No ha cesado de llover en el pueblo. Los medios de comunicación
magnifican los daños y el servicio meteorológico anuncia las tormentas y
huracanes en turno.
Desde la azotea Darwin sonríe, los nenúfares que ahí cultiva están en
flor, se acerca y su aroma le trae recuerdos. ¿De dónde vienen esas
plantas? La edad ya le juega malas pasadas con las fechas, los recuerdos
se agolpan pero son difusos. En la radio un programa reivindica la
cultura zapoteca, sus costumbres, gastronomía, flora y fauna.
Una lágrima asoma lenta y salobre cae al estanque y se mezcla con el
agua. Darwin toma entre sus manos una flor de stagabe´ñe´.
–Ah sí.
Ya recuerda, es la blanca flor que crece en las lagunas, especialmente
en la laguna Biahuido´, y que cada temporada de lluvias los lugareños
cortan y venden en el mercado local. Donde además existen vestigios de
las primeras culturas que poblaron la zona.
Es hermoso mirar a las juchitecas decorarse con collares de nenúfar,
mantenerlos prendidos a su pelo, o en jarrones de barro. La ciudad huele
a stagabe´ñe´ y mudubina.
Darwin reflexiona, en la laguna sin embargo cientos de plantas
arrancadas y mutiladas yacen en el suelo. Pero a quién le importa un
puñado de plantas, es el clamor popular. El próximo año seguirá habiendo
stagabe´ñe´y udubina. Además no dan frutos, roban el espacio para el
ganado y cultivos, la laguna trae mosquitos y son tierras inútiles.
Y a pesar de los antiguos yacimientos hallados ahí, esto no ha sido
impedimento para que esta zona sea objeto de invasiones. Si, también
existe una hermosa leyenda que llaman “Mudubina y Stagabe´ñe´” que narra
un amor trágico como el final de las flores de la laguna. Pero ¿quién
quiere recordar eso? Se necesita espacio y dinero, lo demás no importa,
es más redituable invadir, bloquear y deforestar.
Darwin se preguntaba: ¿cómo es posible que a pesar del daño causado por
sus paisanos cada año nazcan las mismas plantas? ¿Acaso nunca mueren?
¿Serán como los lotos? Él sabe que en el oriente hallaron una semilla de
2000 años, que volvió a germinar y floreció.
–Cuando mudubina y stagabe´ñe´ florecen, algún insecto les poliniza, y
poco a poco el botón se va hinchando hasta que madura y “pum”, explota
en el agua, flotan cientos de diminutas “bolitas”, las semillas, que
germinarán y darán vida a un nuevo nenúfar. Las plantas grandes, una vez
que la laguna se seca, entran en reposo y despiertan el próximo ciclo de
lluvias.
Darwin sonríe, la naturaleza es sabia dicen por ahí, ella se encarga de
todo. Y suelta una carcajada que asusta a los zanates que anidan en las
ramas de un mango cercano. Ahora entiende por qué mudubina y stagabe´ñe´
repiten su triste romance inmortal.
¿Siempre? Darwin vuelve a la realidad. Hace 30 años que la laguna fue
invadida, desecada y rellenada con escombros. Los pobres necesitan casa,
dicen los líderes, de uno y otro grupo. Y las valiosas plantas y flores
no se ven nunca más, Biahuido´ es ahora un fantasma, una fea mezcla de
palos y láminas. ¿A quién le importo? Casi a nadie.
Darwin llora, besa los pétalos del nenúfar y observa, han nacido nuevas
plantas. Ríe, feliz. Su carcajada chimuela rompe la monotonía, seca las
lágrimas. Que empañan sus gruesos y viejos lentes de fondo de botella.
¿Se acabó Biahuido´? No para él. Viejo, egoísta y nostálgico como es,
tiene a su propia Bihauido´ en la azotea. Corta varias flores, forma un
collar con ellas y lo deposita en la cruz “Quinto” que heredo de sus
padres, y ellos a su vez de los suyos. Reza una oración y pide que
mientras él siga vivo, en su azotea, mudubina y stagabe´ñe´ repitan el
eterno ciclo del amor, la muerte y la resurrección.
Cristóbal Girón Cabrera (Juchitán
de Zaragoza, Oaxaca, 1971), docente en el Instituto Tecnológico de
Salina Cruz.
Ojarasca publicó un relato suyo en el número 224. Ver dicho
cuento en Letras Uruguay:
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