrowicz
había ido a Hurlingham a descansar y a encontrarse consigo mismo para
seguir con "Cosmos". Alicia era pintora y Silvio escultor, se
habían convertido poco a poco en una pareja de plásticos. En
las artes plásticas se ha impuesto una manera de ver y de recrear que
hace que una persona del todo mediocre pueda llegar a crear una obra nada
mala. Gombrowicz estaba complacido con la decadencia de ese arte impuro
que siempre había estado ligado al instinto de posesión y al comercio, más
que al placer estético. "A veces tiene ataques, y me hace escenas, pero después se le pasa. Lo peor es que, como dice el médico, es peligrosa, en el momento menos pensado puede tener una crisis de verdad y agarrar un cuchillo; –¿Y no tenéis miedo de estar con ella? Cio pasa mucho tiempo fuera de casa y usted está sola; –¿Y qué podemos hacer? ¿Despedirla? ¿Quién emplearía a una loca? ¿Y su hija? ¿Qué hacer con la niña? ¿Enviar a Helena al hospital? No está lo bastante loca, sería inhumano encerrar en un manicomio a una persona como ella... Además los manicomios están repletos, son un verdadero infierno" Había
dos asuntos que Gombrowicz distinguía muy especialmente en sus rituales:
el placer que le proporcionaba la comida y el miedo a ser asesinado. Con
el cuento que le estaba contando Alicia Gombrowicz enseguida pensó que
podía ser asesinado.
No existe manía de Gombrowicz de la vida de todos los días que no aparezca en sus creaciones. El asesinato toma las formas de la antropofagia en el cuerpo de un niño al que unos aristócratas se manducan en un almuerzo, de la estrangulación de animales y de personas y, en fin, de todo tipo de muertes como en las obras de Shakespeare. Mientras
toma una decisión sobre qué hacer con la locura de la sirvienta sigue
meditando en esa casa de Hurlingham; a su juicio el hombre nunca se ha
planteado suficientemente el problema de la cantidad. "Vive en nosotros la conciencia del hombre único del tiempo de Adán. Nuestra filosofía es la filosofía de los Adanes. El arte es el arte de los Adanes" La expresión no sólo debería estar separada entre la fase ascendente de la juventud y la descendente de la vejez, sino también debería identificar a qué cantidad de hombres expresa. La
épica, la sociología y la psicología a veces expresan al rebaño
humano, pero desde el exterior, como a cualquier otro rebaño. No es
suficiente que Homero o Zola se ocupen de la masa ni que Marx la analice,
esas voces deberían tener algo que nos permita saber si pertenecen a un
mundo de miles o de millones hombres, deberían estar saturadas de la
cantidad hasta la médula. Y la piedad en grandes cantidades le produce risa, una risa muy particular y tremendamente humana. Quiere comprobar si este problema es real o imaginario, pero no tiene tiempo de saberlo, tiene que huir, que otros centenares de miles de cabezas se ocupen de todo esto, él tenía miedo de ser asesinado. Era
tal la atracción que el asesinato ejercía sobre Gombrowicz que cuando
sospechaba que alguno de nosotros no había leído "Ferdydurke",
o lo habíamos leído en forma incompleta, nos preguntaba en qué capítulo
asesinaban al conejo. |
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