Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Jaroslaw Iwaszkiewicz |
Mis cavilaciones actuales andan dando vueltas alrededor de la verdadera naturaleza de los escritores frente a los que hay que tomar precauciones especiales, no tanto por su condición de seres ambiciosos, irritables y absortos en su propia grandeza, sino por otra razón. En efecto, cuando el hombre desempeña actividades relacionadas con el arte de escribir se vuelve muy peligroso porque se le pone en la cabeza que algún editor lo tiene que publicar y que algunos lectores lo tienen que leer. Por
lo demás, son mansos, la gran mayoría de ellos no son hombres de acción
y hasta pueden resultar simpáticos. Mis aventuras con los hombres de
letras siguen en general un curso descendente, empiezan con un gran
entusiasmo pero no resisten el paso del tiempo. Quien ha decidido ocupar
una parte de su vida escribiendo debe empezar a tomar apuntes o a escribir
un diario para alcanzar sus objetivos y no malograrse. Años más tarde se lamentaba porque no se acordaba de nada de lo que habían hablado durante esas dos horas. Yo no anoté nada de lo que hablé con Gombrowicz en los cafés durante ocho años, pero no me quejo. En
Polonia pareciera que circulan con más facilidad que en la Argentina las
cuestiones relacionadas con las tradiciones homoeróticas y homofóbicas,
por lo menos así nos lo hacen parecer la Vaca y el Viejo Vate. Tengo miedo de que te tomen, casualmente, en tanto que amigo de Gombrowicz, como uno de ellos (...)” El Viejo Vate, con una actitud caballeresca, recoge el guante que nos arroja la Vaca y acepta el duelo. “Algunos
gombrowiczólogos, en cantidad nada desdeñable, se han convertido en unos
maestros en desparramar mierda. No saben lo que escriben, ni siquiera
sospechan que escriben tan sólo contra sí mismos, dejando evidencia de
su propia manera de pensar y de su desvergüenza moral (...)” |
Juliusz Nowinski, Witold Gombrowicz y Jaroslaw Iwaszkiewicz |
Tadeusz Breza, un buen amigo de Gombrowicz, lo asistió en asuntos diplomáticos y de mundología, pero también lo ayudó en cuestiones literarias. Como Gombrowicz andaba buscando un editor para sus cuentos, Tadeusz lo invitó entonces a un desayuno con Jaroslaw Iwaszkiewicz, uno de los miembros más célebres del grupo Skamander, y con Grydzewski, el redactor de Wiadomosci Literackie, una publicación que era el centro de la revolución cultural que llevaban adelante los Skamandritas, la que, junto a otras revoluciones de la postguerra, transformaba poco a poco los gustos y las costumbres polacos. “Hoy
me unen a Iwaszkiewicz relaciones amistosas, y es difícil olvidar que él
fue el primer lector de “El casamiento”, y que su reacción entusiasta
me dio ánimos cuando me encontraba casi hundido en aquel desierto
argentino... eso es una cosa, y otra cosa es que aquel desayuno no resultó
logrado”
Pasó
el tiempo pero siempre mantuvo una distancia prudencial. Gombrowicz no se
sentaba a la mesa de los Skamandritas en los café legendarios de
Ziemianska, Ips y Zodiak, el actuaba casi únicamente en la planta baja de
los cafés, mientras las plantas más altas prácticamente las ignoraba:
–Oiga, dicen que es usted quien reina en el Ziemianska, y que no admite
en su mesa a ninguno de nosotros. “Los
poetas de Skamander eran conscientes de cuál era el lugar que ocupaban sólo
hasta cierto punto, conocían su lugar en el arte, pero no sabían cuál
era el lugar que ocupaba el arte en la vida. Conocían su lugar en
Polonia, pero ignoraban cuál era el lugar que ocupaba Polonia en el
mundo, ninguno de ellos se elevó tan alto como para ver la situación de
su propia casa” Gombrowicz finalmente venció la resistencia inicial que le había interpuesto Iwaszkiewicz, y lo convirtió en un admirador.. “Por
mi parte, yo admiraba su talento, sobre todo después de haber leído ‘Ferdydurke’.
Durante la guerra, esa novela se convirtió en la lectura favorita de mis
hijas, las ferdydurkistas, que fundaron el Círculo de Auténtica
Inteligencia y nombraron a Gombrowicz su presidente honorario (...)” Gombrowicz
tenía confianza en el olfato literario de Iwaszkiewicz y le pedía
consejos para ver cómo podía resolver la historia de terror que había
introducido en esa novela policial que hoy conocemos con el nombre de
“Los hechizados”, no sabía cómo terminarla.. “Sí, todos los ingredientes de su obra están acá, todavía dispersos. Le bastará hacerlos jugar dentro de una mecánica sabia para llegar a construir esas ‘máquinas infernales’ que Sartre ha saludado en las grandes novelas posteriores” Milan
Kundera también escribió algunas palabras sobre “Los hechizados”, más
cercanas a lo que pensaba Gombrowicz que las del Príncipe Bastardo y a
las de Iwaszkiewicz. |
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Juan Carlos Gómez
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