Gombrowiczidas 

Witold Gombrowicz, Adán y Eva
Juan Carlos Gómez

Después de que Adán y Eva perdieron el Paraíso por haber desobedecido a Dios, un sentimiento sombrío y sofocante se apoderó del género humano y se desparramó por toda la tierra.

La virginidad, la cantidad, la juventud y Dios son ideas que pasaron por Adán y Eva de una manera originaria, y es de esta manera originaria cómo toma estas ideas Gombrowicz en las reflexiones que hace en sus narraciones y en los diarios.

"Vemos, pues, que la virginidad asciende del ser más bajo en la escala biológica y llega al hombre, y del hombre salta a los ángeles y de los ángeles a Dios, para perderse en el infinito. Dios mismo es un gran solitario en el universo, es la eterna juventud del Cosmos".

Los hombres habían perdido el Paraíso al probar del fruto del árbol del conocimiento tentados por Satanás. Entonces le suplicaron al Todopoderoso que les concediera un poco del candor y la inocencia perdidos. Dios, para atender a sus ruegos, creó la virgen, el recipiente de la inocencia, la selló y la envió a vivir entre los hombres que sintieron de inmediato una nostálgica languidez.

De esta manera inocente con la que Gombrowicz se refiere a la virginidad en uno de sus cuentos vamos a pasar a las reflexiones que realiza sobre la cantidad en los diarios.

"¿Quién es ella? ¿Y cómo puedo saber quién soy yo sin saber quién es ella? ¿Una hembra más en la ingente masa de las hembras del globo terráqueo? ¡Oh, Eva única! Sentado aquí, al escritorio, empleo todo mi amor y toda mi –cómo decirlo– importancia, yo, Adán, para que te conviertas en mi Eva, pero algo se interpone y me lo impide (...)"

"¡Mil millones de demonios!, ¡mil millones de hembras!... Pero cuando tomo conciencia de la cantidad, caigo en ciertos estados extraños entre los cuales el de asco y el de repugnancia no son los principales. ¿Y la indiferencia olímpica que resulta de la intercambiabilidad de una hembra por otra y de una paranoia por otra? A lo que viene a añadírsele el tedio (...)"

Creación de Adán Miguel Ángel Capilla Sisxtina

A juicio de Gombrowicz el hombre nunca se ha planteado suficientemente el problema de la cantidad. No es lo mismo ser un hombre entre mil millones que entre doscientos mil. No es lo mismo un hombre de la época de Demócrito que de la de Brahms.

"Vive en nosotros la conciencia del hombre único del tiempo de Adán. Nuestra filosofía es la filosofía de los Adanes. El arte es el arte de los Adanes"

La expresión debería estar separada entre la fase ascendente de la juventud y la descendente de la vejez, y también debería identificar a qué cantidad de hombres expresa. La épica, la sociología y la psicología a veces expresan al rebaño humano, pero desde el exterior, como a cualquier otro rebaño.

No es suficiente que Homero o Zola se ocupen de la masa ni que Marx la analice, esas voces deberían tener algo que nos permita saber si pertenecen a un mundo de miles o de millones, deberían estar saturadas de la cantidad hasta la médula.

La cantidad es una idea que ronda la cabeza de Gombrowicz en forma permanente. Le resulta extraño no poder llegar al fondo de la especie humana, nunca conseguirá conocer a todos los hombres.

Aparece siempre una nueva variante del hombre, y estas variantes no tienen límite, pues no hay hombre que no sea posible. Esta infinitud y este abismo interior de la imaginación, revocan todas las normas psicológicas y morales.

"Se tiene la impresión de estar sometidos a una explosión interior, y no por el espíritu, sino a causa del complot de los cuerpos que, copulando, crean una nueva variante (...)"

"La cantidad en el hombre, si se me permite señalarlo, se comporta de una manera sorprendente, ya que multiplica y divide al mismo tiempo. ¿Quién puede dudar de que la acción de cinco hombres que tiran de una cuerda será cinco veces más eficaz que la de uno solo? Pero con la muerte ocurre lo contrario. Intentad matar a la vez a mil hombres y constataréis que la muerte de cada uno de ellos es mil veces menos importante que si muriera en soledad (...)"

"Te conozco, fuerza que lo reduce todo a un denominador común. Te conozco, basso ostinato en el registro más bajo de la existencia, oigo tu paso implacable. ¡Te veo, Cantidad que difuminas, disolvente, en el acto de brotar de vientre de mujer"

Pero quizás sea la idea de Adán la más originaria de Gombrowicz. Cuando Gombrowicz llegó a París el 23 de abril de 1963 y se hospedó en el Hôtel de l’Opéra tuvo un colapso metafísico. En una pared de la habitación colgaba la reproducción de un óleo de Miguel Ángel con un fragmento de la bóveda de la Capilla Sixtina en el que Dios, en la forma de un potente anciano, se acerca a Adán para darle vida

"¿A quién elegir? ¿A Dios o a Adán? ¿Prefieres los veinte o los sesenta? (...) Al contemplar a Dios y a Adán meditaba en que las obras más ilustres del espíritu, del intelecto y de la técnica pueden resultar insatisfactorias por el sólo hecho de ser la expresión de una edad humana que es incapaz de infundir amor o éxtasis (...)"

"Tendré entonces que rechazarlas en cierto grado, a pesar de mi propio reconocimiento, en aras de una razón más apasionada relacionada con la belleza de la humanidad. Y cometiendo un pequeño sacrilegio rechacé a Dios en el cuadro de Miguel Ángel para tomar partido a favor de Adán"
De los atributos omnímodos que tiene Dios: la omnipotencia, la omnisciencia, la omnipresencia y la omnibenevolencia, hay dos con los que queda Gombrowicz: la omnipotencia, la omnisciencia. Gombrowicz piensa que el hombre quiera afirmarse en su personalidad para ganarle la batalla a los demás, para llegar a ser eminente. El sabe que no lo sabe ni lo puede todo, pero su yo no se empequeñece por eso, le ha sido impuesto con demasiada brutalidad y lo acompaña siempre.

La complexión del pensamiento de Gombrowicz es existencialista, así que vamos a seguirle los pasos a Sartre a ver qué piensa de Dios y de sus atributos. Este filósofo admite abiertamente que el proyecto fundamental del hombre es el de convertirse en Dios. Estar en el mundo es un proyecto que el hombre tiene para poseer el mundo en su totalidad, como aquello que le falta a la existencia, para entrar en algo que lo abarca todo y que es precisamente el ideal, o el valor.

Esta idea no ha sido extraída del "Mein Kampf de Hitler, donde encajaría muy bien como el sueño pangermanista de poseer y gobernar el mundo entero, sino de la obra fundamental de Sartre. Dios es el ser que posee el mundo, un proyecto que de igual modo tienen los hombres porque también ellos quieren poseerlo, pero este proyecto fundamental, así como el del amor, caen en el vacío.

"(...) la idea de Dios es contradictoria, y nos perdemos en vano; el hombre es una pasión fracasada"

Hay algunas diferencias sin embargo en la manera de ver las cosas que tienen Gombrowicz y Sartre. Mientras que para el primero la base del ser es el yo, para el segundo la base del ser es la libertad. Sin embargo la diferencia más importante que existe entre ambos es la de que Sartre no le da ningún lugar a Adán. Gombrowicz tampoco se queda sólo con Adán, se queda con Adán y con Dios, pero Sartre solamente se queda con Dios.
Gombowicz, a pesar de esta elección fundamental, no se queda con un Adán cualquiera, el Adán de Gombrowicz es un joven que no sólo destruye la forma de los maduros, sino que también destruye la forma incipiente de los jóvenes, un asunto del que Gombrowicz se ocupa de manera cumplida en uno de los capítulos más logrados de "Ferdydurke", en el que el único que sale indemne es Pepe al que Gombrowicz presenta como un personaje que se mueve en las antesalas de las formas de la madurez y de la juventud. Veamos entonces cómo logra descomponer esa forma arrogante que mete la nariz en todas las edades del hombre.

Pepe fue a buscar el saco y los zapatos a su pieza, y comenzó a vestirse poco a poco, sin perder de vista la situación. El profesor Pimko en el fondo de su alma aceptó con agradecimiento la bofetada que le había dado el juventón pues lo ubicaba de algún modo en una situación tan confusa: –Me pagará por esto. Saludó al ingeniero con evidente alivio, y el ingeniero lo saludó a él. Aprovechándose del saludo se dirigió rápidamente a la puerta seguido por el colegial que se adhirió a los saludos. –¿Qué?, así que aquí se trata de enviar los padrinos de un duelo, y este atorrante se va como si no ocurriera nada. Se abalanzó con la mano tendida, pero en vez de darle una cachetada lo agarró por el mentón. Kopeida se enfureció, se inclinó y lo agarró por la rodilla. El juventón se derrumbó, entonces el colegial lo empezó a morder con fuerza en el costado izquierdo como si estuviera loco.

La doctora se lanzó en socorro del marido, atrapó una pierna de Kopeida y empezó a tirar con todas sus fuerzas lo que provocó un desmoronamiento aún más completo. Pimko, que estaba a un paso del montón, de improviso, por su propia voluntad se acostó en un rincón de la habitación sobre la espalda y levantó las extremidades en un gesto completamente indefenso. La colegiala saltó debajo de la frazada y brincaba alrededor de los padres que se revolcaban junto a Kopeida. –¡Mamita! ¡Papito! El ingeniero, enloquecido por el montón hormigueante y buscando un punto de apoyo para sus manos, le agarró el pie a su hija por encima del tobillo. Se revolcaban los cuatro, calladamente, como en una iglesia, pues la vergüenza, a pesar de todo, los presionaba con su terrible inmadurez.

En cierto momento la madre mordía a la hija, el colegial tiraba de la doctora, el ingeniero empujaba al colegial, después de lo cual se deslizó por un segundo el muslo de la joven sobre la cabeza de la madre. Al mismo tiempo el profesor que estaba en el rincón comenzó a manifestar una inclinación cada vez más fuerte hacia el montón. No podía levantarse, no tenía ninguna razón para levantarse, y quedarse acostado sobre la espalda tampoco podía. Cuando la familia que se revolcaba junto a Kopeida llegó a sus cercanías, agarró al juventón no lejos del hígado, y el remolino lo arrastró.

Pepe terminó de colocar sus cosas en la valija y se puso el sombrero. Lo aburrían. Se estaba despidiendo de lo moderno, de los juventones, de los colegiales y del profesor, aunque no era dable despedirse de algo que ya no existe.

ver La identificación de los apodos y de la actividad

Juan Carlos Gómez

Ir a índice de América

Ir a índice de Gómez, Juan Carlos

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio