Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz, Rafael Toriz y Guillermo Martínez |
Todas las naciones tienen sus campeones en asuntos concernientes a la actividad de escribir, pero hay muy pocas que lleguen a tener un campeón de campeones. En la Argentina va resultando cada vez más claro que ese título se lo ha ganado con claridad el Asiriobabilónico Metafísico a pesar de todos los esfuerzos que hizo Gombrowicz para que esto no ocurriera. Los mexicanos no tienen un campeón de campeones, por lo menos no tienen uno que le haya sacado tanta ventaja a los demás como tenemos nosotros. Recientemente se ha integrado al club de gombrowiczidas un veinteañero mexicano al que tuve que apodar el Maltratado por un desplante increíble que le hizo nuestro inolvidable Asno. |
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Rafael Toriz |
Guillermo Martínez |
"Por otro lado intenté, sin éxito, entrevistarme con ‘El Dipi’ (Jorge Di Paola), en su momento jeune promesse (ahora, al parecer, escritor de tiempo completo) y amistad cercana de Gombrowicz. Lo único que pudo obtenerse fueron estas líneas, cargadas de hastío y desinterés: ‘Sobre Gombrowicz ya está todo dicho. Probablemente demasiado. Hace varios años que me tiene podrido. No él, pobre cadáver. El circo alrededor. Que tu mexicano lea el Diario, año 57 (...) No hablo de nada con casi nadie. No es personal. Pero nunca más, sobre nada’. Me parece que la circunstancia no puede ser más elocuente" En
un diario de Xalapa, la patria del Niño Ruso, sin embargo consideran al
Maltratado como el niño genio de las letras veracruzanas, un niño que va
en camino de convertirse en un campeón de campeones de los hombres de
letras mexicanos.. "(…) ¿Para qué la literatura? No quisiera responder con parrafadas sociológicas, filosóficas o políticas al respecto del 'sentido de publicar libros de literatura' por motivos de espacio y por respeto a los lectores (…)" "Sin embargo creo, sin ánimos de caer en un esteticismo narcisista, que un sentido válido para escribir y publicar es la gratuidad de la belleza. Nadie se pregunta por el sentido de contemplar unas piernas bien torneadas, comer camarones o beberse una caguama. Esa es la intención de este libro: compartir algo con alguien (…)" De
la observación atenta que podemos hacer del rostro del Maltratado que
aparece en la foto de este gombrowiczidas se puede deducir una mezcla de
dulzura y de fiereza, la misma dulzura y fiereza que tenían los moros
cuando le cortaban la cabeza a los españoles. Así
le pasó con el Malquerido, un joven escritor nacional que a su juicio es
muy presuntuoso y desagradable. Ponerme en contacto con otro escritor
siempre me lleva a los mismos pensamientos; el comienzo promisorio de mis
relaciones con personas vinculadas a la actividad de escribir me produce
en un primer momento una alegría espontánea pero también un cierto
desasosiego pues tengo el presentimiento de que en un momento futuro no
muy lejano algo va a salir mal, momento que en el caso de los escritores
suele aparecer cuando quieren hacerme leer algún escrito. "(...) Aunque no lo creas juro que leí todos tus Grombrowiczidas..., sólo espero que encuentren finalmente editor y haya final feliz. Te mando aquí un cuento de juventud, con cameo de ya sabes quién y brindis de fin de año...(...)" Tuve que sortear unas dificultades preliminares que se me presentaron antes de recibir su relato, unos inconvenientes especialmente complicados para mí. En
efecto, el Malquerido tiene una maestría en las ciencias duras y también
la tiene en las ciencias blandas, se graduó en matemática con notas
sobresalientes y además es un connotado hombre de letras, en este punto
sigue los pasos del Pterodáctilo y del Pavo, aunque con distinta suerte. Este
gombrowiczida utiliza su ciencia adquirida y su ciencia infusa para
pasearse con suficiencia por los supuestos conocimientos que tenía el
Asiriobabilónico Metafísico acerca de las paradojas, de los laberintos y
del infinito matemáticos, conocimientos sobre los cuales el Pterodáctilo
tenía unas dudas bien fundadas como doctor en ciencias físico-matemáticas
que era. "Te pesqué en un programa radial hablando de Borges. Cuando te recordaron que muchos escritores argentinos mayores de cuarenta años querían matar a Borges, mencionaste la anécdota de Gombrowicz. Más o menos dijiste que desde el barco, cuando Gombrowicz se iba a París a recibir un premio muy importante, les gritó a los estaban en tierra: ¡Maten a Borges! (...)" "Pues
bien, no es cierto que fuera a París a recibir un premio importante, se
iba un año a Berlín con una beca de la Fundación Ford. El premio, el
"Formentor", lo recibió cuatro años después, pero cuando se
fue de la Argentina todavía no sabía nada. Tampoco es cierto que nos
gritara desde el barco que lo matemos a Borges, yo estaba ahí (...)" Por
uno de esos designios extraños que tiene el destino el Malquerido cayó
en las manos del Ladrón de Gallinas, un costarricense director de teatro,
ensayista, investigador, dramaturgo y poeta. Llegó a mí de la mano
generosa del Niño Ruso con el propósito de conseguir mi colaboración
para editar en el quinto número de su revista "k" un dossier
dedicado Gombrowicz. Por
mi parte yo le había hecho llegar "Gombrowicz, la deserción y el
destierro", el texto de una conferencia que había dado en el Malba
ante un público entusiasmado que lo recibió apoteóticamente, sin
embargo, al poco tiempo le manifesté que si lo llegaba a publicar le iba
a cortar una mano pues me había llegado a parecer una persona poco seria. Al poco tiempo cambió de opinión y volvió a la carga, me estaba pidiendo otra vez autorización para publicar "Gombrowicz, la deserción y el destierro". Fue
entonces que recurrí al Niño Ruso, pues había sido él quien me había
puesto en contacto con este sabandija. Finalmente,
"El brindis con Witold" fue publicado en la revista
"k", por suerte para Gombrowicz es un relato que tiene muy poco
que ver con él. |
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Juan Carlos Gómez
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