El origen del Soneto

Crónica de Gustavo García Saravi

(Especial para EL DIA)

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XIX Nº 903 (Montevideo, 7 de mayo de 1950)

El Doctor García Saravi, pertenece a una generación argentina que luchó por sus derechos a una limpia vida democrática. Premios de jerarquía nacional han consagrado su producción poética de depurado clasisimo. También cultiva con personalidad propia la conferencia y el ensayo critico.

Los griegos, con ser los griegos, aquel “pueblo arrogante que tuvo la audacia de marcar, por eternidades, con el epíteto de bárbaro, todo lo que no era suyo’', como dijo Nietzsche, desconocieron el soneto. Naturalmente, ninguno de los pueblos qua con anterioridad se sucedieron en la historia cultural de la Humanidad, ni aún los orientales imaginaron su perfección y su sentido. Curiosa y casi inconcebible negación de la poética, porque los sólidos, armónicos y concretos 14 versos de aquella composición, traducen una seriedad y nobleza que debieran haberse originado, exclusivamente, en la vieja Hélade, fecunda y soberbia engendradora de hermosuras. Los sonetos poseen, por su forma y responsabilidad artística, por su perdurabilidad y los motivos que encierran con preferencia, una imaginada participación en el sueño y la grandiosidad de Grecia. Si no estuviera acreditada su aparición muchos siglos mas tarde, seria perfectamente lógico concebir a Homero como autor de un soneto de mármol y eternidad dedicado a Zeus un soneto inexistente en absoluto pero hipotético para la imaginería que le confiere su grandeza. Y así como es prácticamente inaceptable que los egipcios no hubieran descubierto la rueda y levantaran, sin embargo, la Pirámide de Keops, no debiera admitirse, en el plano de la fantasía, que los griegos desconocieran la justeza y dignidad de aquella forma perdurable del canto. Casi sería lógico no comprender cómo sus altos dioses no le inspiraron esta hermosura, cómo aceptaron otra ofrenda lírica que no fuera la de los sonetos. Iba a ser necesario que se sucedieran muchos siglos y destrucciones antes de que el hombre lo inventara. Recién con su aparición en el mundo del arte, la belleza halló otra manera de hacerse perdurable y definitiva.

Tampoco lo conocieron los romanos. Ni Rutilio ni Juvenal, n¡ Horacio pudieron darse a la posteridad en sonetos.

Su origen es desconocido. No se sabe la fecha real de su aparición en la poética universal ni el nombre de su creador. Nadie está en condiciones de afirmar si es la depuración intelectual de una composición elemental inventada con anterioridad o si por el contrario, sale a la luz desde el misterio, libre de antecedentes, independizado de influencias, suelto para siempre de oscuras vinculaciones formales. Nadie puede decir si en el proceso de su creación se llegó a las 14 líneas que lo componen despues de una lenta cerebración, de un cálculo, de una operación matemática, o si a la inversa, nació de un improntus, de una genialidad de un "hachazo celeste”, según la expresión de Rubén Darío. Desde ya nos inclinamos por la primera hipótesis. El soneto es una expresión poética del silogismo, una variante emocionada y profunda de la aritmética. Y este tipo de lucubración le exige mucho más a la paciencia que a la inspiración, al pensamiento que a la casualidad.

Héctor P, Miri dice: “La forma definitiva del soneto se atribuye generalmente a Petrarca, a Dante y al Humanismo. Mucho antes, el canciller de Federico II, en Sicilia, llamado Pierre de Vignes o Petrus de Vinea (1197- 1249) había escrito composiciones muy similares a nuestro soneto actual y por lo tanto cabe afirmar que aquél sea el creador del soneto de 14 versos. En la poesía árabe e hindú, sobre todo en la antigua, hay también un género que puede considerarse equivalente, ya que la construcción es casi igual. Generalizado por Petrarca y perfeccionado definitivamente más tarde por Aretino con sus caudatos licenciosos y atrevidos, el soneto pasó a España, donde Santillana lo escribió al “itálico modo”, valiéndose del endecasílabo que aprendió de Francisco Imperial, mal maestro a lo que parece, porque los 42 sonetos del discípulo no constituyen, precisamente, lo mejor de su obra... ”.

Pedro Miguel Obligado manifiesta: “El soneto, que es de ascendencia itálica, fue introducido en la península por el Marqués de Santillana, quien conoció la obra de Cavalcanti, Dante y Petrarca, en los cuales se inspiró, como él mismo lo afirma. Es indudable que, a fines del siglo XIII y a principios del XIV, Ciro da Pistoia y Frescobaldi compusieron buenos sonetos que después perfeccionaron Boccaccio y Petrarca, Lorenzo de Médicis, Miguel Ángel y Torcuato Tasso..." Miri dice, asimismo: "Villapando, autor de 4 sonetos mal construidos, fue el segundo español que contribuyó a su propagación en la península, donde Boscán lo recogió y cultivó extensamente. Vienen luego Arquijo, Herrera, Quijada, Cetina, Góngora, Arjona y Lista.

Luis Alberto Ruiz expresa: “El soneto una “docta invención italiana* de la Edad Media, presumiblemente realizada por primera vez por Dante Alighieri y consagrada definitivamente en la época de oro del “dolce stil novo" por Petrarca, que compuso más de trescientos. Con el auge del “petrarquismo’, el soneto paso a Francia, España e Inglaterra. Pero especialmente en España, merced a Andrea Navagiero, que lo descubrió a Juan Boscan, el arte del soneto se convirtió en Garcilaso de la Vega, amigo de aquél, en uno de los pilares líricos de la lengua castellana, donde su uso no ha menguado hasta hoy. . .".

La Enciclopedia Universal dice a este respecto: “El origen del soneto es bastante antiguo. Fue conocido por los trovadores y troveros, no faltando autores que remontan el origen de la combinación hasta las filigranas de la poesía árabe, aunque la mayoría concede el mérito a Pierre de Vignes o de la Vigne, canciller de Federico II, y el de fijar su forma definitiva al toscano Aretino. Corresponde, sin embargo, a Petrarca la gloria de haberlo generalizado. E! Marqués de Santillana, que ya había aprendido de Francisco Imperial el empleo del endecasílabo, llevado de su entusiasmo por las trovas italianas y provenzales, escribe sonetos al itálico modo, imitando a Petrarca... Casi todos loa autores que hemos consultado repiten, con algunas variantes los mismos conceptos.

¿Quién ha sido el inventor del soneto ¿Quien intuyó por primera vez su divina proporción, su maravilloso equilibrio entre el canto y la forma, la emoción y el pensamiento: ¿Quién fue el que muchos siglos más tarde le dio vigencia y armonía poéticas al mandato aristotélico la belleza consiste en la medida y el orden? Nadie lo sabe. Se intuye, si, que el creador imaginaba su belleza y adivinó la importancia de dar con un molde en el que cupieran, sin sacrificios o menoscabos, la sustancia y el alma de la poesía.

El origen del soneto es desconocido. Atribuyámosle entonces gloria y jerarquía de milagro.

 

Crónica de Gustavo García Saravi (Especial para EL DIA)

Suplemento dominical del Diario El Día Año XXX Nº 1463 (Montevideo, 29 de enero de 1961)

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