Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz, Ingeborg Bachmann y Günter Grass |
Todos los hombres, según sea el lugar donde nazcan, empiezan a tener desde jóvenes algún sentimiento negativo hacia alguna nación, pueblo o religión. La geografía y la historia pusieron a los polacos en el trance de temer y de odiar a los alemanes y a los rusos. Recién llegado a la Argentina Gombrowicz se niega a alistarse en el ejército polaco cuando un emisario viene de Londres para convocar a los compatriotas a pelear contra los nazis: –Un papel ingrato el incitar a la gente al heroísmo, cuando uno mismo está al resguardo del peligro. Pero
veintitrés años más tarde se decide a correr el riesgo, aunque más
pequeño que el de la guerra, y se va a Berlín invitado por el senado
alemán y por la Fundación Ford para gozar de una beca de un año de
duración. Gombrowicz venía de un país como la Argentina con una inmigración procedente de todo el globo terráqueo: españoles, italianos, polacos, alemanes, japoneses, húngaros... "(...) ¿acaso la Argentina no me estaba predestinada cuando de niño, en Polonia, hacía cuanto podía para no llevar el paso en un desfile militar?" Ingeborg
lo sentía como a un hombre solitario, abandonado por Polonia, por la
Argentina y por su médico, con poca voluntad de hablar o discutir con los
berlineses y, especialmente, como un hombre enfermo. |
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Günter Grass |
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Ingegorg Bachmann |
"(...) ¿acaso la Argentina no me estaba predestinada cuando de niño, en Polonia, hacía cuanto podía para no llevar el paso en un desfile militar?" Ingeborg
lo sentía como a un hombre solitario, abandonado por Polonia, por la
Argentina y por su médico, con poca voluntad de hablar o discutir con los
berlineses y, especialmente, como un hombre enfermo. "En ese momento hubiera tenido que llorar, pero también reír. Tal vez era uno de sus aspectos más reales, le gustaba torturar y, al mismo tiempo, no podía torturar (...) Era un grandísimo escritor, muchos no se dieron cuenta de esto pero, no se les puede reprochar nada, ya que Gombrowicz era muy extraño, orgulloso, y con unas poses que a veces resultaban terroríficas" Durante
su estada en Berlín Gombrowicz intentó defenderse de los automatismos
que le venían desde la historia respecto a Alemania, motivo por el cual
que se declaró un ser ahistórico. "Los
mejores escritores Günter Grass, Peter Weiss, Uve Johnson, están aquí,
no es gran cosa, que digamos, Arnesto es mejor, no es literatura
espiritual sino social, estética etc. Me respetan. En realidad Berlín es
muy provinciano, casi como Santiago, o mejor dicho, increíble mezcle de
lo provinciano con lo ultra cósmico (...)" Pero sus sonrisas no podían borrar la enorme agonía polaca; no podían seducirlo a Gombrowicz, porque él no los podía perdonar. Hitler estaba presente en todos los polacos asesinados y seguía presente en cada uno de los polacos sobrevivientes. Pero la condena y el desprecio no eran los métodos que había que utilizar. Despotricar continuamente contra el crimen solo contribuye a perpetuarlo, había que digerirlo, porque el mal sólo se puede vencer en uno mismo. Berlín
Oeste era un caos que se ordenaba al azar, pero en Berlín Este imperaba
la idea, inflexible, silenciosa y rigurosa. "Vea
usted, si uno mira por la ventana, tiene aspecto de siniestro. Pero, sabe
usted, en Berlín del Este la gente es mucho más simpática... Son
amables, amistosos... Desinteresados. No hay ni comparación con el berlinés
occidental, tan materialista...; –¿O sea que usted es partidario de
aquel sistema?; –No, todo lo contrario. La gente es mejor porque vive en
la miseria y en la represión... Siempre es así. Cuanto peor es el
sistema, tanto mejor es el hombre..." Como a Grass le reprochaban que acudía a las recepciones con ropa deportiva, encargó un esmoquin violeta nuevo y muy ajustado para lucir en los desayunos y en los tés; la impresión que causaba era horrible. Gombrowicz
sabía que la filosofía no le gustaba demasiado a Grass, entonces, en
unos de esos tés en los que había empezado a lucir el esmoquin violeta,
llevó la discusión hacia el terreno filosófico. Grass se inclinó hacia
Gombrowicz de una manera amable: –Disculpe, Gombrowicz, pero es que mi a
hermana aquí presente le da un ataque de tos nerviosa cuando se enumeran
ante ella a más de seis filósofos a la vez. En cada una de estas novelas se perfilan rumbos distintos, itinerarios diferentes para los Peter Pan se siglo XX. La bondad que le adjudica Gombrowicz contrasta con la maldad que le endosa Grass al niño protagonista de su novela. Si en un caso la juventud se presenta como promesa en la otra se la postula como problema. En
la novela de Gombrowicz el protagonista es un adulto que por un extraño
hechizo, una mañana se sorprende haciendo el papel del pavo, degradado a
la condición de adolescente. La vida es un divertimento donde la transgresión a las reglas del mundo de los adultos, carga con el consuelo de que se trata de una etapa que, tarde o temprano, va a pasar. En
cambio, Oskar, el protagonista de "El tambor de hojalata", es un
niño que vive con vergüenza el mundo de los adultos. Alguien que se
atrevió a pispiar el mundo mediocre de los padres y decidió no crecer más.
Se convirtió en un enanito monstruoso de tres años de edad que se la
pasa taladrando el tímpano de los mayores con el repiqueteo de su tambor
y los gritos distorsionados que pegaba. Para Gombrowicz la juventud se vuelve una idea positiva, está relacionada con el santo decir sí del niño y con una juventud que es la oportunidad de poner a la voluntad en el centro de la escena, una voluntad que apunta a la creación y que lucha para conquistar su mundo. Para Günter Grass, por el contrario, la juventud está vinculada a experiencias negativas, autodestructivas, que socavan las bases de cualquier sociabilidad, que no tardará en volverse contra su mundo. No
es tan fácil establecer un paralelo entre Gombrowicz y Günter Grass,
algo que tienen en común es que ambos pertenecían a la generación de
las alforjas vacías cuando los valores tradicionales del pasado dejaron
de ser un refugio para los hombres.. |
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Juan Carlos Gómez
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