Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Alejandro Rússovich |
“Russo es para mí la personificación de la genial antigenialidad argentina (...) La bondad. La bondad lo desarma. Su actitud frente a los demás no es suficientemente aguda (....) A su lado yo soy un animal salvaje” Las relaciones que el Esperpento mantuvo con Gombrowicz fueron de amor y de conflicto, las que mantuvo conmigo fueron solamente de conflicto, un conflicto que con el paso del tiempo se le fue poniendo en evidencia a la mayor parte de los gombrowiczidas desparramados por el mundo. Alberto
Fischerman y el Ezquizoide desarrollaron sarcásticamente la forma de este
conflicto en el capítulo “A quién quería más” del film
“Gombrowicz o la seducción”, en el que nos ponen frente a frente en
un parlamento memorable. |
“¿Qué estás insinuando Alejandro?, ¿adónde querés llegar?; –No más allá de donde yo mismo llegué; –Ah, no, no viejo, no estoy dispuesto a tolerar confesiones que por su carácter escandaloso comprometan a todos los otros argumentos; –Gómez, te doy dos minutos para que abandones la mesa” El Esperpento, estudiante de filosofía y
especialista en Fichte, se ofendió con Gombrowicz cuando lo motejó de
Pavo. A pesar de su inteligencia y de su sentido del humor, no pudo evitar
una especie de exclusión a la que lo condenó Gombrowicz, el Esperpento
se equivocó de estrategia, utilizó la imitación como método para ser
aceptado, una elección que terminó por aburrir a Gombrowicz y que
desembocó en un apelativo que le resultó desagradable El Esperpento fue el único integrante
del cuarteto del film de Fischerman que no aceptó el apodo que le había
puesto Gombrowicz., pero por esas vueltas que tiene la vida, pasado el
tiempo, Quilombo empezó a hacer unos dibujos tan monstruosos de su cabeza
que, a sus espaldas y en voz baja, lo empezamos a llamar el Esperpento, y
así fue que le quedó el Esperpento.
“¿Su influencia? Es una cuestión mal planteada, Gombrowicz me ayudó personalmente y todavía me ayuda. Pero si debo hablar de su influencia, puedo decir que fue negativa. Siempre negativa, pues Gombrowicz para mí ha sido un límite absoluto. Me encontraba ante él como delante de un muro” Este discípulo ha puesto los puntos
sobre las íes en algunos asuntos concernientes al dolor y a la muerte,
unas cuestiones que empezaron a rondar la cabeza de Gombrowicz desde su
temprana juventud. Con el tiempo, esta angustia de la existencia se le fue radicando poco a poco en los pulmones, en sus dificultades para respirar, entonces volvió a la idea del suicidio. A tono con este ambiente macabro
Gombrowicz le escribe desde Vence una carta al Esperpento, una carta que
ha dado la vuelta al mundo pues nos muestra en un momento dramático cuál
era la verdadera relación que tenía con el dolor y con la muerte. Pero la verdadera espina que el Esperpento tenía clavada en la garganta no era la de la muerte de Gombrowicz, era la de la exclusión, el sentía que lo había apartado de su círculo injustamente. “Otra explicación que se me ocurre es
que él me excluía de muchas cosas, por ejemplo, de todo lo que se refería
a las cuestiones polacas. Nunca me hablaba de eso, ni de los polacos de
Buenos Aires. Sólo casualmente conocí a algunos. Y lo mismo pasó con
ciertos argentinos que nunca me llegó a presentar, como Mastronardi,
Roger Pla, Sabato, etc. Sólo después de la partida de Witold a Europa
llegué a conocer a Sabato, por ejemplo” Cada uno andaba por su propio camino, a
pesar de la facilidad aparente resultaba muy difícil pasar de un grupo a
otro, a veces se producían situaciones diabólicas y trágicas cuando
alguien lo intentaba. En una pensión distinguida, en la que se alojaba
gente del mejor tono de la aristocracia, aterrizó un señor de apellido
desconocido con unas maletas espléndidas y un traje sport deslumbrante. La reacción normal hubiera sido el
aburrimiento o la indiferencia, pero ese forastero quedó encantado
precisamente por el hecho de que no comprendía nada. El deslumbramiento
por el secreto ajeno es bastante conocido, el pobre hombre vivía con la
esperanza de que, finalmente, sería aceptado por los pensionados, pero
cuando empezó a inmiscuirse en los asuntos del grupo fue rechazado. |
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Juan Carlos Gómez
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