Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz, Germán García y Pablo Chacón |
Los cismas
lacanianos que se producen en las organizaciones tanáticas que preside el
yerno de Lacan son frecuentes, violentos y contagiosos, tanto es así que
en una de las historias verdaderas a la que di en llamar "Los
problemas del diván", tuve que hacer comentarios sobre el Gnomo
Pimentón, uno de sus epígonos más fervientes y miembro celebérrimo del
club de gombrowiczidas.
Una de las particularidades más destacadas del yerno de Lacan, a más de su carácter violento, es su versatilidad, una versatilidad que nos recuerda la versatilidad de Revólver a la Orden, otro ilustre miembro del club. "(....) de las ‘psicosis no
desencadenadas’, de los lazos entre Borges y Lacan y del supuesto saber
del presidente electo Fernando de la Rúa, de casi todo habló Jacques-Alain
Miller (...)" Gombrowicz es un caso singular en el que
se cruzan con igual intensidad la seriedad y la falta de seriedad. Por su
nacimiento estaba preparado para ser absorbido por la clase de los
terratenientes como habían sido absorbidos sus hermanos, o por las
organizaciones políticas, militares, o eclesiásticas, o por la mundología,
pero por razones desconocidas y misteriosas se mantuvo al margen. |
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Germán García |
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Germán García y Jacques- Alain Miller |
Estas
cavilaciones no dejan en claro cuánto protagonismo tiene Gombrowicz y cuánto
la familia en el desarrollo de sus obras. Si bien es cierto que el Gnomo
Pimentón fue el único escritor y psicoanalista argentino que había
escrito un libro sobre Gombrowicz antes de que yo apareciera en el
firmamento gombrowiczida, no pudo determinar el peso de cada una de estas
participaciones a pesar de que aplicó a su estudio toda su ciencia infusa
de origen lacaniano, un dilema ciertamente interesante. Uno de los propósitos deliberados que tenía Gombrowicz cuando escribía era el de desvincular la conducta humana de la voluntad y del determinismo psíquico, a la voluntad la trasponía con el automatismo y al determinismo psíquico con partes del cuerpo. Shakespeare recorría el camino contrario, dramatizó como ningún otro el desarrollo de los sentimientos y de las pasiones humanas y no deja de ser una paradoja que Gombrowicz lo haya tomado como ejemplo. |
Para el inglés los sentimientos eran la materia prima de todo lo que existe y para el polaco eran una afección que había que evitar tanto en el arte como en la vida. Gombrowicz trató a los sentimientos como costumbres agonizantes y esclerosadas de las que se habían escapado sus contenidos vivos quedándose nada más que con la rigidez de las formas puras. No es que Gombrowicz no tuviera pasiones, pero tuvo que escamotear su phatos del carril de los sentimientos y colocarlo en un ámbito donde las personas se forman unas a otras de una manera imprevisible. El
Gnomo Pimentón, uno de nuestros gombrowiczidas más señalados, ha
despachado desde el diván a muchos pacientes con suerte diversa.
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Pablo Chacón |
"Mi padre era metalúrgico y en mi
casa sólo mi madre leía algo de vez en cuando. Durante la pubertad
trabajaba en un taller mecánico y estudiaba en un colegio por la noche.
Los libros los encontraba en una Biblioteca de Junín. Mi familia no
deseaba que fuera escritor, sino que tuviera un trabajo. Ese fue uno de
los motivos explícitos por los que rompí con ella y me fui solo a
vivir a Buenos Aires"
El caso del Gnomo Pimentón tiene algún
parecido con el de Gombrowicz por la franqueza con la que habla de su
familia y de su pasado, pero también es muy distinto por la diferencia
de clases, Gombrowicz de joven era terrateniente y el Gnomo Pimentón de
joven era metalúrgico. Cada hombre de letras gombrowiczida tiene su propio vicio: el del Orate Blaguer es la verborrea, el del Pato Criollo es la logorrea, el del Buey Corneta es la belorrea y el del Gnomo Pimentón, no podía ser de otra manera, es la psicorrea, para poner tan solo unos ejemplos de personalidades connotadas vinculadas a la actividad de escribir e integrantes del club de gombrowiczidas. Es muy útil descubrir los vicios
asociados a los hombres de letras pues nos orientan en el recorrido de
los laberintos del mundo que construyen en sus escritos. El Gnomo Pimentón, después del primer conflicto que había tenido conmigo me dio una segunda oportunidad que yo no supe aprovechar, como tantas otras oportunidades que desaproveché en mi vida. "Nuestra amistad en Gombrowicz
evita cualquier juego ‘suma cero’. Mandá lo que quieras yo lo leo y
lo difundo. Pero si preferís que algo no sea difundido basta con que lo
notifiques." "(...) el último texto enviado por Juan Carlos Gómez, falta a la verdad en relación a mi persona y utiliza calificaciones ofensivas. Me temo que tendrá que seguir divirtiéndose sin mi ayuda. Le ofrecí una amistad en Gombrowicz, pero no me ofrecí para ser parte de su necesidad de injuriar (...)" Debo reconocer que el lío que se me
armó con el Gnomo Pimentón lo empecé yo con gombrowiczidas un poco
provocativos, pero nunca creí que este gombrowiczida hubiera guardado
tan tenazmente en la memoria sus modales de metalúrgico. Pero sea porque yo le resultaba simpático,
o porque me había tomado confianza, o sea por lo que fuere, en un
momento determinado de la conversación se refirió a su propio padre y
me manifestó, como si esto fuera la cosa más natural del mundo, que
tenía ganas de asesinarlo, y que esto era precisamente lo que estaba
planeando.
De las aventuras que corrí con el Gnomo Pimentón me quedó clara una idea: alrededor de él se producen situaciones violentas y tanáticas como también le ocurre al yerno de Lacan, al punto de haber malogrado una buena relación que yo tenía con el Hombre Unidimensional. "Vos sí que estás cada día más pelotudo. No te das una idea de cómo me hacés recagar de risa. ¡Germán García hace estudiar las boludeces que escribís por sus alumnos, como buen caso clínico psicótico que sos, y ahí estás saltando en una pata de alegría! ¿Sabés que te hubiera dicho Gombrowicz? Mejor ni te lo digo.. A vos te encierran en una jaula del zoológico y te pensás que te están homenajeando. Y si te la pone un orangután, doblemente contento" |
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Juan Carlos Gómez
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