Primera Parte del |
AFIRMO
QUE: El cuento de nunca
acabar es una fórmula en sí misma de milenaria presencia que se
constituye como género en sí en uno de los bienes culturales de la
invención y la creación humanas, siendo por sus cosmos, singularidades,
estructuras y valores, por sus propuestas y obras en suma, un género del
pasado, del presente y del futuro. El cuento de nunca
acabar es una fórmula que tipifica una de las proyecciones más
ingeniosas que nos han legado las tradiciones artísticas, y su universo
de fondo y forma, de creaciones e intenciones, es de una riqueza y poderío
que se manifiesta, como género en sí, con nuevas y muy disímiles obras
dentro de cada época, por lo que ha tenido presencias, desde que surgiera
en la sociedades de oralidad primaria, también en las sociedades de
escritura y en nuestras actuales sociedades de escritura y medios
audiovisuales. El cuento de nunca
acabar ha llegado con sus prodigios a nuestras sociedades contemporáneas
desde las que denomino tradiciones memorísticas (tradiciones memorísticas
artísticas expresivas) y desde las tradiciones orales (que denomino
tradiciones orales artísticas comunicadoras), aunque posiblemente más
desde las tradiciones memorísticas dichas a voz y cuerpo vivos (ésas que
cuentan tal cual en cuanto a lo verbal) que desde las tradiciones orales
que no admiten la literalidad. Aunque preciso es que anote que esta fórmula
devenida en género del cuento de nunca acabar, como fórmula y género en
sí, constituye un firmamento que admite varias estructuras formulísticas,
y algunas de éstas estructuras incluyen dentro de su juego una pregunta
que se hace a quien escucha (y, por excepción, la incluyen no sólo como
algo meramente formal), esperando al preguntar una posible respuesta, lo
que convierte al otro, por tanto, en ese instante fugaz en que se le
pregunta y responde, en interlocutor. Caso singular, cuando así ocurre,
en el que interviene lo oral (por lo que aludo también, siempre como
presencia de excepción, a que en algo nos llega el cuento de nunca acabar
desde las tradiciones orales, que, insisto son comunicación y no son sólo
expresión en cuanto a lo verbal, al contrario de las tradiciones memorísticas).
Y preciso es que anote que también está lo oral (que no es la simple
verbalización en voz alta sino imagen hablada en comunicación con otro u
otros seres humanos presentes todos físicamente en el mismo espacio),
reitero, que también está lo oral imponiéndose sólo de manera parcial
a lo memorístico en cuanto al cuento de nunca acabar y en las tradiciones
y en su verbalidad, cuando constatamos que, al ser y ser y ser contado
determinado cuento de nunca acabar a voz y cuerpo vivos, algunos de sus
elementos (los de dentro de sus sucesos; o sus personajes o sus modos
verbales…) cambian desde los rejuegos de la memoria y de la reinvención
y desde la adecuaciones de la oralidad, apareciendo el mismo cuento
original, el mismo cuento formulístico, el mismo cuento base de nunca
acabar, en diferentes países o regiones en versiones distintas, unas que
permiten sí reconocerlas como de igual raíz y tronco aunque cambien en
cuanto a unas u otras de sus ramas, y que muchas veces, de haber sido
creada la obra en verso, dentro de lo que conservan tal cual están las
palabras que garantizan su rima o sus rimas. Insisto en que rigen, en
cuanto al cuento de nunca acabar, las tradiciones memorísticas porque el
cuento de nunca acabar tiende a una estructura más bien cerrada desde lo
verbal, aunque abierta en su sugerencia de posible reiteración hasta el
infinito y en sus intenciones y resonancias, entre más. Una fórmula, la
del cuento de nunca acabar que, al ser en muchos casos cíclica (las
palabras “últimas”, es un decir, enlazan con las del comienzo, o el
cuento prosigue reiterando el comienzo), y siempre, de una forma u otra,
al ser reiterativa explícita o implícitamente, requiere de la precisión
literal al decir respecto del original, por lo que lo caracteriza al decir
es lo memorístico y no lo inventor/reinventor. El cuento de nunca
acabar es una fórmula y género en sí que trasciende las fronteras
consideradas como clásicas del cuento, por lo que requiere el ser
valorado en sí como el universo de originalidades que es. En efecto, como
se ha afirmado en negativo y sin profundizar, muchos de los cuentos de
nunca acabar no son un cuento (ni en prosa ni en verso) porque no hay acción
(sino, por ejemplo, sólo describen) y/o porque su estructura no llega a
contener la clásica del cuento como género: comienzo, nudo o conflicto,
clímax y desenlace; y porque en ocasiones ni siquiera los cuentos de
nunca acabar cuentan algo, limitándose al juego, por ejemplo, de
preguntar una y otra vez, y sin más, si se desea que se cuente ésa o
aquella historia. En efecto, muchos de los cuentos de nunca acabar no son
un cuento ni tienen que serlo. No olvidar que además tienen la reiteración,
y algunos el ritornelo, que son dos de los instrumentos más poderosos de
la expresión y de la comunicación. Y no olvidar su carácter lúdico y
su derecho a los juegos de palabras y a establecer diálogos; y su derecho
al placer del disparate y la extravagancia y la originalidad. El cuento de nunca
acabar como fórmula y género en sí dentro puede incluir, en ésa o
aquella de sus obras, las características de otros géneros: las del
divertimento de origen conversacional, las de la poesía, las del cuento,
entre más; pudiendo ser creado el cuento de nunca acabar en verso o en
prosa, y desde una u otra fórmula prototípica que lo dimensione, o
sugiera como sin acabar en la acción
de ser contado. Porque, cuidado, de haber un argumento, esa trama
puede cerrar, pero lo que no cierra desde esta fórmula, lo que no cesa
para ser más exacto, desde una u otra de sus estructuras, es el contar
desde sí de ese cuento de nunca acabar, un contar que reitera la
totalidad o reitera una parte del argumento (o implica que se reitera)
sugiriendo que la acción de contar seguirá al infinito, hasta el
infinito. Otra precisión importante que debo incluir, por más que de tan
evidente pudiera parecer innecesaria, es que “contar” es un término
genérico, y que por eso cuando se habla de cuento de nunca acabar podemos
hablar de prosa o podemos hablar de verso, y que, en muchos casos de este
género en sí del nunca acabar, el verso está porque facilita la
memorización y la exactitud, porque facilita la literalidad necesaria a
la trasmisión desde el decir en voz alta y cuerpo vivos (tradición memorística
que puede o no abrirse a lo, o convertirse en, oral). El cuento de nunca
acabar es desde las tradiciones, en gran medida, uno de los antecedentes
de la hiperbrevedad literaria, y puede que haya nacido en un contexto de
adultos y en las conversaciones interpersonales (tal cual nació el cuento
clásico y nació el cuento hiperbreve) como una suerte de ingenio tierno
a compartir, como broma cómplice, de inicio probablemente con muchas más
de sus presencias dentro de lo humorístico que dentro de lo dramático.
Con el transcurso de los años, posiblemente con su conocimiento por los
adultos y con el mayor desarrollo de las sociedades, el cuento de nunca
acabar derivó hacia el contarse a los niños, y luego, también, a ser
contado entre los propios niños, instalándose con mayores presencia en
esos ámbitos. O puede que haya nacido directamente para la relación con
los niños y después adquiriera presencias específicas en cuanto a los
adultos. En modo alguno el cuento de nunca acabar como fórmula y género
en sí puede considerarse hoy ni exclusivo de las tradiciones, ni
exclusivamente para/con los niños (lo mismo, entre más, ocurría con el
cuento oral, que en 1975, cuando comencé a renovarlo, y a fundar ese
nuevo arte que es la narración oral escénica, era visto en nuestras
sociedades como algo del pasado, como algo de las tradiciones y/o como
algo para los niños), ni puede considerarse exclusivamente el cuento de
nunca acabar como divertimento, ni exclusivamente como humorístico.
Reparar, por ejemplo, en el carácter terrorífico que puede tener una
reiteración dramática de nunca acabar. Regresando a lo de su fórmula
desde lo de su casi siempre hiperbrevedad, en efecto muchas de las
estructuras de esos o aquellos cuentos de nunca acabar argumentalmente no
tienen principio y medio (comienzo y nudo); y otros cuentos de nunca
acabar ni siquiera llegan a contar algo; y es que, me permito insistir por
su relevancia, por una parte constituyen una fórmula y género en sí, y,
por otra parte, en cuando a la hiperbrevedad oral o literaria, muchos se
inscriben en ese género al que nombro como de la fugacidad o de la
vertiginosidad, a ese género relámpago, uno que muchas veces además,
desde otros ángulos, está entregéneros (poesía que cuenta o narrativa
que cuenta con aliento poético...). Ya en un ensayo que he difundido
desde la década de los noventa y editado hace unos años, he escrito,
respecto a los cuentos fugaces que no tienen la estructura clásica del
cuento, que para un texto hiperbreve es factible: Ser
el género de la vertiginosidad narradora o narrativa, el de la trama
vertiginosa, casi fugaz, o súbita, o instantánea, o relámpago, tanto más
ceñida a un género propio (este “género relámpago”, este “género
de la fugacidad”) cuando menos ceñida a los parámetros del género
cuento, y cuanto más trama abierta. El cuento de nunca acabar no ha sido suficientemente estudiado en las sociedades de escritura y en las de escritura y medios audiovisuales, y mucho de lo que se ha afirmado va de lo peyorativo a lo superficial y poco acertado. No se ha percibido que estos cuentos al infinito, que estas obras contadas sin dar fin, sólo son obras simplemente repetitivas y no mágicamente reiterativas si quien los dice repite de modo plano en vez de reiterar de modo creativo por medio de los recursos de la voz y del cuerpo; que sólo son repetitivas si quien escucha o lee no percibe a ese cuento de nunca acabar como reiterativo, que no repetitivo, y por tanto sugerente para la comprensión multifacética y la imaginación desbordada. Si no se percibe dentro de lo dramático sus capacidades para agigantarse con las reiteraciones. De manera alguna puede afirmarse en negativo que son productos interminables, ni debiera calificárseles de interminables sin matizar (dado que incluso el argumento puede terminar; lo que sigue siempre, lo que siempre se sugiere como infinito, es el acto de contarlo); este género de obras, al ser dicho, sí que termina físicamente de ser contado (aunque su estructura sigue siendo reiterativa, e implica un no cesar…) cuando la interacción entre quien dice y escucha (y aquí sí hay o debe haber comunicación) lo aconseja, lo exige, se interrumpe; y en lo literario, como conocemos, el texto no es (ni obviamente podría ser) escrito interminablemente sino que, por ejemplo, la reiteración, a poco de haber comenzado, se corta con tres puntos suspensivos (en relación a una u otra estructura reiterativa de las de los cuentos de nunca acabar, se corta en una u otra palabra o frase) y depende del perceptor cuánto le sigue resonando adentro. Por supuesto no son obras, los de nunca acabar, que se agoten en sí mismas, sino al contrario, y sólo pueden aburrir a los aburridos. Son los cuentos de nunca acabar desde siempre sutiles y/o agudos y/o perspicaces y/o sagaces, entre más, y son, mucho, desde el sentido del humor del uno para, o para/con, el sentido del humor del otro, y son, muchos, para la gracia y el divertimento. En las niñas y niños, los cuentos de fórmula contribuyen a incentivar la atención y la inteligencia, entrenan la memoria, dimensionan la asociación de ideas y la capacidad para imaginar y relacionar, estimulan las actitudes reflexivas, enriquecen el lenguaje y sus posibilidades… Lo peyorativo en
cuanto al cuento de nunca acabar comenzó cuando a esta fórmula se le
denominó desde lo negativo, se le denominó “de nunca acabar”, y no
“decir sin fin”, o “decir al infinito o hasta el infinito”, o
“cuentos, poemas y preguntas, dichos hasta el infinito”, o “dichos y
vueltos y vueltos y vueltos a decir” entre más posibles en positivo;
entre más posibles en positivo; llegando en la actualidad lo peyorativo a
convertirse en un modismo que incluye a la fórmula y género artístico
en sí (por ejemplo “es como un cuento de nunca acabar”); modismo que
se utiliza para tipificar situaciones de la realidad social o humana que
no parecen tener soluciones definitivas y que se reiteran como, o con,
engaño, en vez de utilizar solamente lo “de nunca acabar” (por
ejemplo: “es una negociación de nunca acabar”). Pasa en general como
con el cuento y con el contar, algo tan fundamental, valioso y excepcional
en positivo, tan insustituible, y de lo que hay expresiones tan
desafortunadas y negativas como “no me cuentes” o “no me cuentes
cuentos”, “esos son cuentos”, “eso es un cuento chino” (que
ignorando la sabiduría milenaria de la oralidad y la literatura China del
género implica una doble desvalorización), “vivir del cuento”, entre
otras frases que pueden existir y hasta proliferar en la publicidad porque
aún nuestras sociedades (a veces tan incultas y/o tan irresponsables y/o
tan alienadas) son en parte desconocedoras de lo que viene desde el pasado
y/o viene desde la imaginación y la sensibilidad y la humanidad, sin
darse cuenta que desconocer y desvalorar las empobrece. El cuento de nunca
acabar además de sus muchas posibilidades contemporáneas para/con los
adultos, de sus muchas posibilidades tanto si es dicho como si es escrito,
está todavía dentro de la memoria afectiva de muchos de nosotros (lo que
puede llegar a desaparecer para las generaciones futuras si no lo
revaloramos y dimensionamos a todos los niveles y en todos los ámbitos
posibles). Recuerdo con especial deleite los momentos en que mi madre me
contaba cuentos de nunca acabar y el juego y rejuego de amor y humor entre
los dos que ello conllevaba: la sorpresa de la primera vez; la complicidad
de cada una de las veces siguientes con ese mismo cuento al infinito de lo
maravilloso, al infinito de las asociaciones y comprensiones y de lo
vitalmente desencadenado. El cuento de nunca
acabar por fortuna, tal y como se ha señalado por excepción, ha tenido,
entre más, excelentes cultivadores populares (ver si no la brillantez de
los cuentos tradicionales anónimos que nos han llegado), ha deslumbrado
al público en circos y otros encuentros, ha ocupado un sitio en canciones
y otros géneros musicales, y un sitio en estos o aquellos libros de
textos o recopilaciones... Todo no obstante, visto desde su presencia hoy
entre nosotros, necesitado de ir a más. En los últimos años en que me
he interesado de modo preferente por el cuento de nunca acabar, y he
escrito varias decenas (más de treinta ya editados en la Colección
Gaviotas de Azogue y varios reeditados en otros medios) tanto humorísticos
como dramáticos, con muy disímiles estructuras (algunas sólo parecen
semejarse; y unas vienen del pasado y otras las he creado dentro y desde
la literatura) tocando lo filosófico, lo comprometido socialmente, lo
humano de adentro, lo erótico, lo absurdo, entre más, intentando crear
textos contemporáneos en forma y fondo, unos inscriptos en la
sensibilidad y el aliento de nuestra época, y llegando dentro de mi
creación literaria a escribir cuentos de nunca acabar experimentales,
unos modulares, otros visuales; estos años en que me he interesado con
tanta pasión como para trasmitirla a mis compañeros del Consejo
de Dirección de la Cátedra Iberoamericana Itinerante de Narración Oral
Escénica (CIINOE), logrando entusiasmarlos hasta el punto de que
hayamos convocado el Primer Concurso (en el mundo) del Cuento de Nunca Acabar, el Concurso
Internacional de Microtextos “Garzón Céspedes” 2008 (con mis
apellidos a insistencia de mis compañeros); al recibir los numerosísimos
textos para este Concurso desde países de cuatro continentes hemos
constatado que la convocatoria era entendida por muchos no como la de un género
en sí sino en un sentido temático metafórico y en cuanto al modismo;
constatado que muchos de los participantes no sabían ni siquiera de la
existencia de esta fórmula y género o no eran capaces de definir cuando
menos una de sus estructuras; constatado que la tendencia, incluso cuando
se reiteraba, era a reiterar cerrando del todo la historia con un punto
final; y viendo como se llegaba hasta el grado de recriminarnos por la
convocatoria de un género tan poco interesante o simplista; entre mucho más
negativo, que, para revertirlo en positivo, requirió desde mí: tanto un
trabajo sistemático de difusión internacional, por diferentes medios, de
cuentos de nunca acabar de las tradiciones, como una labor de difusión de
mis propios cuentos de nunca acabar, además de asistencia técnica, a
muchos escritores: una asistencia amplia, compleja, precisa. Los
resultados finales del Concurso, convocado en prosa, han sido
sobresalientes: 69 nuevos cuentos literarios de nunca acabar de altísima
calidad a reconocer y publicar, de autores de diez países de dos
continentes, que cubren un amplio espectro de fórmulas y temas con
predominio de lo dramático, y que van del compromiso social al
divertimento humano, de la reescritura de un mito a la reinvención de
cuentos populares maravillosos, del terror a la ciencia ficción, de unas
estructuras a otras llegando a lo contemporáneo experimental... POR
TODO LO QUE CON ESTE MANIFIESTO
DEL CUENTO DE NUNCA ACABAR, en
nombre del Consejo de Dirección de la Cátedra Iberoamericana Itinerante
de Narración y el juego de la
memoria y la literatura (compartiéndonos tanta creación), de
los que han creído y creen, y amado y aman, los
poderes creadores de los pueblos, llamo
a las instituciones sociales, culturales,
educativas y difusoras de
todo el mundo, y
a las individualidades conscientes, sensibles
y bienintencionadas de
todos los continentes e idiomas, y,
mucho, llamo a los escritores, a
la dignificación del cuento de nunca acabar y
a situar el cuento de nunca acabar, en
el lugar de preeminencia que debe corresponderle entre
los adultos en las sociedades contemporáneas, tanto
desde y en sus ámbitos comunicadores, expresivos
y difusores, como en sus ámbitos creadores
y de disfrute y reflexión, y a situar el
cuento de nunca acabar, el prodigioso cuento
sin fin, el portentoso cuento o
portentoso decir al infinito o hasta el infinito, en
un lugar de preeminencia, tanto
en el seno de la familia como
en la escuela y la biblioteca, en
la formación de las nuevas generaciones de
niñas y de niños. La
imaginación hace más creador el presente
y
predice el futuro, de hecho la imaginación
es
camino de futuro, y el cuento de nunca acabar
es
uno de los monumentos de la imaginación. En
España 2008, y desde lo recibido en Camagüey, en
La Habana, en Caracas, en México D. F., en Madrid y en otras muchas
ciudades y pueblos y campos INSCRIPTO
EN EL REGISTRO TERRITORIAL DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL DE MADRID, ESPAÑA.
SE AUTORIZA LA REPRODUCCIÓN SIEMPRE QUE DESPUÉS DEL TÍTULO SE CONSIGNE:
FRANCISCO GARZÓN CÉSPEDES CÁTEDRA IBEROAMERICANA ITINERANTE
DECÁLOGO
PARA CREAR Francisco
Garzón Céspedes (Cuba/España) 1
Creer
en el cuento de nunca acabar por considerarlo uno de los puntos de
partida de lo más original de la creación y la invención humanas. 2
Creer en los poderes del cuento de nunca acabar para
reiterarse hasta el infinito reinventándose cada vez, como creación
igual y diferente, en la voz y el gesto vivos de quien lo cuenta o en la
imaginación de cada lector. 3
Creer en los poderes creadores de las tradiciones memorísticas, de
las tradiciones orales y de la literatura respecto al cuento de nunca
acabar, porque desde hace siglos han dado fondos y formas nuevos,
intenciones y proyecciones nuevas, a esta fórmula que no se agota y que,
desde sus muy diversas presencias y estructuras, es capaz en cada época
de entregar o compartir dimensiones y disposiciones originales. 4
Creer
en el cuento de nunca acabar como una fórmula y género en sí: invención
que trasciende las fronteras del cuento clásico, su tipificación como
acción que es narrada, y su estructura ideal de comienzo, nudo o
conflicto, clímax y desenlace, pudiendo sí desde contar una historia
hasta no contarla y sólo describir, o preguntar y/o jugar con las
palabras para ordenar o divertir, entre mucho más. 5
Creer en el cuento de nunca acabar como una invención que puede
ser creada en verso o en prosa, en prosa o en verso, o en las más
diversas imaginables o inimaginables combinaciones entregéneros. 6
Creer en el cuento de nunca acabar como una invención que puede
ser creada en específico para o para/con los adultos (jóvenes,
ancianos), o para o para/con las niñas y los niños de unas u otras
edades e intereses según la edad, o para o para/con todas las edades, y
en modo alguno concebirlo exclusivamente como una fórmula y género en sí
en relación a la infancia. 7
Creer en el cuento de nunca acabar como una invención que puede
ser creada dentro de la categoría humorística o dentro de la categoría
dramática, en unos u otros géneros
narradores o narrativos, y debiendo para ser tener en cuenta tanto la razón
como los sentimientos y las sensaciones. 8
Creer en el cuento de nunca acabar como una invención que no es únicamente
del pasado y de las tradiciones memorísticas y de las orales, sino por
igual de la oralidad o de la literatura, de la comunicación y/o de la
expresión de cualquier época humana pasada, presente o futura. 9
Creer en el cuento de nunca acabar como uno de los antecedentes de
la hiperbrevedad literaria y de su capacidad para ser fórmula y género
relámpago o género fugaz a la par que siempre infinito. 10
Creer que la fórmula denominada cuento de nunca acabar con tantas
dimensiones, intenciones, estructuras, perspicacias, sugerencias,
habilidades y posibilidades,
con su concepción de creación al infinito, hasta el infinito, es una de
las genialidades del ser humano; y creer en la necesidad de que nunca
acaben su dignificación y su conocimiento, que nunca acaben los estudios
y las prácticas que den lugar a nuevos y nuevos y nuevos cuentos de nunca
acabar capaces de sorprendernos, inquietarnos, exasperarnos, emocionarnos
o divertirnos a todas y todos para creer en el cuento de nunca acabar... ¿Quieres
que te lo cuente otra vez? En
España 2008, y desde lo recibido en Camagüey, en
La Habana, en Caracas, en México D. F., en Madrid y en otras muchas
ciudades y pueblos y campos INSCRIPTO EN EL REGISTRO TERRITORIAL DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL DE MADRID, ESPAÑA. SE
AUTORIZA LA REPRODUCCIÓN SIEMPRE QUE DESPUÉS DEL TÍTULO SE CONSIGNE: FRANCISCO
GARZÓN CÉSPEDES CÁTEDRA IBEROAMERICANA ITINERANTE Referencias: [1]
Cuando este DOSSIER: EL GÉNERO DEL CUENTO DE NUNCA ACABAR, que ya se
halla elaborado en su totalidad, muy próximamente se publique
completo contendrá, además del Manifiesto
y del Decálogo, la Antología
esencial del cuento de nunca acabar de tradición (Selección de
Francisco Garzón Céspedes, ya dada a conocer en sus cursos), los Cuentos de nunca acabar / Cuentos hasta el infinito y los
Siete cuentos de nunca acabar visuales y un collage de F. Garzón
Céspedes (Cuba/España), y la serie de este género Fuerzas
de José Víctor Martínez Gil (México), editados en la Colección
Gaviotas de Azogue (al igual que varios de los textos provenientes de
la tradición recopilados en la Antología; números de la Colección
56, 57, 65, 66, con varias reediciones), e incluidos en el blog http://invencionart.blogspot.com;
y contendrá los 69 textos inéditos premiados en el Primer Concurso Internacional de Microtextos “Garzón Céspedes”
2008: Del cuento de nunca acabar de autores de 10 países (y que
recibió textos desde 20 países), editados en la Colección Gaviotas
de Azogue, 69 y 70. Para constituirse este DOSSIER (y lo que lo ha
posibilitado), abarcando desde la tradición universal memorística y
desde la oral hasta la literatura contemporánea y la literatura de
experimentación visual, incluyendo desde la ficción hasta lo teórico
y técnico, en la acción más total de que se tenga noticia al
respecto, y en una auténtica revalorización, renovación y refundación
de esta fórmula y género en sí. Una campaña cultural que
seguramente provocará nuevas acciones y reacciones en el mundo, y que
Francisco Garzón Céspedes y sus colaboradores, y la Cátedra
Iberoamericana Itinerante de Narración Oral Escénica (CIINOE)
y COMOARTES, continuarán
con una nueva investigación sobre el cuento de nunca acabar y con la
próxima convocatoria de la Segunda Edición de su Concurso.
[2]
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