Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz y Henryk Bereza |
El Viejo Vate, poeta, ensayista y uno de los críticos más eminentes de Polonia, nos pone sobre aviso de la propensión que tenía Gombrowicz para jugar en contra de sí mismo con el propósito de provocar a los lectores. El
"Diario" es un gimnasio en el que un Gombrowicz a medio hacer,
construido por su obra, hace movimientos para saber hasta qué punto su
conciencia es suya: falso e insincero lucha con sinceridad para conseguir
su propia celebridad. Su propósito predominante es diferenciarse del
pensamiento de su época, es decir, diferenciarse de sí mismo, pues él
mismo está formado en ese pensamiento, y al desarrollar esta diferencia
los lectores deben confirmar en él que esa diferencia existe.. De paso
revela su intención de construirse un talento sobresaliente para dejar de
ser un enigma demasiado fácil de descifrar, y obliga a los lectores a que
se interesen por lo que a él le interesa. |
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Henryk Bereza |
Una
verdadera comprensión de Gombrowicz no es compatible con una confianza
depositada únicamente en lo intelectual, en la filosofía o en la
ciencia. Los diarios de Gombrowicz no tiene la forma de una escritura
sobre sí mismo sino la de una creación de sí mismo a través de la
escritura. Gombrowicz no esconde la lógica de lo contradictorio, la
exhibe con alguna frecuencia, aunque no con demasiada frecuencia, y es por
eso que no se la advierte muy a menudo o, en todo caso, no se la quiere
advertir. En el "Diario" la falta de percepción de esta lógica
de lo contradictorio, es fuente de increíbles malentendidos y al mismo
tiempo es el fundamento de la gombrowiczología académica y no académica
que crece sin cesar.
Detrás
de la utilización de su propio lenguaje intelectual y artístico, para
fines que le son adversos y que son ajenos a este lenguaje, podría
ocultarse la más grande de las provocaciones intelectuales y artísticas
de Gombrowicz. De
aquí entonces las orgías lingüísticas de "Transatlántico",
de aquí la estilística perfidia de "Pornografía", de aquí el
leguaje provocativo del "Diario" que en realidad no es ningún
diario, porque hace lo que le viene en gana, simulando una manera de
escribir para que los más tontos piensen que entienden algo. La
obra creativa de Gombrowicz es sorprendente, sin embargo, hay en ella una
frontera que no se puede traspasar, la frontera del lenguaje. Como es
sabido, esta limitación es un mal generalizado, pero hay que tenerla en
cuenta sobre todo para resaltar la particular filosofía y el sentido de
libertad en Gombrowicz que no reconoce otro límite que no sea el del
leguaje. Los entendidos, si es que los hay, podrán demostrarlo, ya que se
puede olfatear el modo en que Gombrowicz rebota contra las paredes del
lenguaje de la misma manera que una pelota rebota contra la pared.
"Gómez
no se aprovecha en su trilogía de ninguna de las conquistas de la
gombrowiczología convencional ni entra en guerra con ella, esto es
realmente maravilloso, que la gombrowiczología no haya dejado en él ni
la más mínima de las huellas pues no necesitó recurrir a ella. Él no
escribe nada de segunda mano, esto es lo que lo diferencia justamente de
todos los gombrowiczólogos, admite sólo dos fuentes, la fuente de la
palabra de Gombrowicz mismo y la de su propia palabra, que cuando es
escrita, resulta estar muy próxima a la palabra de Gombrowicz, aunque no
es idéntica, y no me refiero aquí a la diferencia del idioma (...)" "Juan
Carlos Gómez es para mí el más importante exégeta de Gombrowicz entre
los vivientes del mundo. Ningún espíritu científico puede competir con
él teniendo en cuenta su unión espiritual muy particular con el maestro
y sus competencias intelectuales tan singulares de las que surgió como
prueba sugestiva su brillante e insuperable trilogía gombrowicziana
publicada en ‘Twórczosc’ (2004). Uno no llega a entender por qué esa
trilogía no ha despertado interés en ningún editor de la patria del
gran escritor a quien los manipuladores de la autoridad nunca podrán
esconder ni destruir"
"Pero
en la raíz de la franqueza de Thomas Mann hay una coquetería que, con la
apariencia de la humildad, fuerza sus títulos de gloria. Gombrowicz
examina su arsenal, quiere saber de qué armas disponía para construirse
su propia grandeza... ‘(...) tenía a mi disposición una sinceridad
nueva e incluso un nuevo impudor que resultaban de unos lemas que
proclamaban la eterna ruptura entre el hombre y su forma y que, en
consecuencia, me permitían abordar estas cuestiones tan drásticas con
una libertad jamás vista hasta ahora (...)’ "Gombrowicz podía entonces, por un lado, desacreditar su propia grandeza y, por otro, entregársele impúdicamente sin necesidad de recurrir a los virtuosismos de Mann. Gombrowicz ya estaba en condiciones de experimentar en su propio laboratorio, es decir, en el ‘Diario’, entonces empezó a hacer menciones pequeñas y discretas a su mismísima gloria. Pero algo salió mal, el convencionalismo que le impide al autor este tipo de jactancias funcionó, y los lectores se empezaron a aburrir" |
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Juan Carlos Gómez
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