Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz, Grzegorz Pacek y Franco de Peña |
Cuando Gombrowicz se enteró de que había ganado el Premio Internacional de Literatura lo primero que atinó a hacer fue a preparar una lista de sus enemigos literarios, regocijándose de antemano con la amargura desesperante que les iba a producir cuando se enteraran. Ya con el premio en la mano escribe el famoso diario del hijo ilegítimo para mortificar a sus enemigos polacos de Londres. En este diario relata cómo después de algunas dudas y peripecias se compra una casa con los veinte mil dólares del Premio Formentor, y cómo la empieza a decorar con cuadros, tapices y muebles del gusto más refinado. Una
carta que le llega de la Argentina interrumpe sus tareas de amoblamiento,
le anuncia que Henryk quiere aparecer por la casa para darle una sorpresa. Tener
un hijo era una idea que no había tenido en toda su vida, pero le
importaba poco que fuera legítimo o ilegítimo, su desarrollo espiritual
y su evolución intelectual lo ponían fuera de la órbita de ese dilema.
Sin embargo, el hecho de que un semimulato se le acercara con su tierno
papi... ¿estará bien de salud? Tenía miedo de la visita porque Henryk
podía chantajearlo, un hijo suyo concebido con una mulatona indefinida,
en una noche de hotel que se abismó en las tinieblas del olvido. Al comienzo de este diario, en el que relata episodios completamente falsos, nos dice que la casa estaba tasada en ciento cincuenta mil dólares, pero que el dueño sólo le había pedido cuarenta mil en la mano, posiblemente porque se trataba de un admirador ricachón. Y el final de este diario es una obra maestra con la que tortura sin piedad a sus enemigos polacos londinenses. “¡Un
hijo ilegítimo que ronda/ la ilegitimidad redonda del hijo!/ ¡El
despacho redondo de Rosa/ En que fue concebido el hijo! (...)” Cuando Gombrowicz murió aparecieron polacos de buena voluntad, salidos de todos los rincones de la tierra, que se dispusieron a difundir la palabra del maestro por el mundo bajo el ala protectora de la Vaca Sagrada. Gombrowicz
ha tenido muy mala suerte con el cine porque los polacos, cuando se trata
de él, juegan a ver quién se hace más el loco. Pero el fragmento del “Diario” con la historia del hijo ilegítimo despertó la imaginación de dos gansos polacos que se vinieron a Buenos Aires para filmar la peor película sobre Gombrowicz de todos los tiempos. |
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Grzegorz Pacek |
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Franco de Peña |
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Karin Ranitzsch |
El
Larguirucho y el Pegajoso se trajeron el argumento bajo el poncho, bien
oculto, cayeron por Buenos Aires con el propósito avieso de burlarse de
nosotros, unos pobres ancianos escleróticos, valiéndose de un cuento que
podría tener un equivalente en la Argentina si a alguien se le ocurriera
hacer una película con la vida del General Don José de San Martín y
escribiera un guión sobre la base de que encontraron al Santo de la
Espada fornicando con una africana.
A pesar de que le ofrecimos alguna resistencia intentando establecer un línea de defensa con el Ministro de Cultura de Polonia, a la sazón Slawomir Ratajski, que intercedió en nuestro favor, los guapos de Polonia se salieron con la suya y pasaron el film por la televisión polaca. Desgraciadamente también lo exhibieron en el cine, en funciones especiales, en ciclos de revisión y también aquí, en la Argentina, en la mismísima Embajada de Polonia. En
efecto, el Esperpento, de vuelta de una viaje a Radom, había traído una
copia del film, y le propuso a Eugeniusz Noworyta pasarlo en la embajada
con la única condición de que yo no fuera invitado. Para el año del centenario me apoderé de la Embajada de Polonia y, por intermedio del que ahora era el embajador, Slawomir Ratajski, también me apoderé del Centro Cultural Borges y de la Feria del Libro, poniéndole una barrera infranqueable a la participación del Esperpento en estas jornadas. Cuando
el Larguirucho y el Pegajoso desembarcaron en Buenos Aires se pusieron en
contacto de inmediato con la Alemana Psicopática, una germana muy
atractiva pero siniestra. Todo parecía hermoso y plácido, pero el diablo
estaba emboscado. Otro comparsa de esta historia verdadera resultó Roman Pawlowski, un periodista polaco que puso al descubierto el aspecto insubstancial y bufonesco de la película en la “Gazeta Wyborcza”. “En
la película, de igual manera que en el ‘Diario’, la verdad se mezcla
con la fantasía y la mentira con el drama. Pacek y Peña hacen retratos
de las personas que pertenecieron al círculo de Gombrowicz con rasgos
casi folletinescos; desde la conversación con el pintor Janusz Eichler
que en vez de hablar sobre Gombrowicz repele los ataques de los mosquitos,
hasta la escena en la que Juan Carlos Gómez con lágrimas en los ojos
dirige la novena sinfonía de Beethoven, el compositor preferido de
Gombrowicz. Sobre ‘Una carta de Argentina’ se levanta el espíritu
travieso de Witold Gombrowicz y es por este espíritu que vale la pena
verla” “Jamás
se me cruzó por la cabeza que podía existir un gusano farsante tan
grande como vos. Cada vez que pienso en lo que hicieron se me revuelven
las tripas de indignación (...) Los que se ocupan de hacer películas sólo
entienden el mundo que pasa por el objetivo, lo que entra en la lente
existe, lo demás tiene poca importancia. A esta limitación general vos
le agregaste otra, una idea idiota e inmoral, inmoral porque vos te
viniste para acá con la aviesa intención de demostrar que el medio
argentino en el que se había desenvuelto Gombrowicz era mediocre, y para
probarlo hicieron todo lo posible por mostrarnos en una situación
inferior recurriendo a la provocación con el hijo bastardo y al
embotamiento con el alcohol (...)” “Tengo también buenos recuerdos tuyos; nuestras sesiones de ajedrez, de ginebra, de vodka, de champaña –una borrachera casi permanente acompañada siempre por la mirada vigilante de la Alemana Psicopática, tu cómplice femenina– no fructificaron en espíritu como se ve muy claro en la película (...) No voy a permitir que un mocoso como vos no atienda al hinchamiento de mi personalidad, que se hincha y se hincha en el mundo entero y no sé si no voy a reventar” |
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Juan Carlos Gómez
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