Gombrowiczidas |
Witold
Gombrowicz, Adán y Eva |
Después de que Adán y Eva perdieron el Paraíso por haber desobedecido a Dios, un sentimiento sombrío y sofocante se apoderó del género humano y se desparramó por toda la tierra. La virginidad, la cantidad, la juventud y Dios son ideas que pasaron por Adán y Eva de una manera originaria, y es de esta manera originaria cómo toma estas ideas Gombrowicz en las reflexiones que hace en sus narraciones y en los diarios. "Vemos,
pues, que la virginidad asciende del ser más bajo en la escala biológica
y llega al hombre, y del hombre salta a los ángeles y de los ángeles a
Dios, para perderse en el infinito. Dios mismo es un gran solitario en el
universo, es la eterna juventud del Cosmos". De esta manera inocente con la que Gombrowicz se refiere a la virginidad en uno de sus cuentos vamos a pasar a las reflexiones que realiza sobre la cantidad en los diarios. "¿Quién
es ella? ¿Y cómo puedo saber quién soy yo sin saber quién es ella? ¿Una
hembra más en la ingente masa de las hembras del globo terráqueo? ¡Oh,
Eva única! Sentado aquí, al escritorio, empleo todo mi amor y toda mi
–cómo decirlo– importancia, yo, Adán, para que te conviertas en mi
Eva, pero algo se interpone y me lo impide (...)" |
Creación de Adán Miguel Ángel Capilla Sisxtina |
A juicio de Gombrowicz el hombre nunca se ha planteado suficientemente el problema de la cantidad. No es lo mismo ser un hombre entre mil millones que entre doscientos mil. No es lo mismo un hombre de la época de Demócrito que de la de Brahms. "Vive
en nosotros la conciencia del hombre único del tiempo de Adán. Nuestra
filosofía es la filosofía de los Adanes. El arte es el arte de los
Adanes" No es suficiente que Homero o Zola se ocupen de la masa ni que Marx la analice, esas voces deberían tener algo que nos permita saber si pertenecen a un mundo de miles o de millones, deberían estar saturadas de la cantidad hasta la médula. La
cantidad es una idea que ronda la cabeza de Gombrowicz en forma
permanente. Le resulta extraño no poder llegar al fondo de la especie
humana, nunca conseguirá conocer a todos los hombres. "Se tiene la impresión de estar sometidos a una explosión interior, y no por el espíritu, sino a causa del complot de los cuerpos que, copulando, crean una nueva variante (...)" "La
cantidad en el hombre, si se me permite señalarlo, se comporta de una
manera sorprendente, ya que multiplica y divide al mismo tiempo. ¿Quién
puede dudar de que la acción de cinco hombres que tiran de una cuerda será
cinco veces más eficaz que la de uno solo? Pero con la muerte ocurre lo
contrario. Intentad matar a la vez a mil hombres y constataréis que la
muerte de cada uno de ellos es mil veces menos importante que si muriera
en soledad (...)"
Pero quizás sea la idea de Adán la más originaria de Gombrowicz. Cuando Gombrowicz llegó a París el 23 de abril de 1963 y se hospedó en el Hôtel de l’Opéra tuvo un colapso metafísico. En una pared de la habitación colgaba la reproducción de un óleo de Miguel Ángel con un fragmento de la bóveda de la Capilla Sixtina en el que Dios, en la forma de un potente anciano, se acerca a Adán para darle vida "¿A
quién elegir? ¿A Dios o a Adán? ¿Prefieres los veinte o los sesenta?
(...) Al contemplar a Dios y a Adán meditaba en que las obras más
ilustres del espíritu, del intelecto y de la técnica pueden resultar
insatisfactorias por el sólo hecho de ser la expresión de una edad
humana que es incapaz de infundir amor o éxtasis (...)" Esta idea no ha sido extraída del "Mein Kampf de Hitler, donde encajaría muy bien como el sueño pangermanista de poseer y gobernar el mundo entero, sino de la obra fundamental de Sartre. Dios es el ser que posee el mundo, un proyecto que de igual modo tienen los hombres porque también ellos quieren poseerlo, pero este proyecto fundamental, así como el del amor, caen en el vacío. "(...)
la idea de Dios es contradictoria, y nos perdemos en vano; el hombre es
una pasión fracasada" Pepe terminó de colocar sus cosas en la valija y se puso el sombrero. Lo aburrían. Se estaba despidiendo de lo moderno, de los juventones, de los colegiales y del profesor, aunque no era dable despedirse de algo que ya no existe. |
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