Gombrowiczidas 

Witold Gombrowicz, Rodolfo Fogwill y Hugo Savino
Juan Carlos Gómez

“(...) Ese costado jodón, a veces grueso, a veces elegante, me sale solo. En la literatura me hace disfrutar enormemente. Es maravilloso tener gente como Borges, Gombrowicz, Fogwill o Faulkner o (otra vez) Kafka, que tarde o temprano, sin avisarte cuál de las dos cosas te va a pasar, te hacen reír de puro disfrute de la ironía o te hacen largar una carcajada. Fue lo que lo mató a Foucault en la cita de Borges que abre ‘Las palabras y las cosas’. Aunque se le podría aplicar la frase de Borges (“Sí, los títulos de los libros de Mallea son buenos –Todo verdor perecerá, La ciudad junto al río inmóvil, etc.–, lástima que después escribía los libros.”). La carcajada explosiva y liberadora de Borges casi no vuelve a repetirse en el libro que después escribió Foucault (...)”

“¿Cómo presentar la experiencia sexual? Como muy pocos escritores, Fogwill ha hecho del sexo una experiencia contable (narrable, pero también computable) (...)”

Rodolfo Fogwill

“El sexo importa en sus ficciones porque es una experiencia pura que desafía o interroga toda trascendencia, porque sirve como motor de ‘la juventud’ –ese mito que Fogwill retoma de la literatura de Gombrowicz–, porque desencadena historias y porque desviste la imaginación del narrador (...)”  

Este comentario que hace un notable hombre de letras de Rosario, miembro del club de gombrowiczidas, nos pone en camino de esta historia verdadera.

El conocimiento sigue siempre un curso descendente que pasa inexorablemente del estadio heurístico al estadio hermenéutico. Siguiendo estrictamente el camino de esta degradación del intelecto, a la que podríamos llamar la entropía del pensamiento, he concebido unas historias verdaderas, como un conjunto ordenado de mis aventuras con personas relacionadas con la actividad de escribir.

Gombrowicz fue un hombre de letras que, ya sea por lo que escribía o por lo que hacía, recibió una gran cantidad de insultos a lo largo de toda su vida. Una gran parte de esos insultos se lo propinó la prensa polaca en el año que estuvo en Berlín.

En el vocabulario del derecho se acostumbra a decir que lo accesorio sigue la suerte de lo principal y, aunque sin la misma importancia, debo manifestar que algo parecido a lo que le ocurría a Gombrowicz también me ocurre a mí. Mis encuentros personales y epistolares con los gombrowiczidas suelen tener características variables, pero siempre dejan alguna huella.

Después de haberle echado una atenta lectura al gombrowiczidas en el que le hablaba de su educación descuidada, el Mentecato, un poeta de Barracas idólatra de Joyce, me mandó una carta que, a pesar de los insultos, no deja de ser ilustrativa.

“Querido Gómez : Sos un gran pelotudo. Un pobre histérico que no tolera un no. Lo imaginaba. A partir de ahora te bautizo el pelotudo y chupaculos número uno de la literatura argentina. Logré finalmente que hablaras mal de mí. No servís para curtir en estas lides, chupaculo, te tomaste en serio el rol de escritor, pelotudo”

Esta manera de insultarme tiene un antecedente cabalístico inolvidable que proviene del Hombre Unidimensional, un escritor hispanohablante que ingresó al club de gombrowiczidas como integrante de un grupo de hombres de letras al que di en llamar el de los nueve magníficos, y que con el correr de los años ha obtenido una gran maestría en los litigios que mantiene  por el otorgamiento de premios literarios.
“(...) voy leyendo uno a uno tus mails, pero, como siempre estoy viajando y usás un correo malo (el de sinectis... Por favor usá éste) nunca pude agruparlos (...)”

“Te pediría que juntés los textos de todos tus mails, los zipiés, y me los enviés a esta dirección de donde puedo bajarlos, además de mirarlos en pantalla en cada puta posta de mi vida nómade. Me interesa porque veo demasiadas coincidencias ente tus desventuras y lo que yo siempre pensé de la runfla cultural de los Germán García, de los Chitarroni y del cerdo Russo. Además, tengo dos amigos gombrowiczianos a quienes les encantará leer todo de un tirón. Son Ignacio Echevarría de España, y Roberto Brodsky de Chile que en sus momentos se ocuparon de la sombra de Witoldo (...)”

“Recibí todo. Gracias. No se cómo podría empalmarse para hacer una edición pirata. Mientras tanto, meto todo en un directorio, lo zipeo y se lo mando a Brodsky y a Echevarría. Echevarría es una figura importante de la crítica y del mercado editorial hispano y no es improbable que se interese en el megamamotreto (...)”

“Mientras todo sucede, iré leyendo de a poco. Qué laburo puto que tomaste. ¡Y con qué calaña tuviste que tratar! (...)”

“Coincidimos también en Pauls. Puntual, sólo por cagón. Mirá su comportamiento en el caso Piglia, su delación en Página 12 y sus declaraciones al juez (...)”

“Che, Culo de Goma: Vos sí que estás cada día más pelotudo. No te das una idea de cómo me hacés recagar de risa. ¡Germán García hace estudiar las boludeces que escribís por sus alumnos, como buen caso clínico psicótico que sos, y ahí estás saltando en una pata de alegría! ¿Sabés qué te hubiera dicho Gombrowicz? Mejor ni te lo digo. A vos te encierran en una jaula del zoológico y te pensás que te están homenajeando. Y si te la pone un orangután, doblemente contento (...)”

“Acertaste con mi sueño de toda la vida: que me la ponga un orangután (amaestrado). ¿Van orangutanes con chimpancés a tus grupos de estudio, o los monopoliza a todos Germán García? (....)”

“Unidimensional y apoliyada tenés la única neurona que te queda: ¿por qué no contás el origen polaco de tu apodo? ¿No será porque le tirabas la goma a Witoldo? ¡Ni siquiera te sirvió hacerte gárgaras con el licor seminal de Ferdydurke! No rompás más las bolas. Ya me tenés las pelotas llenas con tus revolcadas con el Gnomo Pimentón, como vos le decís. Primero te hace el culo, después no te gusta y andás cacareando. No mandés más mails de mierda. Hacete un Spam en el orto”

Los insultos del Hombre Unidimensional son más drásticos y radicales que el que me había propinado el Mentecato, razón por la que decidí someter al estudio de gombrowiczidas especializados en deformaciones de la psique ese rostro que aparece en la foto con marcadas características lombrosianas.

Los conflictos de Gombrowicz, tanto como los míos, a veces alcanzaban características dramáticas. El Pterodáctilo se puso como loco cuando Gombrowicz le contó en Vence que había destapado una botella de champaña el día que mataron al “Che” Guevara. Santucho le quiso pegar por una discusión disparatada que había tenido con él en una conferencia que Gombrowicz había dado en Santiago del Estero sobre el marxismo y el existencialismo. Y el mismísimo Arrillaga, el comunista que me lo había presentado en el café Rex, lo amenazó una semana después con desparramarle mierda en la cara cuando Gombrowicz lo examinó en presencia mía sobre el origen del materialismo histórico y puso al descubierto que el desconcertado comunista no conocía  siquiera el título de un libro de Hegel.

Una noche regresábamos de Hurlingham a Buenos Aires. El tren estaba repleto, los coches de pasajeros estaban completos, viajábamos en un coche de cargas. Un grupo de brutos fumaba e imprecaba cerca nuestro, y como Gombrowicz los miraba con una mirada intensa de desprecio, ellos también nos empezaron a mirar. Mientras crecía la tensión Gombrowicz empezó a hablar en francés, un poco para mí pero, más bien, para la ciudad y para el mundo.

Yo no tenía ganas de meterme en líos con esos brutos, así que lo miraba y sonreía beatíficamente. A Gombrowicz, sin ningún punto de apoyo, se le fue transformando la mirada; del des-precio pasó al disgusto, del disgusto a la neutralidad, y de la neutralidad al miedo. Estas situaciones se le presentaban con alguna frecuencia, ya hemos dicho que era un busca pleitos y un provocador.

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

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